Por Juan Carlos Giuliani | En el Centenario de la Reforma Universitaria que fue parida en Córdoba en 1918 para extenderse luego como un legado libertario por América Latina y casi todo el mundo, la comunidad universitaria se ha vuelto a poner al frente del reclamo en defensa propia para que no se lleven puesta a la universidad pública.
La educación pública está amenazada por las políticas neoliberales del gobierno nacional que acecha todo el tiempo para desmantelarla, empobrecer los salarios de sus docentes, dejar sus edificios en ruinas, desprestigiarla y cacarear que los responsables de todo este desastre son los trabajadores de la educación que cometen el imperdonable pecado de denunciar estos ataques y luchar por sus derechos.
La respuesta del pueblo ha sido ejemplar: al igual que cuando Mauricio Macri quiso retroceder en materia de derechos humanos o implantar una reforma laboral reaccionaria, estos días las calles y plazas de las ciudades de todo el país se han inundado de docentes, estudiantes, graduados, trabajadores universitarios y de todos los oficios para plantar bandera, poner el cuerpo, y decirle al poder que con la educación, el trabajo, la salud, y la memoria de nuestros 30.000 desaparecidos no se jode.
El gobierno de Cambiemos (PRO-UCR-CC) pretende -en medio de la descomunal crisis económica, social y política que ha desatado por voluntad propia, puesta al servicio de las clases dominantes a las que representa- achicar el presupuesto universitario para complacer los dictados del Fondo Monetario Internacional. Un FMI que resulta el verdadero instrumento de poder gobernante y obliga a ajustar las cuentas fiscales para que los números cierren y se garantice el pago de los intereses de la deuda externa a los usureros internacionales, deuda que el pueblo argentino ha pagado ya varias veces con su propio esfuerzo. Sus exigencias son obedecidas por el macrismo aún cuando ello implique que queden más argentinos afuera que adentro del sistema de producción y consumo.
Al momento de redactar estas líneas, 20 de las 57 universidades públicas argentinas están tomadas, crece la movilización interclaustros y la articulación multisectorial para rebelarse frente al intento de exterminio de uno de los valores más preciados que ha sabido construir nuestra sociedad: la educación pública como garantía de igualdad social.
Obreros y estudiantes unidos y adelante
A mediados del siglo pasado se pusieron en práctica planes de reivindicación del trabajador en el plano de su capacitación profesional con la creación en 1948, y su efectiva fundación en 1952, de la Universidad Obrera Nacional (UON).
Lo que posteriormente se va a transformar en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) consistió en un proyecto que destacaba la idea de que la industria nacional debía ser dirigida por técnicos argentinos y desarrollada por obreros argentinos, lo cual posibilitaría a los trabajadores ser protagonistas de la movilidad social ascendente que rigió en esa época de nuestra historia política-institucional.
La unidad obrero-estudiantil que se forjara al calor de las luchas populares de las décadas del 60 y principios de los 70 del siglo pasado, se reactualiza con más vigor, conciencia de clase y organización, poniendo en vilo al establishment que observa cómo los sectores medios se suman a la creciente espiral de conflicto social que alimenta la resistencia al ajuste, la entrega y el saqueo.
Párrafo aparte merece la actitud vergonzante de la UCR -a tono con el desvanecimiento de su identidad partidaria- que, salvo honradas excepciones, acepta en silencio su rol de partícipe necesario de la catástrofe social que está provocando con sus políticas antipopulares y antinacionales el gobierno de Cambiemos. En el ámbito universitario esta conducta es doblemente censurable en tanto y en cuanto la Reforma Universitaria integra el lote de sus principios históricos. A tal punto, que en semejante escenario de confrontación, la agrupación universitaria Franja Morada brilla por su ausencia.
La actual coyuntura impone, más que nunca, volver a las fuentes. Como bien señala el Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria de 1918: “Hombres de una república libre, acabamos de romper la última cadena que en pleno siglo XX nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Córdoba se redime. Desde hoy contamos para el país una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten: estamos pisando sobre una revolución, estamos viviendo una hora americana”.
Es hora de dejar de lado cuestiones secundarias y promover, generosamente y sin exclusiones, la unidad popular necesaria y suficiente para romper las cadenas de la dominación y volver a ser un pueblo feliz en una Nación soberana.