Por Sergio Alvez | Hace un par de semanas atrás, un grupo de cosechadores manuales de yerba mate, organizados en el Frente de Organizaciones en Lucha (FOL) y proveniente de la provincia de Misiones, protagonizó en Buenos Aires un acampe –que incluyó movilizaciones– para visibilizar y reclamar la grave situación por la que atraviesa el sector. Impactantes, la imagen de los trabajadores sosteniendo las ponchadas (lienzos de arpillera) repletas de hojas de yerba, emulando una fase del trabajo en el yerbal, alcanzó la portada de algunos medios masivos y circuló reiteradamente en canales de alcance nacional.
En paralelo, Misiones es escenario diverso de la lucha de los tareferos. Desde Andresito hasta Montecarlo, de San José a Oberá y de Jardín América a Posadas, distintas organizaciones (sociales y sindicales) irrumpen en las rutas, plazas y organismos, peticionando –no sin ciertas divergencias en los planteos– los derechos vulnerados del sector.
Para una porción de la audiencia, las palabras “tarefero” o “tarefa” resultan desconocidas, pese a que no existe habitante de la Argentina que no sepa qué es el mate.
Detrás de esta nueva protesta tarefera, se acumula una historia de explotación laboral de más de cien años, y un presente por demás áspero donde se entremezclan la desocupación típica de los tiempos de interzafra, las condiciones económicas lamentables, y una realidad histórica que envuelve a más de 20 mil familias que en la tierra roja dinamizan desde los yerbales, con el sudor de su frente y el esfuerzo de sus manos, el negocio fenomenal de la yerba mate.
Hacia atrás
Argentina produce el 60 por ciento del total mundial de yerba mate. El 90 por ciento de dicha producción proviene de la provincia de Misiones. La cosecha de yerba mate comienza en abril y dura hasta septiembre. Esta etapa de zafra es conocida como “tarefa” y quienes trabajan allí son los tareferos y tareferas.
La palabra tarefero proviene del término portugués tarefa (tarea). Con ella se designa al trabajador o la trabajadora que se dedica al cortado manual de la hoja verde de yerba mate. Los tareferos son el eslabón primario de la cadena industrial de la yerba mate e, históricamente, el sector más vulnerable de toda esa actividad productiva.
Un rastreo de la documentación existente permite observar que hasta finales de la década del 20, a los cosechadores de yerba mate se los referenciaba con la terminología mensú. Sin embargo, aquella palabra denotaba un sentido más amplio, atribuible al trabajador o peón rural –o de los montes– en general, y no solamente al cosechador yerbatero. Pero es por esta época cuando esa nomenclatura –utilizada por el escritor Horacio Quiroga para titular uno de sus cuentos más celebrados– empieza a ser reemplazada por la palabra tarefero.
La utilización de mano de obra para la cosecha de yerba en la provincia de Misiones se remonta a la era de las reducciones jesuíticas, cuando se explotaba a aborígenes guaraníes para tal fin. Hacia principios del siglo XX, con la introducción de diversas variantes en la producción y la expansión de los territorios cultivados, se ahonda en la utilización del proletariado local –criollos y aborígenes– para las tareas en la tarefa. En las primeras décadas del siglo, a través de un proceso que se extendió por varios años, miles de familias inmigrantes provenientes de diversos países de Europa se afincaron en Misiones, huyendo de las guerras y la hambruna que asolaba al Viejo Continente. Un número significativo de estos inmigrantes se abocaría a la producción de yerba mate, proliferando entonces, de manera notoria, las hectáreas de ese cultivo.
Un trabajo académico publicado por el investigador y sociólogo Víctor Rau (Estructuras sociales de un mercado laboral agrario en el Nordeste Argentino, Ediciones Ciccus, 2012) plantea la existencia en Misiones de 17 mil explotaciones agrícolas productoras de yerba mate, y unas 98 industrias molineras, la esfinge superior de la cadena productiva.
Rau aporta que “la denominación tarefero, identificación actual del asalariado cosechero de yerba mate, se extendió en la provincia a partir de la tercera y cuarta década del siglo veinte, eso es, luego de la prohibición de la actividad extractiva en los yerbatales naturales y contemporáneamente con el avance de la colonización agrícola”.
En 1894 se publicó el libro Segundo viaje a Misiones por el Alto Paraná e Iguazú, de Juan Bautista Ambrosetti. En la obra se incluye una copia de lo que en aquella época de los mensú se conoce como “formulario de conchabo”, que era el contrato que unía al mensú con la figura del patrón. Se aprecia cómo el peón empezaba el vínculo adquiriendo deudas con el patrón por adelantos económicos y en mercadería. Se lee en parte de la cláusula: “el peón se compromete a pagar los adelantos de ya sea en dinero o mercaderías que recibiese de su patrón en los trabajos generales de yerbales o en cualquier otro trabajo que su patrón le ordenare (…) el patrón se compromete a abonar al peón quince centavos por cada arroba de hoja verde overeada y conco centavos por cada arroba que tostare en el barbacoa”.
Sobre las condiciones de trabajo de los tareferos desde aquel periodo fundacional hasta el presente, hay un arsenal de material escrito, incontable cantidad de testimonios y registros, expedientes judiciales y actas laborales, movilizaciones y protestas sociales que marcan a las claras que la explotación que nació con el origen mismo de la cosecha de yerba mate todavía se mantiene firme en nuestra provincia.
La cantidad estimada de tareferos hoy en día en Misiones ronda en los 20 mil según oscilaciones de distintas procedencias, pero no hay consenso sobre una cifra final y definitiva. Hace unos años, la Universidad Nacional de Misiones inició un censo en el sector, y logró relevar en 18 de las 75 localidades de la provincia 4927 tareferos, 3926 hogares y 17.736 personas dependientes de la tarefa. Aquel censo reveló que un 50% de los encuestados comenzó a tarefear “entre los 5 y los 14 años de edad”, mientras que la edad promedio de iniciación en la tarefa “oscila en los 13 años”. También consignó que el 60% trabaja en negro.
En 1966, el periodista y escritor Rodolfo Walsh arribó a Misiones en busca de un puñado de historias. El resultado se plasmó en crónicas que fueron publicadas en las revistas Panorama y Adán. La explotación en los yerbales fue uno de los temas investigados por Walsh durante su estadía en estas tierras.
Visitó yerbales, establecimientos yerbateros y cantinas. Caminó las colonias. Charló y entrevistó a peones, productores, pioneros y colonos, entre otros personajes de su interés. Conoció La Plantadora en San Ignacio, Mate Laranjeiras en Puerto Esperanza, Yerbales en San José y también investigó sobre modos de producción en yerbales familiares.
Con todo este material, Walsh escribió una crónica titulada La Argentina ya no toma mate. Uno de los subtítulos de la crónica es «Los herederos del mensú». Allí, el autor condensa una descripción que poco difiere de la caracterización que podría hacerse hoy de los tareferos en Misiones: «Ahí están, hormigueando entre las plantas verdes, con sus caras oscuras, sus ropas remendadas, sus manos ennegrecidas: la muchedumbre de los tareferos. Hombres, mujeres, chicos, el trabajo no hace distingos. En un yerbal alto como éste, el jefe de la familia trepa al árbol y con la tijera poda las ramas que su compañera y su prole cortan y quiebran en un movimiento incesante, separando la hoja del palo y amontonándola en las ponchadas –dos bolsas abiertas y unidas– que cuando estén llenas se convertirán en ‘raídos’. No hay cabezas rubias ni apellidos exóticos entre ellos. El tarefero es siempre criollo, misionero, paraguayo, peón golondrina sin tierra».
Del barrio al yerbal
Ubicada al sur de la provincia de Misiones, lindando con Corrientes, la localidad de Apóstoles es considerada la Capital Nacional de la Yerba Mate. El radio urbano, donde viven más de 25 mil personas, está rodeado de pequeñas, medianas y grandes explotaciones yerbateras. La enorme mayoría pertenece a Rosamonte Sociedad Anónima, empresa de la familia Hreñuk, históricos terratenientes que poseen, además, estaciones de servicio y una cadena de supermercados con seis sucursales.
De esta ciudad es oriundo el acordeonista Chango Spasiuk, quizá el músico misionero más reconocido de toda la historia. Uno de sus discos fundamentales, se llama Tarefero de mis pagos (2006). Ese álbum, fue galardonado con el prestigioso BBC PlanetAward 2006, como el mejor disco del mundo en el híbrido rubro WorldMusic. La canción que titula el disco, pertenece a Héctor y Félix Chávez:
Empezó la zafra y la madrugada
te ha de encontrar, allá en el yerbal
ponderando el filo de tu machete
en un sapucay, lindo de más.
La esperanza verde
que la tijera pone a tus pies
es reflejo fiel
de la tierra roja
fecunda y hermosa
que te vio nacer.
El asentamiento más grande de Apóstoles y uno de los mayores de la provincia, es el Barrio Chezny. La precariedad de las viviendas, las limitaciones en materia de servicios básicos, y el abandono estatal, conforman un panorama de alto riesgo para gran parte de las 700 familias que pueblan las 22 hectáreas del Chezny. Acá el agua potable se comparte de canillas públicas diseminadas en cinco puntos del barrio. Este es un barrio dónde la mayoría de las familias dependen de la tarefa. Aquí, a partir de un pequeño merendero en el corazón del barrio, nació la organización que hoy mantiene la lucha de los tareferos en el sur provincial: el Frente de Organizaciones en Lucha.
Domingo Figueroa, un hombre de 80 años, vive solo en una tapera provista solamente de un catre y un calentador a kerosene. No tiene ingresos económicos, ni jubilación, ni pensiones ni planes sociales, y vive exclusivamente de la caridad de sus vecinos, dado que tampoco tiene familiares.
-Toda la vida tarefié. Pero el año pasado, la última vez que fui cayó una inspección en el yerbal y le multaron al patrón por tenerme a mí trabajando. No quieren que los viejos trabajemos, así que ahora no puedo hacer nada. Y los tareferos llegamos a viejos sin nada, le dedicamos toda la vida a la tarefa para llegar a viejos y no tener nada. Si no fuera por mis vecinos no tendría para comer.
Mientras hablo con Domingo se acercan Eduardo y Andrea. Esta pareja coordina el comedor comunitario El Hornero, que le da de comer a Domingo y a unos 120 niños y niñas del barrio. A principios de 2008, Eduardo y Andrea Aranda vivían en una fábrica recuperada en Avellaneda, provincia de Buenos Aires. Habían llegado, como otros miles de trabajadores, en son de lucha y apostando a la reconstrucción de la solidaridad laboral y social tras la devastación de fuentes laborales que legó el torbellino neoliberal que azotó Argentina, en su versión más indisimulada, durante la década del noventa.
Eduardo García vive en el Chezny junto a su familia y es uno de los referentes del FOL:
-Éste es un barrio de obreros, especialmente de tareferos, donde los camiones vienen a buscar a los trabajadores a la madrugada y se los llevan al campamento. Pero en épocas en que escasea el trabajo se siente mucho la necesidad y los chicos no pueden alimentarse debidamente. Los padres no dan abasto, (hay) chicos que pasan días sin leche, tomando mate cocido solo. Por eso surgió el merendero, por la idea de ayudar.
Ninguna de las familias del Barrio Chezny tiene título de propiedad. Los lotes están desde 2012 a nombre de la Municipalidad de Apóstoles, que los adquirió en un remate bajo promesa de llevar a cabo un proyecto de urbanización, que hasta el momento sólo se limitó a la apertura de dos caminos terrados en el predio. El 90% de las casas son de madera y no tienen pisos ni baños instalados.
Otro de los barrios misioneros dónde la población mayoritaria es tarefera es el Barrio San Miguel, de Oberá. Allí también las cuadrillas salen cuando el sol despunta y vuelven días después. “A pesar de los controles, se sigue con el sistema de siempre: vamos de campamento, sufrimos, nos ponen una cantina donde todo sale más caro que en cualquier lado y que pertenece al patrón, así que al volver a casa después de tarefear varios días apenas si nos queda para la comida de algunos días”, sostiene Mario, tarefero y antiguo vecino del barrio.
Hoy, en plena crisis y a poco del inicio de la interzafra, en el barrio San Miguel se está formando un nuevo asentamiento con carpas de nylon, donde ya son más de 50 las familias que se instalaron a falta de un lugar a dónde ir. En tanto, en Posadas es constante el arribo de tareferos que con acampes y manifestaciones exigen respuestas coyunturales al gobierno.
Accidentes camino al yerbal
Una decena de accidentes, 20 personas fallecidas y más de cien heridos configuran las cifras que en Misiones oficialmente se registran sobre eventos viales trágicos protagonizados por trabajadores rurales en condiciones de traslados propias del ganado vacuno.
El 2 de octubre de 2000, cuatro tareferos murieron y 22 resultaron heridos tras un accidente en la Ruta Costera 2, al volcar un camión que transportaba una cuadrilla. En 2004, ocho trabajadores rurales sufrieron lesiones cuando el camión en el que viajaban volcó sobre la avenida Fundador de Eldorado.
El 31 de agosto de 2008, un accidente en la ruta 14 a la altura de Curuzú Cuatiá puso fin a la vida de ocho misioneros oriundos de los parajes irigoyenses Laguna Azul y Dos Hermanas. Todas las víctimas, a excepción de una niña de 5 años, eran peones rurales que iban a trabajar a un campo entrerriano. Viajaban hacinados y de madrugada para no ser descubiertos por los controles.
El 17 de septiembre de 2009, Juan Ramón, un tarefero de apenas 16 años, murió cuando el camión en el que se trasladaba fue colisionado por detrás por otro vehículo. Ese accidente ocurrió en Montecarlo y dejó además 44 heridos, todos tareferos. En el camión viajaban al menos diez niños y mujeres.
En febrero de 2010, Fabián Pereyra, de 36 años, era llevado a un yerbal de Apóstoles por un vehículo, fue impactado por otro. Iban doce personas en una carrocería sin protección alguna y, además de la muerte de Pereyra, el accidente se cobró cinco heridos.
El 20 de julio de 2011, Oscar Miranda, peón rural de apenas 15 años, perdió la vida tras electrocutarse maniobrando una grúa hidráulica. El adolescente Miranda era oriundo de Concepción de la Sierra, y al momento de fallecer estaba formando parte de una cuadrilla que estaba trabajando en el lote 61 de la zona agrícola de Tres Capones. Oscar había llegado junto a su madre, Rosa Neu, quien al igual que el resto de la familia subsiste gracias a la tarefa.
El lunes 17 de junio de 2013, cerca de las 14, un viejo camión Ford 7000 volcó en la ruta provincial 220, a la altura de la localidad de Aristóbulo del Valle, en Misiones: hubo cinco muertos y 19 heridos de distintas consideraciones, entre ellos amputados. Las lesiones graves no distinguieron adolescentes ni adultos.
En junio de 2017, un tarefero de 38 años que operaba una máquina tipo grúa de camión Ford 600, levantó un raído de yerba mate con el brazo mecánico y enganchó un cable de alta tensión recibiendo una descarga eléctrica que le ocasionó la muerte instantánea.