Por Carlos Saglul | Juan Perón pensaba en la misión del líder de masas como un ejercicio de la conducción de la diversidad, la unidad laboriosa de contrarios en la acción. Los primeros dirigentes del movimiento provinieron de la derecha pero también del socialismo. Anarquistas, comunistas fueron parte de la fuerza que lo llevaría al gobierno.
En su último libro Hijos del Pueblo, el investigador y docente Guillermo Korn bucea en el lado izquierdo del primer peronismo. Lo hace a través de la reconstrucción de la biografía de intelectuales de notoriedad como César Tiempo, Elías Castelnuovo y otros no tan recordados como José Gabriel, Luis Horacio Velázquez y Jorge Newton.
El autor de Los ríos profundos echa luz sobre la participación de anarquistas y comunistas en lo que fue la época de oro de la denominada “revolución peronista”, antes de que sobreviniera la traumática grieta que significó la Libertadora y su cosecha de odio. El consiguiente intento de reescribir la historia en el marco de los prejuicios de clase, “la barbarie del dictador”, “los grasas amigos de las alpargatas pero no de los libros”, no ayudaron a iluminar la participación de la izquierda en este tramo de la historia.
El peronismo tuvo aportes desde la izquierda, que es el tema de Hijos del Pueblo. También de la derecha. ¿Cuáles son los aportes más notorios de cada uno de esos sectores?
-En Hijos del pueblo, la categoría de izquierda con la que trabajo no remite a una definición per se. Pretendí abordarla como una construcción -qué hace que alguien pueda ser definido como de izquierda, qué acciones lleva a cabo y qué ideario representa-, más que pensarla como una abstracción definida con anterioridad. Traté de eludir el tipo de delineamiento en donde todo queda en el lugar que por anticipado le asignamos. Porque de ser así, probablemente, las cinco figuras con las que elegí trabajar no darían el perfil del “peronista profesional”, como uno de ellos dijo. Una vez aclarado mi método de aproximación podría decir algo más o menos elemental: si por derecha remito a algunos componentes eclesiásticos y militares que contribuyeron con el primer peronismo, su aporte más visible fue una idea de orden, de soberanía y de patria. Y las de izquierda sumaron las ideas de confrontación, de justicia, de experiencias sociales y luchas obreras. Pero, insisto, así formulado nos quedamos cortos en esa síntesis.
¿Cómo elegiste a los protagonistas de tu libro?
-Aunque pudieron ser más, o ser otros, fui al rescate de estos cinco escritores que adhirieron al peronismo luego de haber difundido, participado y compartido idearios de izquierdas. En los pocos estudios que abordan la cuestión cultural y el peronismo comprendido entre 1945 y 1955, cultura, izquierda y peronismo aparecen como términos antagónicos. Pero estos escritores (Tiempo, Castelnuovo, Gabriel, Velázquez y Newton) no han tenido posiciones irrelevantes en el núcleo cultural del peronismo. Todos tuvieron una larga trayectoria en el campo periodístico y cultural, aunque no hayan compuesto un grupo orgánico. Ellos procedían de sectores sociales no acomodados, sus escolaridades no alcanzaron el nivel universitario. El periodismo fue su oficio y su principal sustento económico: todos tuvieron una pertenencia al grupo Boedo, el que desde las vanguardias estéticas de los 20 alentó un vínculo con los sectores populares y las ideas de izquierda. Simpatizaron con el peronismo sin perder su bagaje previo, los compromisos de izquierda. Castelnuovo estuvo en la Unión Soviética a comienzos de los años 30; Tiempo fue secretario de redacción de la revista Claridad, la publicación cultural más importante de las izquierdas entre mediados de 1926 y 1941; Gabriel fue cronista de la Guerra Civil Española por el diario Crítica; Velázquez había trabajado en un frigorífico en Berisso y Newton combatió como soldado en la Revolución Mexicana.
Al peronismo parecen unirlo solo los grandes liderazgos. ¿Lo observás como ventaja o debilidad?
-El peronismo surgió bajo un fuerte liderazgo con la figura de Perón y, a unos metros, Evita. La apuesta a un recambio para su segundo gobierno, con la figura del gobernador Mercante, fue frustrada. Bajo los liderazgos fuertes se supone evitar el desgranamiento y el desgaste que las internas o líneas internas acarrean, pero eso va en desmedro de otras discusiones, otros aportes, otros matices. Habría que correr el telón de fondo del presente para pensarlo. Todo momento parece inconveniente para traer la discusión a la palestra. Cuando el peronismo es gobierno abrir esos debates supone cuestionamientos al líder, o fisuras; pero desde la oposición aludir al problema parece inconveniente, si se piensa que lo prioritario es convocar voluntades para ganarle al oficialismo.
La creación de la agencia Télam, la instalación de radios en lugares estratégicos, el Estatuto del Periodista, revelan un intento pionero de construir la soberanía informativa. ¿Creés que esto fue debidamente apreciado en la izquierda?
-No te sabría decir en los dos primeros ejemplos, desconozco cómo fueron apreciados. En el caso del Estatuto del Periodista se obtuvo gracias a la demanda, a lo largo de décadas, de periodistas de distintas extracciones ideológicas como documenta la compilación titulada 10 años de organización sindical. La medida estuvo entre los primeros decretos que elaboró la Secretaría de Trabajo y Previsión a cargo de Perón, y que avaló el Congreso en 1946. Uno de sus logros fue reconocer derechos laborales a los periodistas, reconociéndolos como trabajadores.
Con la creación del Servicio Internacional de la República Argentina (SIRA), años después del golpe fue reemplazado por Radiodifusión Argentina al Exterior. El peso de la soberanía informática, con la transmisión de noticias en distintos idiomas, fue una herramienta pensada desde el Estado. Esa entidad es una de las que aparece publicitando en revistas pensadas en el vínculo con América Latina, el caso de América y de Verdad para Latinoamérica, donde colaboraban periodistas afines al peronismo y otros con más afinidad a la izquierda. Querría sumar un par de antecedentes: un temprano libro de Ricardo Setaro, cercano al PC, La vida privada del periodismo, donde cuestiona la idea de neutralidad del llamado periodismo independiente. Y otro libro –ignorado cuando se tratan estos temas- como es Mirar con otros ojos, de Osiris Troiani, de 1953. Ahí propone la creación de una agencia de noticias latinoamericana. Se anticipa en varios años a Prensa Latina.
Cierro con algo que trabajo en el libro y que se relaciona con la soberanía informativa: me refiero a los cambios de Estatuto que introdujo la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Eso se explicitó en la Asamblea de Montevideo, en 1951, donde terminaron retirándose los 53 delegados argentinos como protesta a la exclusión de algunos de ellos. En su balance reponen la idea que el organismo respondía al Departamento de Estado y “al imperialismo yanqui”.
¿Cómo repercutió en aquel tiempo entre la intelectualidad de izquierda la expropiación del diario La Prensa?
-En principio hay que reponer la dimensión del hecho. La expropiación se dio con tratamiento parlamentario. El paso de manos de los Gainza Paz a la CGT es un acontecimiento impensable a los ojos del presente. Respecto de cómo repercutió en los intelectuales de izquierda, respondo con un ejemplo, uno de los Hijos del Pueblo. El periodista y escritor que es convocado para hacerse cargo de las páginas de cultura de los domingos es César Tiempo. Tiempo no adhiere al peronismo desde el vamos, es más, en febrero de 1946, antes de las elecciones, firma la solicitada de los escritores que adhieren a la Unión Democrática y explicita su no voto a Perón, por asociarlo –un lugar común en la época– con el nazismo.
Con los años se retracta y acepta este desafío profesional. La repercusión más clara fue convocar –no solo, está claro– a un importante número de escritores y periodistas con simpatías y militancias de izquierda. El caso de Pablo Neruda, por ejemplo. En esa confluencia de escritores de distintas tendencias para el suplemento el denominador común era el antiliberalismo, en términos culturales.
¿Cómo encaja el diario de la CGT de los Argentinos? ¿Es continuidad en esa relación entre el peronismo y sectores de izquierda?
-Bueno, no abordo ese período en el libro. Habría que confirmarlo pero entiendo que también en el diario de la CGT de los Argentinos hubo una confluencia de periodistas provenientes de distintas extracciones políticas aunque sus hacedores militaban en la izquierda del propio peronismo. Respecto de La Prensa difiere además el tipo de información brindada, sus investigaciones, el público y los modos de circulación y venta, en actos callejeros, sindicatos, etc. Hay sectores, aún autodenominados “progresistas” para los que el peronismo será siempre sinónimo de barbarie…
¿Vivimos una suerte de “restauración oligárquica” que invoca aquellos viejos odios de clase?
-Sin dudas. Barbarie y peronismo fueron asimilados como equivalentes, no pocas veces son pensados como una amenaza. Lo que este presente arrastra de restauración oligárquica viene por el lado de la reposición de un orden. La ampliación de derechos es intolerable para los sectores de poder y por eso busca quebrarse cualquier vestigio de lo que significan las conquistas obtenidas. La puesta bajo sospecha es una práctica corriente a la que hay que sumarle el borramiento de la historia y el reforzamiento de las fuerzas de seguridad. Todo ese andamiaje cuenta con dos sostenes fundamentales: el capital financiero y el jurídico-periodístico.