Por Carlos Saglul | Si bien tenemos un Estado cada vez más policial, las formas de dominación del neoliberalismo se han perfeccionado desde la última dictadura. Comunicación, educación, ciencia: el sistema penetró todos los sectores y puso en marcha formas de colonización de la subjetividad. A través del monopolio de los medios, configuró una realidad virtual, un sentido común enajenado.
“Cuando pobres y ricos votan los mismos candidatos que los irán despojando de lo poco que tienen, significa que el marketing superó a la política”, sostiene la psicóloga Nora Merlin. Discípula del recordado filósofo Ernesto Laclau, Merlin es investigadora de la Universidad de Buenos Aires, master en Ciencias Políticas y autora de libros como Populismo y Psicoanálisis y Colonización de la subjetividad, donde desarrolla la vinculación que existe entre los campos del psicoanálisis y la política, y aborda cómo el poder configura nuestra forma de pensarnos.
El neoliberalismo, según sus propias palabras, está empeñado en la construcción de un hombre nuevo, que no es el “hombre nuevo” de Ernesto “Che” Guevara. ¿Cómo describiría a este hombre producto de la colonización más absoluta?
-El neoliberalismo, forma actual del capitalismo, es un dispositivo que se caracteriza por la producción de una nueva subjetividad y la producción de restos humanos: los “improductivos” (jubilados, discapacitados, desocupados, etc.).
Ya no se trata de un poder exterior visible e identificable que se impone mediante la fuerza, como fue el Plan Cóndor para el Continente Latinoamericano, los golpes de Estado realizados por las Fuerzas Armadas y las dictaduras de los 70. Estamos frente a un poder invisible, simbólico e imaginario, que se entrama en todos los aspectos de la cultura y crea e instala el sentido común a través de distintas técnicas de sugestión y manipulación. Este poder se encarna fundamentalmente en tres agentes: los medios de comunicación concentrados, la educación y la salud mental, que logran producir en gran parte de la sociedad lo que defino como “colonización de la subjetividad”.
Se trata de una hipnosis colectiva que conduce a una obediencia inconsciente de un ciudadano que se cree libre y que no registra que es un esclavo posmoderno que cumple órdenes.
Las características principales del colonizado son el individualismo, el consumo ilimitado, la exacerbación de la imagen, la ausencia de pensamiento crítico, el pensamiento despolitizado, la repetición de una retórica automática, vacía de contenido, racista y xenófoba. Una subjetividad deprimida, deudora y culpable porque el individuo, empresario de sí mismo, nunca da con la talla esperada por una cultura meritocrática organizada como un negocio. Una subjetividad angustiada, medicalizada, con niños etiquetados en un totalitarismo de la normalidad. Una subjetividad que se autoexplota porque introyecta los imperativos culturales en los que ninguno de sus rendimientos alcanza. Una subjetividad sin pasado, sin legados simbólicos y sin memoria que, además, tiene la obligación de ser positivo y feliz.
¿Cuál ha sido el papel de los medios de comunicación para convertir al neoliberalismo en una forma de absolutismo?
-Los medios corporativos ejercen un totalitarismo comunicacional y semiótico, un discurso único que digita el sentido común y lo impone a fuerza de repeticiones, mentiras, posverdad, marketing, e instalación de prejuicios, creencias y odio.
El poder mediático se apropia totalitariamente del significado de las palabras. Por ejemplo la democracia es sin pueblo, la política es violenta, la militancia está conformada por vagos, los trabajadores estatales son ñoquis, etc.
Algunos dicen en estos días que la historia se repite, que ya se podría estar llamando una vez más a Domingo Cavallo como ministro. ¿Es factible una especie de compulsión al fracaso colectivo?
-La historia se repite, lo que estamos viviendo es un déjà vu aggiornado al siglo XXI a través de las nuevas tecnologías, estrategias comunicacionales y el lawfare (guerra jurídica), junto con una concentración mediática nunca vista plagada de operaciones mediático-judiciales.
Dejando de lado a la dictadura y a la época de la Triple A, pocas veces la violencia estatal llegó a los extremos actuales. ¿Puede haber una suerte de acostumbramiento ante esta situación que colabore con el marco de impunidad que la rodea?
-Hay un retorno del sometimiento social al poder real (del rey) que tomaba fundamento en la suposición naturalizada de que la fuente provenía de Dios. Actualmente, se juega como obediencia inconsciente al poder real que hoy son las corporaciones que ejercen control y disciplinamiento sobre la subjetividad.
El neoliberalismo tiene dos maneras de instalarse: por la violencia real y la represión, o por la violencia simbólica e imaginaria. Esto constituye un poder invisible pero más eficaz, que genera sugestión y obediencia y en el que se naturaliza la pérdida de derechos y la movilidad social descendente.
Se promueve desde el poder y se naturalizan conductas racistas y xenófobas que atentan contra la solidaridad y la fraternidad. Se alimenta el odio, la venganza, la justicia por mano propia, y toda clase de atropellos e impunidad estatal, se desprestigia a los adversarios políticos y dirigentes sociales a los que se los estigmatiza mediante el significante “corrupción”.
Estamos en una situación de debilitamiento del Estado protector transformado en Estado policía que falla en su función central, que es atenuar la hostilidad entre las personas y ampararlas. Crece la desprotección y la angustia social, lo que significa desamparo e indefensión.
Usted ha sido muy crítica con las reformas que se intentan en los hospitales Borda y Moyano. ¿Podemos decir que son parte de las políticas de dominación a partir de las neurociencias?
-La industria de los laboratorios constituye una de las grandes corporaciones a nivel global. Estos monopolios precisan una subjetividad medicalizada que consuma remedios, por lo que inventan trastornos, enfermedades y epidemias.
Hay niños etiquetados de por vida con el TDH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad), angustias medicadas, epidemia de ataque de pánico, y una sociedad adicta a los fármacos.
Las neurociencias pueden llegar a ser de utilidad para algunos problemas neurológicos, pero intentar reducir el sujeto, efecto del lenguaje, sus determinaciones inconscientes, familiares, políticas, etc., a la lógica de la neurona y el funcionamiento del cerebro, constituye un anacronismo prefreudiano, aunque lo presenten como lo hipermoderno.
¿Cuáles son las posibilidades de un proceso de descolonización?
-Una apuesta firme y decidida a la política democrática sostenida por un deseo de emancipación que sea capaz de ir en contra de las identificaciones homogeneizantes propia de la psicología de las masas. Una resistencia a ser manejado como una marioneta por el poder, una apuesta al amor, al arte, la amistad y todo aquello que escape al circuito de la mercancía.
Por último, la construcción de una hegemonía sostenida en la voluntad popular, esto significa la construcción de pueblos nacionales y singulares que sean capaces de radicalizar la experiencia democrática.
Foto: Sandra Cartasso