Por Sergio Alvez | Aún hoy, algunos ancianos recuerdan a un hombre que subido a un cajón de madera, en el centro de Oberá, vociferaba –para ocasionales escuchas– discursos con una voz de presencia imponente: consignas libertarias y de profundo contenido revolucionario.
Otros hombres, recuerdan a ese mismo sujeto disparando su oratoria de fuego en la densidad de los montes misioneros. Arturo Lozza, dice: “Marcos Kanner, cuando daba conferencias sobre la situación en los montes (era su época de anarquista antes de ingresar al Partido Comunista) estremecía al auditorio lanzando el grito salvaje del nativo cuando derribaba el quebracho. Ese grito de triunfo del hombre sobre la naturaleza era el Sapucay. Marcos Kanner lo gritaba al estilo indio, penetrante, estremecedor”.
¿Quién era ese grandote que hipnotizaba a la audiencia con sus palabras, en el campo y la ciudad?
Hijo de un librero judío y huérfano de madre desde niño, Kanner nació en 1899 en Carlos Casares, provincia de Buenos Aires. Gran parte de esa infancia y la primera juventud vivió en Concepción del Uruguay (Entre Ríos), donde su padre abrió una librería llamada Juan Bautista Alberdi. El joven Marcos aprendió el oficio paternal y durante un tiempo atendió la librería.
Marcos Kanner. Militancia, símbolo y leyenda es el título de la investigación realizada por la antropóloga residente en Oberá Lida Martínez Chas. “Las discrepancias entre su padre y la familia formada por éste en segundas nupcias llevaron a Marcos a tomar decisiones afectivas y laborales casi definitivas, como la ruptura de vínculos familiares y la incorporación al trabajo”, refleja la autora.
A finales de la segunda década del siglo pasado, Marcos incursionó por primera vez en la vida obrera al incorporarse al frigorífico Cándida –nombre puesto por su propietario, el entonces gobernador de Entre Ríos, Justo José Urquiza, en honor a su madre– que exportaba carnes saladas y cuero. Las carnes iban a parar a los estómagos hambrientos de los esclavos en Cuba y el cuero, a Europa.
Allí, Kanner vivió en carne propia la degradación a la que eran sometidos los trabajadores, a partir de salarios miserables y la explotación como método de la patronal para obtener plusvalía.
“Esta situación provocó en él sentimientos de rebeldía que manifestó con la decisión de partir de su casa paterna, con la voluntad de proletarizarse y construir un destino ajeno a las creencias y valores que incorporó durante su niñez” sostiene Martínez Chas en su obra.
Pronto, Marcos se trasladó a Santa Fe dónde estableció sus primeros contactos con el mundillo de los anarquistas de entonces, y se fascinó especialmente con la figura de Arturo Dupont, líder anarquista francés gracias al cual conoció La Liberté, un material escrito en francés que reproducía la toma de la Comuna de París, escrita por Piotr Kropotkin, uno de los autores más consultados por los contenidos didácticos que tenían sus discursos en la doctrina libertaria. Otras de las tantas lecturas que fueron forjando el espíritu revolucionario de Kanner fueron Alma Gaucha (1909) de Alberto Ghiraldo, y ejemplares del periódico anarquista La Antorcha.
“Rafael Barret fue un escritor de la problemática de los obreros de la yerba mate en el Paraguay. Las lecturas de sus denuncias construyeron en Kanner el predicamento enunciativo en todos los recorridos de las fondas de la región histórica; asimismo, definieron su posterior establecimiento definitivo en el territorio misionero”, aporta Martínes Chas en el capítulo “Construcción de la identidad anarquista de Kanner”, de su tesis sobre el revolucionario.
El acercamiento de Kanner a Dupondt fue construyendo una sólida amistad entre ambos. Juntos recorrieron Santa Fe organizando innumerables sindicatos y encabezando huelgas y protestas obreras.
El epílogo de aquella primera etapa anarquista de Kanner coincide con su descubrimiento de lo que entonces era el Territorio Nacional de Misiones, a dónde fue enviado en 1919 como delegado de la Federación Obrera Marítima, con el objetivo de interactuar con otros sindicatos que comenzaban a operar en Posadas.
Un anarquista en la tierra roja
Ya en Posadas, ciudad portuaria unida a Encarnación (Paraguay) por el río Paraná, Marcos se instaló en el Hotel Majestic, ubicado estratégicamente frente a las oficinas de Dodero-Mihanovich, una de las compañías navieras que explotaba a su obreros.
Los anarcosindicalistas propiciaban la acción directa como método de lucha sindical obrera. Ésta se hacía efectiva mediante las huelgas que, como se dijo anteriormente, eran iniciadas por los sindicatos marítimos y del ferrocarril a fin de impedir la entrada al y del puerto de Posadas, las mercaderías provenientes de Buenos Aires y Rosario”, enuncia la investigación sobre Kanner.
La actividad de Kanner y la de otras anarquistas ilustres de la región como su amigo Eusebio Mañasco, desembocaron por entonces en la primera huelga sindical en la historia de Misiones. Este conflicto histórico fue encabezado por los obreros marítimos del vapor español Nuñez-Gibaja-Martínez y tuvo lugar en 1917, como respuesta a la suspensión del pago por horas extras por parte de la patronal.
Con Kanner como delegado regional, la Federación Obrera Marítima se convirtió en una organización poderosa que desde 1916 impuso a base de lucha una serie de conquistas laborales dentro de las empresas navieras de cabotaje y de ultramar.
“Además de ser delegado de la FOM fue nombrado por elecciones sindicales delegado de la Unión Sindical Argentina (USA) con el fin de transitar y ampliar las reorganizaciones sindicales en otras regiones del país. Es así que antes de establecerse definitivamente en Misiones recorrió otras provincias. Una de ellas fue Santa Fe en donde militó en Beravebú por mandato de la Federación. Allí, apoyó la creación del Sindicato de Obreros Rurales Cosecheros del maíz. Luego acompañó el emprendimiento en territorios de La Forestal, y en la provincia de Formosa”, completa la biógrafa.
En pocos años, Kanner ganó mucha experiencia en la organización de las masas obreras, y afincado ya en Misiones se transformó en el mayor organizador de los mensú (hoy conocidos en Misiones como tareferos), esos obreros rurales explotados en los campos de yerba mate y té.
Primera toma libertaria de América Latina
El 20 de febrero de 1931, Kanner ocupó un rol determinante en lo que se conocería como La toma de Encarnación, suceso recordado como la primera toma libertaria de América Latina.
“La toma de Encarnación fue encabezada por un movimiento anarco-comunista inspirado en las ideas de Rafael Barret y en la Comuna de París, con la dirección intelectual de Oscar Creyd y Ciriaco Duarte, encabezado por Obdulio Barthe y por Cantalicio Aracuyú, y Marcos Kanner, en un operativo que duró 16 horas del día 20 de febrero de 1931. Sin derramamiento de sangre, las principales autoridades, encabezadas por el delegado de Gobierno, huyeron de la ciudad, que quedó al mando de los 150 revolucionarios que protagonizaron la acción”, cuenta el historiador encarnaceno Ramón Reverchón, en su informe Encarnación, ciudad con historia.
El escribano y ex vocero de la dictadura de Alfredo Stroessner, Juan Benítez Rickman, tiene una visión menos romántica de lo acontecido: “fue apenas un descabellado plan de atacar la ciudad de Encarnación donde un grupo armado a cargo de dirigentes comunistas se encargó de atacar la Delegación civil de la Ciudad, teniendo partidarios del movimiento guerrillero en las ciudades de Asunción y Villarrica. Luego de 16 horas de ocupación y de querer proclamar la primera república “bolche” en América del Sur, al ver que no tenían apoyo popular se internaron en los montes de entonces y luego retornaron a territorio argentino”.
En la toma, Kanner fue el encargado de oficiar de nexo organizativo entre los militantes de uno y otro lado del Paraná. Las reuniones organizativas del “soviet” se venían realizando ya desde principios de 1929 en un subsuelo del centro posadeño, siempre de madrugada.
El Comando Revolucionario se estableció en el cuartel de la Subprefectura del Puerto de Encarnación instalada en el depósito de la Aduana. Desde allí se nombró a Oscar Creydt (paraguayo, abogado, profesor universitario y militante comunista ) como Presidente de la República del Paraguay. A Kanner se lo nombró como subprefecto de la Aduana.
Entre otras consignas, la toma se había establecido en respuesta a la salvaje implementación del modelo agroexportador que regía en Paraguay, al igual que en Argentina, que venía provocando el empobrecimiento acelerado de miles de campesinos y obreros.
Tras 16 horas de toma, la revolución había sido abortada por las fuerzas militares paraguayas. Algunos revolucionarios fueron enviados a la Isla Margarita de Paraguay como presos comunes. Otros, detenidos y torturados en cárceles infrahumanas. Kanner, alcanzó a huir en la deteriorada embarcación paraguaya Bell, remontando el río Paraná hacia el Brasil. En su fuga acuática, Kanner y otros revolucionarios fueron perseguidos por la policía paraguaya, que se movía en embarcaciones mucho más veloces que la de los perseguidos.
Marcos, el hijo homónimo de Kanner (que aún vive en Oberá) recuerda: “el maquinista de la lancha de la policía paraguaya en un determinado momento sacó una pieza clave del motor, lo que hizo que ésta se quede sin fuerzas hasta detenerse completamente. Los policías preguntaban qué pasó y el maquinista les respondía que no sabía lo que había sucedido con el motor. Mucho tiempo después, éste señor se encontró con mi padre y le contó lo sucedido en esa oportunidad. Mi padre le preguntó por qué había hecho eso a lo que el entonces maquinista contestó: ‘Es que yo, también estaba con ustedes’”.
Amistades, encierros y adiós al anarquismo
En distintos lapsos de su vida, Kanner pasó en total más de diez años preso. Su febril actividad militante desquiciaba a las furibundas fuerzas del orden, desde siempre al servicio y cuidado de los bienes patronales.
Libertad Kanner, hija de Marcos que vive en Oberá (atiende una farmacia pionera en el pueblo), rememora que “cuando se llevó a cabo el levantamiento de colonos rusos, polacos y ucranianos en Oberá (Masacre de Oberá, 1936), llegó la policía a caballo a la casa de Horacio Quiroga en donde estábamos de vacaciones y lo llevaron detenido a Posadas a mi padre, seguramente como el principal agitador de los colonos. Siempre que tiraban un cohete en Misiones, venían a buscar a mi padre y lo llevaban preso”.
La anécdota refleja la amistad que unía al anarquista con una figura de la literatura universal: el uruguayo Horacio Quiroga, quien vivió durante mucho tiempo en San Ignacio, dónde además de escribir varios de sus libros supo ser un desganado juez de Paz de la localidad.
Para Martínez Chas, “esta relación estuvo unida principalmente por la cultura, aunque también había en Horacio Quiroga una simpatía al pensamiento anarco-bolche. A Kanner y Quiroga los ligó, además, una amistad familiar, tanto que, en varias ocasiones, Kanner y su familia eran invitados por el escritor a pasar vacaciones de verano en su residencia. Las charlas entre ellos eran acerca del río Paraná y seguramente los conflictos obreros de la época porque Horacio también escribió un libro que se llama Los Precursores y que tuvo que ver con el tema de los mensú”.
Otra amistad importante –y ceñida de mayores tintes políticos- para Marcos fue la que mantuvo con el obrero paraguayo, foguista y militante del gremio marítimo Eusebio Mañasco, quien llegó al territorio misionero aproximadamente en 1918, poco antes que Kanner. “Mañasco era, según sus seguidores, ‘insobornable’, ‘dirigente creíble’, ‘que se enfrentaba a los capataces y patrones en beneficio de los obreros rurales’”, apunta Martínez Chas.
Juntos, Kanner y Mañasco protagonizaron varias campañas de organización de obreros explotados por empresas e industrias de diversos rubros, en especial establecimientos yerbateros de Misiones que sometían a los mensú a regímenes esclavistas.
Entre el monte y los yerbales, Kanner se ganó el amistoso sobrenombre de “Sarambí”, que en guaraní significa algo así como “desorden”, “quilombo”.
En este contexto, llegaría un episodio que acabó con la detención y posterior condena a cárcel perpetua para Mañasco. El caso fue ampliamente comentado en la región y ocurrió en albores de la década del 20 a partir del asesinato de un colono en San Ignacio.
Mañasco, que había rechazado recientemente un suculento soborno de una de las empresas abusadoras más grandes de la zona para que cese su actividad sindical, fue acusado por aquel crimen y detenido en julio de 1921 por el policía Leandro Verón, quién más tarde, en 1936, sería actuante principal de la sangrienta Masacre de Oberá. Fue trasladado a Posadas y posteriormente a la cárcel de Devoto.
Luego, y como lo hiciera en su momento Severino Di Giovanni en Buenos Aires para con Sacco y Vanzetti, Kanner desarrolló una intensa campaña de agitación nacional exigiendo la libertad de su amigo. Finalmente, por estas campañas, también fue detenido y encerrado en Devoto, dónde permaneció una larga temporada.
Estando preso, decidió abandonar el anarquismo y afiliarse al Partido Comunista.
Hacia 1940, Marcos se instaló a vivir en Oberá, dónde continuó su labor militante afianzando la creación de más sindicatos como el de los Canillitas y de los Obreros Rurales de Oberá. También fue propulsor de la primera cooperativa eléctrica de la ciudad y llegó a ser candidato a vicegobernador de la provincia. En 1950, participó activamente del proceso de provincialización de Misiones. Cuentan que por esos años enseñó a leer y escribir a cientos de obreros rurales en los montes misioneros.
También en su estadía obereña –que duraría hasta su muerte en 1981– Kanner se interesó por temas vinculados al cuidado del medio ambiente y la literatura, y llegó a escribir una pieza teatral denominada La Epopeya del Té.
Además, sostenía una fluida amistad epistolar con Fidel Castro.
Kanner también fue el primer periodista acreditado que tuvo Misiones –pese a que nunca ejerció la profesión más allá de los artículos escritos en el periódico anarquista Bandera Proletaria, dónde también escribía Mañasco- ya que a mitad del siglo pasado el director del diario Crítica, Natalio Botana, lo acreditó para que pudiera infiltrarse en determinados ámbitos de difícil acceso.
“Kanner andaba siempre de alpargatas y sombrero. Podría decirse que militó hasta el último de sus días, aunque en los últimos años de a poco se fue desvinculando del Partido Comunista. Sin dudas fue un personaje ilustre al que la provincia le debe mucho, principalmente una reivindicación”.
El poeta Alvaro Yunque dedicó a Kanner un poema titulado “Sarambí”: “Sarambí, gran compañero/ del mensú de los yerbales/ Por libérrimos ideales/ te sabés jugar el cuero/ con tu grito justiciero/ en la tierra guaraní/ trabajás ¡añá membuí!/ cara a cara del mandón/ porque sos todo un varón/ ¡Macanudo Sarambí!”.
“Con apóstol y bandido/ la selva amasó este macho/ que se parece al lapacho/ por lo duro y florecido/ amado y aborrecido/ soñador y militante/ ¡Atrás! le ladra el bergante/ de la lata en la cintura/ y el Pueblo todo bravura/ el Pueblo canta ¡Adelante!”.
En el ámbito regional, se destaca su amistad política con Ramón Ayala, entre otros, quien le dedicó dos canciones de su autoría: Verde y Rojo, y El jangadero.