Por Carlos Saglul | Al recordar su reclusión en un campo de concentración nazi, el psicólogo Bruno Bettellhein se interrogó por la resignación de muchos ante su destino final. “Sólo uno o dos guardianes escoltaban 400 cautivos hacia los campos de exterminio. Existían todas las posibilidades de que esos 400 hombres pudieran haber dominado a sus guardianes armados. Aun cuando algún preso resultara muerto, la mayoría hubiera podido fugarse e integrarse a la resistencia”. La desintegración de personalidad a la que se sometía a los prisioneros era tan profunda que perdían toda posibilidad de interactuar con el medio. Sólo les restaba recibir órdenes, dejarse morir. Eran prisioneros que no necesitaban guardianes.
El sistema a través de la concentración de los medios de comunicación logró cambiar hasta tal punto el sentido común que la gente teme más ser víctima de la delincuencia ordinaria que de las medidas del ministro de Economía de turno. En un sistema centrado en la concentración de la riqueza en beneficio de los que más tienen, se repite en el electorado “son ricos: ¿para qué van a robar?”.
A pesar de ello, ni el nazismo ni ningún poder, por concentrado que sea, es eterno. Tarde o temprano un prisionero toma una pala, golpea al guardia, trata de escapar. Argentina no se parece al gran campo de concentración que fue en los años setenta cuando el neoliberalismo se puso las botas. Sí vuelve a ser, de a poco, uno los territorios bombardeados por el Fondo Monetario Internacional y las doctrinas neoliberales como la propia Argentina en el 2001, Grecia hoy.
Escuelas que estallan por escapes de gas y falta de mantenimiento. Maestros que vuelan por los aires tratando de alimentar a sus niños, sabiendo que esa es en muchos casos la única comida del día. A lo largo de las calles se amontonan los comercios cerrados que no pueden resistir el pago de los servicios o la caída en las ventas. Bajo las vidrieras duerme el pobrerío, desalojado sin garantía de no amanecer muerto por el frío. Las pequeñas y medianas fábricas son galpones fantasmas heridas de muerte por la importación indiscriminada. Animada por los aplausos desde el poder, la policía que fusila morochos por la espalda, apalea vendedores ambulantes o reprime trabajadores. El vaciamiento del Estado es una vocación de Cambiemos en todas las áreas, los despidos son miles. Desfinancian al sistema educativo. Nadie vio a los aviones pero los resultados del bombardeo están a la vista. Basta mirar en las calles, el subte, la desesperanza en los ojos de la gente. Desfinancian los planes de vacunación. Dejan a los discapacitados sin pensiones. Hasta los cuarteles de bomberos se quedan sin fondos.
Mesiánico, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, dice que el Gobierno marcha por la senda posible. Su discurso no llama al diálogo, sólo a acompañarlo en su andar por “el único camino”. Los errores políticos del Gobierno son grotescos. Su manejo de la comunicación es lo único que suele ponerlo a la ofensiva.
Primero introdujo el tema de legalización del aborto, seguro de que no pasaría el Senado. “Lo importante es debatir civilizadamente”, dice Mauricio Macri. Obviamente, está lejos de interesarle que se apruebe para que miles de mujeres humildes dejen de morir. Posibilitó una movilización histórica que no caerá en saco roto. La introducción del tema del aborto, más allá de ser una reivindicación masiva y justa, logró por unos días sacar el eje de la atención del tema económico y meter cuña entre sectores opositores referenciados en la Iglesia y otros donde rebroto el anticlericalismo como tema central.
Terminó en el Senado el debate por el aborto. Y sin respiro -a la par que la imagen de Mauricio Macri seguía cayendo en las encuestas- saltó a las primeras planas el escándalo de las fotocopias a través de las declaraciones de un ex miembro de las Fuerzas Armadas (declarado inimputable por la Justicia luego de haberle arrojado una granada a otro militar). Sirvió para montar una trama basada en la eterna patria contratista donde “todos los caminos conducen a poner tras las rejas a la ex presidenta Cristina Kirchner”. “Si no hay pan, démosles circo”, se sinceró un funcionario ante La Nación.
En lo más alto del Gobierno arriesgan que adelantar las elecciones sería una buena idea sobre todo para sorprender a la oposición sin acuerdos. Le piden treguas a la CGT, siempre oficialista y que jamás supo de guerras con los patrones. Imaginan un Gran Acuerdo Nacional. La burocracia sindical y las patronales empresarias no son afectas de acompañar a sus aliados al cementerio. El mandatario no entiende que esta crisis económica es en el fondo, una gran crisis política donde gran parte de sus ex aliados no le cree. Sólo disimulan, mientras le buscan sucesor.
La realidad es siempre más larga que el espectáculo. Es posible que recién el Gobierno comience a sospecharlo pero ya ni los arriesgados juegos de Jaime Durán Barba parecen poder poner a Macri a salvo de los resultados del saqueo que sufrió el país estos últimos años. ¿A quién le tocara entonces hablar de la “herencia recibida?”