Redacción Canal Abierto | Si el fuego de la convocatoria a un paro general aún ardía, este lunes quedó reducido a la expresión de una llama. La extinción ocurrió en Moreno al 300, sede de uno de los sindicatos más dialoguistas con los gobiernos: UPCN. Allí convergieron el ministro de Trabajo Jorge Triaca, el anfitrión Andrés Rodríguez, Gerardo Martínez de la UOCRA, José Lingieri de Obras Sanitarias y el triunvirato de la CGT: Juan Schmid, Carlos Acuña y Héctor Daer. Excepto la del bancario Sergio Palazzo, todas las corrientes estaban representadas.
«El paro no es oportuno porque tenemos voluntad de diálogo», aseguró Triaca a la salida. «Por lo que uno puede rescatar de lo que conversamos con los dirigentes durante todo este tiempo, creemos que no es el momento oportuno”, declaró después Daer a Radio El Mundo. En la misma emisora, Rodríguez de UPCN opinó: «En el actual contexto, no es momento para hacer un paro”.
La reunión se dio luego de las eyecciones que Macri impulsara en el Ministerio de Trabajo, 24 horas después de la movilización de las centrales sindicales del 22 de agosto pasado. Uno de los cambios que más pánico sembró entre los cegetistas fue el pasamanos en la Superintendencia de Servicios de Salud. El renunciado Luis Scervino –hombre del sindicalista Lingieri- manejaba el Fondo Solidario de Redistribución: una caja de 30 mil millones de pesos encargada de reintegrar a 300 obras sociales el dinero asignado a tratamientos de alta complejidad y medicamentos costosos.
Desde entonces, los “gordos” pertenecientes a los grandes gremios de servicios como Comercio y Sanidad, junto a los “independientes” de la UOCRA, UPCN y Obras Sanitarias, comenzaron a bajarle el precio al paro que eventualmente la central sindical definiría el próximo 25 de septiembre, en una reunión de comité central confederal.
Ambos sectores fueron los que intentaron desactivar la movilización del 22 de agosto durante los días previos. Al parecer fue Rodríguez quien entonces inclinó la balanza en una decisión trasnochada. No obstante la ruptura ya era un hecho. Sobre el palco en Plaza de Mayo no había ningún “gordo”.
La semana pasada, «gordos» e «independientes» cerraron filas con los sindicatos encabezados por el taxista Omar Viviani en el Movimiento de Acción Sindical Argentino, con los choferes de UTA y los ferroviarios. Sin estos dos, la contundencia de una huelga general quedaría invisibilizada.
Quien dio el visto bueno a los deberes de los sindicalistas fue Sandro Taricco, el funcionario que reemplazó a Scervino en la Superintendencia de Servicios de Salud. Días atrás almorzó con referentes de las 62 Organizaciones que lideraba el candidato de Cambiemos Momo Venegas y ya tranquilizó al resto de los dirigentes: Según trascendidos, no habrá alteraciones en el reparto de los fondos para las obras sociales.
La excusa pública de los cegetistas para desanimar la construcción del paro es que su agenda será atendida por el Gobierno. A tal efecto, habrían quedado en volverse a ver de manera formal en quince días.
El paro es “un instrumento que el movimiento obrero usa en los momentos en que cree que sus derechos son conculcados. Nosotros (por la CGT) tenemos bien en claro que somos inclaudicables en cuatro pilares que son fundamentales: los convenios colectivos de trabajo, la ley de contrato de trabajo, el sistema de seguridad social y el modelo sindical», sentenció ayer Héctor Daer.
Su versión choca contra las razones de las bases y sindicatos combativos. Desde la CTA Autónoma explican que estos temas en la agenda del macrismo tienen perspectivas regresivas: las patronales ya acordaron convenios a la baja con gremios dóciles, se perdieron centenares de miles de puestos de empleo, cae en bancarrota el poder adquisitivo del salario y para después de octubre se espera una reforma laboral espejada en Brasil.
«Hubo buena predisposición y la reunión sirvió para conciliar y reconstruir la relación, más allá de la conflictividad. Fue de tono amigable. El ministro nos garantizó que todos los temas laborales los debatirá con la CGT», respondió Gerardo Martínez a La Nación, como firmando un cheque en blanco.
En este escenario, el que quedó en soledad es el moyanismo. Hasta su hombre en el triunvirato, Juan Schmid, bajó los decibeles de una confrontación que más de ataque, urge como táctica defensiva. El 25 de septiembre, en el teatro Empire de la Fraternidad, la CGT terminará de definir si acompaña o no las peleas que el pueblo organizado libra contra la política económica.