Por Sergio Alvez | Se cumplen 42 años del golpe de Estado que dio inicio en Argentina a la dictadura cívico-militar más sangrienta de la historia continental. La revisión crítica de aquel periodo incluyó el enjuiciamiento y condena de hasta el momento casi 700 represores. Se han escrito cientos de libros y producido numerosas investigaciones que en muchos casos contribuyeron a la aparición de hijos y nietos de desaparecidos. Miles de historias pudieron ser reconstruidas. Se reconocen como víctimas de la dictadura a militantes sociales, sindicalistas, estudiantes, exiliados, obreros, políticos, intelectuales. Pero en este universo, rara vez aparecen en los relatos los Pueblos Originarios.
Sin embargo, existe un tendal de historias aún en reconstrucción que dan cuenta certera de la participación de integrantes de pueblos y comunidades Indígenas en organizaciones que resistieron los embates de la dictadura. Muchos de ellos fueron secuestrados, asesinados o permanecen desaparecidos.
Un capítulo aparte se abre cuando tenemos que hablar de los Pueblos Originarios y su participación en la Guerra de Malvinas, también en el periodo dictatorial. A continuación, un recuento de algunas voces de investigadores que abordaron la temática, para echar un poco de luz sobre una historia invisibilizada de los relatos masivos, incluso de la mayoría de las organizaciones que reivindican las luchas que se llevaron a cabo contra el terrorismo de Estado en la Argentina.
“Hay prejucios que se repiten”
“La idea de hacer un trabajo sobre pueblos originarios y dictadura surgió para romper un poco con la forma en que construimos la idea de Estado y ciudadanía y de qué somos los argentinos, y esto de pensar la actividad política de las personas con el ser o no ser indígena. Existe una idea folclórica que fue sostenida por cierta antropología tradicional de que el indígena no tiene preocupaciones políticas, que la política es una cosa de personas modernas, civilizadas, urbanas” expresa la antropóloga Diana Lenton, investigadora del CONICET que hace varios años viene llevando adelante junto a otros profesionales, una investigación acerca de los Pueblos Originarios durante la dictadura y trabajando fuertemente en una resignificación del concepto de genocidio.
Sostiene Lenton que “hay prejuicios que se repiten, que los indígenas no perdieron nada durante la dictadura, por ejemplo, como si la dictadura hubiera afectado a luchadores políticos de otra clase pero a los indígenas no los hubiese tocado. Pero uno empieza a recorrer las comunidades y le cuentan lo que pasó”. La antropóloga intenta poner en el eje de la discusión el hecho de que las reivindicaciones a militantes víctimas de la dictadura visibilizan a argentinos “blancos” pero excluyen casi totalmente a las víctimas de los Pueblos Originarios, “como si no hubiera pasado nada”.
Algunos desaparecidos indígenas
Celestino Aigo era un joven mapuche que vivía en la localidad neuquina de Aluminé, perteneciente a una familia de la comunidad mapuche de esa zona de la provincia. Era, además, un militante social del Barrio Villa Florencia de Neuquén. Fue secuestrado de su casa la noche del 22 de agosto cuando tenía 23 años. Su hogar fue ocupado por agentes de civil que portaban armas largas, con las que golpearon a su hermano mientras lo esperaban a él. Era un activo militante por los derechos del pueblo ancestral mapuche.
En agosto de 1976, Teresa Aigo tenía 14 años cuando militares armados y encapuchados golpearon la puerta de su casa del barrio Villa Florencia, en donde vivía con sus padres y sus hermanos Elsa y Celestino. El miedo los paralizó y, al no responder, los encapuchados derribaron la puerta y entraron poniendo un arma en la cabeza a cada persona que había en la vivienda. Les gritaban y los amenazaban con matarlos si no se callaban. Sólo uno de los militares dejaba ver su rostro, “un hombre de rostro blanco y redondo”, recordó Teresa, aunque nunca pudo ser identificado. Fueron directo al esposo de Elsa, Juan Alberto Manque Ñanculef, y le preguntaron su nombre. Luego hicieron lo mismo con Celestino. “Así que vos sos el famoso Chino”, le dijeron. Inmediatamente se escuchó “un culatazo o un golpe contra la pared”, relató Teresa, “se lo llevaron y esa fue la última vez que supimos algo de él”.
La búsqueda por las comisarias, el batallón 181 y las morgues fue inútil. Celestino nunca apareció. Teresa era muy chica y tardó en comprender lo que había ocurrido, pero entendió que su hermano quería “un futuro mejor”.
Gladys Canelo es prima de Horacio Canelo, militante peronista descendiente del pueblo comechingón, desaparecido el 12 de junio de 1979 tras su paso por el centro clandestino de detención La Perla.
Gladys confiesa que, aunque se sabían descendientes, la recuperación de la identidad comechingona comenzó a principios del siglo XXI, muchos años después de la desaparición de su primo. Recién en ese momento pudieron conocer cómo habían sido expropiados los territorios de su familia entre 1882 y 1890, luego vendidos a extranjeros. Aun así, está convencida de que es necesario diferenciar la muerte de los hermanos originarios como un modo de demostrar que “también fueron constructores de este país”. Su afirmación resuena también para los otros descendientes: “Nuestro derecho es preservar las costumbres, pero tenemos que entender que formamos parte de este Estado. Este territorio no va a volver a ser lo que fue antes de la conquista. Por eso creo que la interculturalidad debe ser el verdadero fin”, reflexionó.
Sergio Wenceslao Copa, tenía 20 años y militaba en la Juventud Peronista. Fue secuestrado el 2 de septiembre de 1976, en el departamento salteño de Rivadavia, y desde entonces permanece desaparecido. Nacido en San Ramón de la Nueva Orán, Salta, el 23 de febrero de 1956, Sergio hizo la primaria en la escuela San Antonio de esa ciudad. En sus venas corría sangre de los pueblos originarios. Era jornalero en la comunidad Wayco Hondo del pueblo Tastil. Para su hermana Gloria, fue Sergio el vínculo con sus orígenes, lo que despertó su interés militante. “Él se relacionaba mucho con mi abuelo, quien le contaba la historia de la familia. Mucho lo amaba. El abuelo tenía por costumbre celebrar a la Pachamama y poner las mesas con los panes”, contó. Sergio fue secuestrado en Banda Sur, Salta, el 2 de septiembre de 1976 (aunque otro registro da como fecha de desaparición el 3). En 2009, el Concejo Deliberante de la ciudad de Orán designó por ordenanza y a pedido de los organismos de Derechos Humanos siete calles con el nombre de los desaparecidos y asesinados del lugar. Una de esas calles lleva el nombre de “Militante Peronista Sergio W. Copa”.
El impulso por revisar el rol de estos pueblos en la historia argentina, y en particular durante la dictadura, atraviesa a todo el país. En Jujuy, los kereimba iyambae, guaraníes, investigan las desapariciones en el apagón del ingenio Ledesma, así como los traslados que descendientes de otras provincias, como los diaguitas, sufrieron desde los Valles Calchaquíes a la azucarera. También en Santa Fe, los miembros de los pueblos q’om y moqoit investigan los episodios vividos en los 70 en relación con otros hechos históricos: las luchas por la independencia o la Asamblea del año XIII.
“Nuestros hermanos militaron dentro de las líneas partidarias, sindicales, porque la lucha que teníamos no era sobre el derecho indígena. Era más amplia. Desde 2009, nos propusimos otra vez salir de la resistencia para hacer una propuesta desde los pueblos originarios. Queremos incidir en política, en la agenda pública, para cambiar el paradigma de una Argentina lineal y ser parte del armado de la nueva Argentina. Una Argentina pluricultural basada en el respeto”, resumió Ariel Navanquirí, dirigente de la Organización de Comunidades Aborígenes de la provincia de Santa Fe.
Indígenas en Malvinas
Es sabido que cientos de hombres indígenas combatieron en la Guerra de Malvinas. Parte de esta historia fue rescatada por el historiador qom Juan Chico, en su libro Los Qom de Chaco en la guerra de Malvinas.
“Este trabajo tiene ese objetivo, es decir, un objetivo descolonizador para que en las próximas intervenciones nuestro gobierno pueda argumentar no sólo la presencia argentina desde 1820, sino también que esa ocupación estuvo hecha por miembros de los pueblos indígenas con presencia milenaria en esta tierra, nuestra tierra ancestral. Esto le da, sin dudas, una nueva perspectiva al reclamo de soberanía contra el invasor, y estamos convencidos de que trabajando de esta manera la cuestión de Malvinas hará posible su recuperación en un futuro no lejano. Y será, tal como lo dicen los excombatientes indígenas, una recuperación lograda ya no con las armas, sino con el diálogo, en la que no hay ganadores ni perdedores, sino el triunfo de la humanidad libre del colonialismo”, expresa el autor.