Por Jésica Farías /Revista Cítrica | Vivas se quieren. Y con laburo digno. Muchas llegaron a la cooperativa textil con la triste experiencia de haber aprendido el oficio en talleres clandestinos, esos centros que denigran y coartan derechos; otras porque practicaban la costura en sus casas para después salir a las ferias, comercializar ahí y parar la olla. Todas, después de reunirse en la Salita de Salud Comunitaria La Mestiza –que forma parte de la agrupación Seamos Libres-, decidieron presentar batalla y tomaron las máquinas, que no dejan de meter puntada. “Colectivamente, porque todas pusimos algo, compramos un poco de tela, después una máquina. Así arrancamos a fabricar calzas. Fueron 12, que se vendieron automáticamente. Después hicimos más cantidad. Hoy estamos trabajando. Algunas ya no están, somos unas cinco con un local más grande, con más máquinas”, rememora Beatriz Maidana, una de las asociadas.
“Decidimos ser una cooperativa porque nos pareció que no necesitábamos jefe ni nada y porque cada una podría aportar sus propias ideas. Arrancamos aportando ideas buenas, nos empezamos a escuchar, a sacar algo positivo de todas. Un factor determinante fue la unión. Queríamos y queremos progresar, tener un trabajo digno”, refuerza Beatriz. Ella es la encargada de comprar las telas, de armar presupuestos de la Cooperativa La Mestiza, Mujeres de máquinas tomar. También corta y arma prendas. No para de celebrar la decisión de haberse embarcado en el cooperativismo: “Es mejor porque no hay dueños ni empleados: somos todas socias, todas nos ocupamos de todo. Cada una hace el trabajo que se tiene que hacer”.
Y aunque las medidas del Gobierno opriman –“se hace más difícil la lucha porque ellos importan cosas muy baratas y eso hace que la competencia sea desleal”, reflexiona-, ellas siguen cosiendo en su local de Villa Soldati, a pocas cuadras de la estación de trenes. Palo a palo le dan a sus máquinas, con las que confeccionan prendas y también estampan. Honor les hacen a aquellas otras mujeres que el machismo incendió en marzo de 1911 en Nueva Cork, en su mayoría migrantes y, todas, en condiciones laborales deplorables.
Las mestizas no sueñan, la tienen clara: para cortarla con el patriarcado que excluye y violenta a mujeres, lesbianas, travestis y trans; se necesita del feminismo. “Claramente tiene un rol muy importante a la hora de cambiar esta sociedad en la que estamos viviendo”, apunta y sigue: “Ya hicimos un paro internacionalmente porque somos nosotras las que nos paramos, las que decimos no al sistema, las que luchamos contra la desigualdad”. Dice la costurera que el 8 de marzo también salió a la calle para reclamarle a Mauricio Macri que pare de ajustar. Y también llevaron bien alto los pañuelos verdes que el 19 de febrero inundaron la Ciudad: ellas mismas comenzaron a confeccionarlos hace algunas semanas y están muy contentas de poder aportar a esta lucha.
Antes de despedirse, mientras mete mano en la tela del color de la esperanza, nos estampa: “Vemos que el feminismo avanza, somos mujeres con fuerza y que también podemos competir en la calle, en donde sea”. Sin dudas, Beatriz: que va a vencer.
*Fuente: Cítrica
Foto: @dicoluciano