Por Carlos Saglul | Dicen que ninguna clase social se suicida. No hay regla sin excepción. La clase media es el principal apoyo electoral, junto a los jubilados, del gobierno de Mauricio Macri. Es trágico, porque la reconversión neoliberal que comenzó la dictadura militar y culmina Cambiemos tiene por principal víctima precisamente a los sectores medios.
Con los primeros aumentos, la clase media comenzó a consumir segundas marcas. Después, cambió de supermercados, redujo las porciones de comida y hasta el número de veces que come en el día.
Hartos de la “corrupción de todos los políticos”. Convencidos de que “cada uno hace lo suyo” y de que lo colectivo es “cosa de zurdos”. Apurados porque “se le desate las manos a la policía”. Más afectos a los programas de Marcelo Tinelli y sus cuartos traseros que a ejercer el pensamiento crítico, confiaron en un gobierno de CEOs. “Si ellos se enriquecieron sabrán como enriquecernos”, pensaron sin plantearse a quiénes les falta lo que alimenta las grandes fortunas, en los miles de millones fugados del país rumbo a los paraísos fiscales.
Los últimos aumentos de tarifas afectan especialmente a la clase media: transporte, obras sociales, combustible. Desde los grandes medios, periodistas militantes del ajuste le explican cómo ahorrar electricidad. “Con cinco minutos bajo el agua de la ducha ya está”, le dicen.
El sector energético, pese a las promesas de reactivación del presidente Macri, no aumentó su producción, importa cada vez más. Algunos mal pensados recuerdan que los amigos presidenciales Nicolás Caputo , Marcelo Mindlin y Rogelio Pagano dueños (o por lo menos a cargo) de Edesur, Edesa, Edelap y casi todas las distribuidoras que embolsaron el año pasado 11.300 millones de pesos. Ganaron 942 mil millones por mes. ¿Cuánto invirtieron? Está a la vista: la electricidad se corta y los apagones afectaron a millones de usuarios el verano pasado.
¿Qué paso con las tarifas de gas? Aumentaron en la Ciudad de Buenos Aires entre 2015 y abril de 2018, de un 400 a 920%. Todavía falta el agua, que se incrementará en no menos del 60%. El subte se irá a $11 en mayo y a $12,50 en junio. Subieron los peajes. El precio del combustible está liberado.
Cuatro de cada diez personas teme perder el trabajo. A los jubilados se le redujeron los haberes y la reforma laboral sale de a poco en medio de miles de despidos. Carrefour es un ejemplo, Cargill otro. El chantaje es: cierre; o despidos, flexibilización y baja salarial. En algunas oficinas de la Administración Pública reparten folletos que dicen “retiro voluntario”. Manera muy cheta de decir: “te damos unos pesos y te vas, o esperás a que te echemos”.
Los más optimistas opinan que la inflación anual será del 21 por ciento. El Gobierno insiste con su tope del 15, cuando casi todos se están dando cuenta de que ese número es sólo el techo para los salarios que se siguen pulverizando.
El jefe de Estado sigue insistiendo en que el ajuste es gradual. Macri y sus asesores no hacen nada nuevo. Noam Chomsky, refiriéndose al control social y el relato del neoliberalismo, afirmó: “para hacer que la gente acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990. Estado mínimo, privatizaciones, flexibilidad laboral, desempleo en masa, salarios que no aseguran ingresos decentes, tantos cambios hubieran provocado una revolución”.
En sus últimos mensajes, Macri interpela a la gente, señalando que consumen más de lo que deberían. El multimillonario presidente de un gobierno de CEOs que tienen sus ahorros en guaridas fiscales de todo el mundo reclama “ahorrar”. El capitalismo que es sinónimo de consumo llama a reducir el consumo. ¿No era que eso pasaba en Venezuela, el fantasma predilecto? Para Chomsky “hacer creer al individuo que es solamente él el culpable de su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos (meritocracia), logra que en lugar de rebelarse contra el sistema económico se culpe y autoinvalide”.
¿Fenecerá de a poco la clase media como la ardilla hipnotizada por la comadreja con los ojos puestos en ese mundo feliz que les promete el jefe de Estado a cambio de los sacrificios actuales y que jamás llegará? ¿Y entonces vendrá la violencia del desengaño? Previsores, los gobiernos neoliberales despiden estatales, maestros, médicos pero no dejan de tomar policías, gendarmes, de comprar balas, gases, helicópteros israelíes.
Macri cae en las encuestas. Una mayoría dice que no lo votaría. Pero convengamos que ese sector del electorado está dividido. Que Macri tenga posibilidades de ganar a esta altura del ajuste, el vaciamiento del Estado, las denuncias de corrupción en su contra y de casi todo “el mejor equipo de los últimos 50 años” -hay que reconocerlo- es un verdadero éxito. ¿Logrará la perversidad neoliberal que sus víctimas le den la victoria? Es muy posible. Después de todo, es la historia del neoliberalismo aún hoy cuando los golpes militares han sido reemplazados por otras formas de control a través del bloqueo informativo, la utilización política de la Justicia que puede voltear presidentes o proscribirlos y todos los recursos de la neurobiología, la psicología aplicada que hace que el sistema conozca al votante mejor de lo que éste se conoce a sí mismo. La comadreja baila alrededor del conejo que la dobla en tamaño y la mira asombrado. Queda como hipnotizado. En medio su danza hipnótica la comadreja se acerca, le salta al cuello y, cuando menos se lo espera, lo asesina.