Por Carlos Saglul | Ana Natalucci es licenciada en Comunicación Social de la Universidad Nacional de Córdoba, magister en Investigación en Ciencias Sociales y doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires y de posgrado de la FLACSO. Investigadora del Conicet y del Grupo Estudios sobre Protesta Social. Profesora invitada del Instituto de Iberoamérica de la Universidad de Salamanca. Entre sus últimos trabajos es coautora de “¿Existe la clase trabajadora?”.
En esta entrevista para Canal Abierto, describe a una clase obrera con direcciones enfrentadas, en que el bisturí del gobierno realiza su “cirugía sin anestesia” por sectores, dividiendo para reinar con una expectativa: eliminar derechos laborales y bajar los salarios.
-El kirchnerismo nunca logró construir una verdadera fuerza basada en la organización de los trabajadores, como en algún momento hizo el peronismo, y mucho menos cuestionar la hegemonía de los grupos económicos que gobiernan actualmente
-La explicación está en que no hubo cambios en materia estructural. Al no modificarse la matriz productiva se le hizo imposible modificar las condiciones de organización de la clase trabajadora. Una cosa es imposible sin la otra. El kirchnerismo no pudo o no supo articular las demandas sociales de los trabajadores que había reconocido en sus inicios.
-¿Esto explica que el triunvirato que conduce a la CGT sea en realidad parte del bloque de poder que maneja el actual gobierno?
-Se van cambiando los nombres pero la conformación del sindicalismo es siempre la misma. Están por un lado los sectores participacionistas dispuestos a la “negociación” y del otro, los combativos.
La actividad industrial está muy comprometida. Con despidos y cesantías en todos los sectores y el gobierno presionando por reducir conquistas. Algunos sindicalistas piensan que en este marco es mejor tener más Repro para no perder afiliados, que romper el techo en las paritarias. Es decir, negocian con el Ministerio de Trabajo para la empresa.
Más allá del discurso, el movimiento obrero está dividido en muchos pedazos, no hay ninguna unidad y eso le conviene al gobierno que tiende a negociar de a uno.
En la CGT arregló con los gremios del Transporte y alejó la posibilidad de un paro. Eso le deja el brazo libre para ir contra la paritaria docente. Negocia con unos mientras golpea a otros. La mayor fortaleza del gobierno es la falta de unidad de los trabajadores
-El avance del gobierno sobre la organización sindical es arrollador. ¿La solidaridad como en los noventa terminará refugiándose en el territorio?
-La productividad y el presentismo laboral de a poco van abriendo los convenios. Se limita el derecho a huelga de los transportistas de Córdoba. Se cambian las condiciones de trabajo de los petroleros. En ese marco crecen organizaciones no tradicionales, ganan la calle, movilizan, pelean por nuevas reivindicaciones en muchos casos con éxito.
La CGT si bien concretó algunas señales hacia la Confederación de la Economía Popular, no hizo lo suficiente como para integrar a ese agrupamiento de organizaciones no tradicionales. No se la vio encabezando a plan de lucha después del último paro, con lo que dio la sensación hacia afuera que está negociando con el gobierno.
A mí me parece en cambio que su actitud es puramente defensiva. Cuando se quiebra la solidaridad no es fácil reconstruirla. Muchas organizaciones pelean por sus propios intereses. Volvemos a lo mismo, cualquier unidad del movimiento obrero es aparente.
Además, que estemos en un año electoral incide en que muchos dirigentes piensen que la cuestión puede solucionarse en las urnas.
Este es un gobierno que no negocia. Por eso muchos sindicalistas están tentados en pensar en una solución electoral.
Además, si después del paro total y la marcha de la CGT se profundizaba el plan de lucha, era muy difícil salir de un escenario que podía ser tildado de desestabilizador. Convengamos que es una instancia que tiene poco que ver con las políticas que se fija llevar adelante el triunvirato que conduce a la CGT.
-Hablabas de organizaciones no tradicionales como la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular. ¿Cómo asegurarse de que no sean fenómenos funcionales a una política clientelar de Cambiemos?
-Estamos ante miles de trabajadores que estaban en el subsuelo social de la patria y han sabido organizarse. Esto no puede menos que darnos esperanza. La sobrevivencia es lo urgente, pero esta gente está luchando por su dignidad. La CGT no debería dudar tanto en integrarlos de manera más orgánica.
El 27 de este mes se va a concretar una gran movilización donde estos sectores pedirán participar de la discusión del Consejo del Salario Mínimo Vital y Móvil. Estos sectores deben estar presentes. Son miles y miles de trabajadores.
No podes discutir el salario mínimo dejando afuera a la representación de la mayoría de los trabajadores.
-Llama la atención las diferencias salariales que se van consolidando entre distintos sectores de la clase obrera
-Tienden a dividir a los trabajadores, por lo menos en lo que hace a sus necesidades y urgencias. Hay salarios dolarizados. Corren en punta los trabajadores del transporte, aeronáuticos, camioneros. Un trabajador de este último gremio gana un promedio de 25 mil pesos, un bancario 26 mil contra 8.500 pesos de un metalúrgico. Acá tiene que ver mucho la tercerización laboral. Techint es líder en esto, tiene trabajadores que cobran aún por debajo del convenio de la Unión Obrera Metalúrgica.
En síntesis, están los trabajadores en blanco que tienen derecho a agremiarse y por lo tanto mejores derechos y salarios. Aquellos que están en negro y padecen peores condiciones laborales y por último, los de la economía popular, que son los más afectados por la desigual distribución de la riqueza
-¿Podemos hablar de la clase obrera como una fuerza que incide en la historia si no tiene conciencia de clase?
-El sindicalismo está obligado a repensarse. Se debe a que están surgiendo organizaciones no tradiciones con una fuerte mediación política. En materia de conciencia, hay que reconocer que falta mayor trabajo político en las bases. Los dirigentes deben dejar de pensar que cuando se hablar de trabajo político se está hablando de cargos en el gobierno o en las Cámaras de Diputados o Senadores. Es necesario discutir un proyecto de país que contenga a todos los trabajadores y que no existan, como ahora trabajadores de primera y de segunda.