Por Carlos Saglul | No es raro que un policía dispare sobre un joven, basta chequear los informes de estos días sobre la cantidad de abatidos por la policía. El aumento es preocupante. Los muertos son siempre los mismos, pibes de hogares humildes. El caso de Rafael Nahuel es distinto. Se trata de un crimen político. Fue fusilado por la espalda porque pensaron que era un militante. Cuando se escriben estas palabras, organismos de defensa de los derechos humanos, denuncian torturas contra sus compañeros también heridos. Pero el gobierno, lejos de investigar, sale en respaldo de los represores. El Ministerio de Seguridad señala que le preocupa el resurgimiento en la actuación de grupos armados. La verdad es que, acá los únicos armados son fuerzas que responden al Estado. Lo que preocupa es si estamos ante el resurgimiento del Terrorismo de Estado.
Clarín no tiene vergüenza en publicar versiones oficiales que hablan de “RAM y la violencia mapuche”. En un alarde de impunidad, habla de contactos de los RAM con grupos guerrilleros de los 70´ de Chile, donde no hay guerrilla o conversaciones con la ETA Vasca disuelta y convertida en un partido político. El delirio alcanza el paroxismo cuando se menciona Abdullah «Apo» Öcalan, «político turco, nacionalista kurdo», y líder del Movimiento de Liberación del Kurdistán.
El gobierno se desespera por fabricar un enemigo interno. No habían enterrado a Santiago Maldonado -que nadie piensa se arrojó por propia voluntad a las aguas heladas de un río patagónico, sin saber nadar, para así morir ahogado en medio de un operativo de la Gendarmería – cuando ya estaban, otra vez, disparando contra mapuches indefensos en Villa Mascardi, Bariloche.
Igual que con Maldonado, la justificación de la ministra Patricia Bullrich –como si fuera una postal de siglos atrás- habla de un ataque indio “con lanzas”. En todos los casos, está claro que las fuerzas de la represión han recibido instrucciones desde el Estado, que luego las respalda por todos los medios. La orden de exterminio contra los mapuches es más que una sospecha.
El escritor Miguel Bonasso se pregunta en su muro: “Primero violó la ley la Gendarmería con la desaparición forzada de Santiago Maldonado, ahora -de manera desembozada- la Prefectura sale a cazar mapuches a balazos, como si se hubiera abierto la temporada de caza. Si eso no es nazismo, ¿qué vendría a ser nazismo?”.
La extraña desaparición del submarino ARA San Juan le servirá al gobierno para cambiar a la cúpula de las fuerzas armadas. Se trata de colocar en su lugar a mandos más consustanciados con la guerra contra el narco-terrorismo, y no aquellos que, siguiendo las instrucciones de gobiernos anteriores – lo mismo sucedió en Brasil- tuvieran como hipótesis de conflicto la defensa de los recursos naturales. Cuando al ex presidente Luiz Inácio “Lula” da Silva le preguntaron para que quería un construir un submarino atómico, señaló que se necesitaban defender las inmensas reservas de petróleo que había descubierto Brasil en su plataforma marítima. Ahora, los submarinos son innecesarios, el golpista Michel Temer se las entregó a la Shell.
Todo es tan burdo que solo falta pongan algún aviso en Clarín solicitando terroristas. Cuando un gobierno necesita de enemigos internos, si no los tiene los fabrica. Primero, los “monstruos” aparecen como un ejército de sombras, después solo se trata de poner a trabajar algún servicio (topo) a reclutar chiflados en busca de algún líder nihilista. El Terrorismo de Estado, la violencia contra aquellos cuyos intereses se oponen a los Grupos Económicos comienza a dar sus primeros coletazos. El huevo de la serpiente está aquí, incubando entre nosotros.