Redacción Canal Abierto | El 25 de junio de 2004, a pocas horas de conmemorarse el segundo aniversario de los asesinatos de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, Martín Cisneros era baleado a quemarropa. Su verdugo fue Juan Carlos Duarte, un delincuente protegido por la policía que tenía profusos antecedente por narcotráfico y por un robo cometido ese mismo año al comedor Los Pibes, organización que coordinaba el “Oso”.
En las horas que siguieron al crimen, La Boca se volvió un hervidero de bronca. Y Si bien la víctima era un querido y reconocido militante popular del barrio, el sentimiento de impotencia e indignación no respondía únicamente a su figura, sino también al explícito trasfondo de corrupción y complicidades policiales que englobaba el caso.
La división Asuntos Internos de la Policía Federal seguía de cerca las irregularidades que involucraban a las autoridades de la comisaría 24ª, encabezadas por el entonces comisario Cayetano Greco. Una de las sospechas –que luego sería certeza- fue que el día del robo al comedor la delegación policial había cambiado de lugar las paradas habituales de sus efectivos. El objetivo era crear una zona liberada para que Duarte actuara sin problemas.
Tan en evidencia había quedado su responsabilidad que Duarte –conocido en el barrio como “el gordo Juan Carlos” o “Colchones”- se tuvo que ir de La Boca. Durante un tiempo vivió entre la Isla Maciel y un asentamiento, donde continuó con los problemas (en esta oportunidad, por venta de drogas). Sin embargo, tres semanas antes del homicidio había vuelto. Incluso días antes del crimen llegó a amenazar a Cisneros. De todos modos, las autoridades de la comisaría no hicieron nada al respecto.
Desde un primer momento, los vecinos del barrio señalaron a Duarte como autor material del homicidio y denunciaron lo que incluso el propio Gobierno Nacional sospechaba: la complicidad de la comisaría 24ª en éste y tantos hechos delictivos.
“Cuando la injusticia se convierte en ley, la rebelión es un derecho”
Las paredes de la Ciudad de Buenos Aires hablan, y en La Boca este es uno de sus tantos gritos. Quizás esta pintada callejera condense y explique el sentimiento popular ante el crimen del “Oso”, la movilización que le siguió y el proceso judicial que hoy deben sufrir algunos de sus protagonistas.
Al grito de “Justicia”, a las pocas horas del homicidio decenas de militantes y vecinos se movilizaron a la dependencia policial, en la calle Pinzón 456, que protegía a “el gordo Juan Carlos”. Exigían la detención de quien a todas luces parecía ser el homicida, y denunciaban la connivencia y protección policial. En ese contexto de bronca, sin premeditación, se produjo la toma por la que hoy van a juicio los tres dirigentes sociales.
Finalmente, y como consecuencia de la presión social, Juan Carlos Duarte sería detenido y luego condenado a 18 años de prisión por el asesinato de Martín “Oso” Cisneros. Y la cúpula de la comisaría 24ª, removida.
En julio de 2016, el asesino recibió el beneficio de la libertad condicional y se encuentra en libertad. En aquel momento el coordinador del comedor Los Pibes, Ángel “Lito” Borello explicó: “Hay una gran preocupación en el barrio porque está a 50 metros del mercado social que levantamos en estos 20 años de trabajo, es una provocación para nuestra organización en medio de este tiempo extraño y confuso que estamos viviendo”.
Hoy los tres referentes que encabezaron aquella toma de la comisaría, «Lito» Borello, Luis Bordón y Luis D’ Elía, son sometidos a un juicio oral; Juan Carlos Duarte sigue en libertad; y Martín “Oso” Cisneros continúa siendo un ejemplo de coherencia y militancia popular para sus compañeros.
Fotos: Luciano Dico