Por Mariano Vázquez (@marianovazkez) | “La limpieza ahora será mucho más amplia, nunca vista, si ese grupo quiere quedarse aquí, va tener que someterse a nuestra ley, o va para fuera o va para la cárcel. Esos marginales rojos serán desterrados de nuestra patria”. ¿Mussolini en 1922; de Oliveira Salazar en 1932; Hitler en 1934 o Franco en 1936? Ninguno de los cuatro. Esa frase se pronunció el 21 de octubre de 2018 en un discurso grabado que se emitió por pantalla gigante a manifestantes concentrados en la Avenida Paulista de Sao Paulo. El autor: el candidato ultraderechista a la presidencia de Brasil, Jair Messias Bolsonaro.
No fue su único pronunciamiento de corte fascista. Ya amenazó a gays, negros, feministas, pobres, militantes de izquierda. También a movimientos sociales. Afirmó que tipificará como “organizaciones terroristas” al Movimiento Sin Tierra (MST) y al Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST). Además, en una transmisión por facebooklive— Bolsonaro no da conferencias de prensa ni entrevistas ni participa en debates— sostuvo que prohibirá “el activismo y a los activistas”.
No ha dejado sector social sin amenazar este ex capitán expulsado del ejército por intentar perpetrar un atentado terrorista, que lleva 28 años como uno de los diputados más mediocres de la historia del Congreso y cuya figura trascendió fronteras en un discurso venenoso contra Dilma Rousseff durante las tristes jornadas del impeachment, en las que reivindicó la dictadura militar y al mismísimo torturador de la expresidenta.
El 18 de abril de 2016 dijo: “Perdieron en 1964 (año del golpe contra João Goulart) y van a perder ahora. Por la familia, la inocencia de los niños en las aulas, que el PT nunca tuvo, contra el comunismo, por nuestra libertad, en contra del Foro de São Paulo, por la memoria del coronel Carlos Alberto Brilhante Ustra, el terror de Rousseff, por las Fuerzas Armadas, por Brasil encima de todo y por Dios por encima de todos, mi voto es sí”. Su hijo Eduardo Bolsonaro, también diputado, imitaba con sus manos el gesto de una ametralladora disparando sobre la bancada del Partido de los Trabajadores (PT).
La llegada al Palacio Planalto, que vaticinan todas las encuestas, no sosegó al candidato del Partido Social Liberal (PSL). Su discurso intolerante y violento ha redundado en más de cien crímenes de odio. Envalentonados, parte de sus seguidores, salieron del armario para exhibir su fascismo atacando sin piedad a quien se cruce en su camino.
Guerras híbridas
Al rol nefasto de los medios de comunicación concentrados, el Poder Judicial, las Fuerzas Armadas y las iglesias evangélicas que insuflaron en el pueblo un odio ciego al PT y a su proscripto líder Lula da Silva, se sumó el del empresariado. Folha de Sao Paulo reveló que la campaña de Bolsonaro está siendo millonariamente financiadapor compañías que compraron mensajes masivos para difundir en WhatsApp noticias falsas de toda índole, en especial contra el PT y sus candidatos Fernando Haddad y Manuela D´Avila.
Bases con datos de usuarios fueron vendidas por agencias de estrategia digital con un alcance de unas 50 millones de personas.Se trata de un crimen electoral. Los envíos masivos se realizaron comenzaron antes de la primera vuelta. Esto explica, en parte, un ascenso insólito de Bolsonaro, que pasó de un promedio de 25 por ciento de las intenciones dos semanas antes del 7 de octubre a obtener el 46 por ciento, más de 49 millones de votos.
Consultado al respecto, el especialista en comunicación y presidente del Observatorio de Medios Barão de Itararé, Altamirano Borges, sostuvo: “Yo creo que fue enorme la campaña de falsas noticias, principalmente por el wathsapp donde no hay ningún control. Fue una campaña de una violencia obscena. El futuro va a decir cómo se llevó a caboporque fue muy profesional, con mucho dinero, son millares de grupos que trabajan sobre lo psicológico, muy dedicados, muy precisos, para influir en todos los segmentos de la sociedad con mensajes focalizados”.
Para Borges “hay que investigar mejor porque fue una campaña muy bien orquestada, de una profesionalidad impresionante, sucia, con mentiras descaradas”.
“Lo que circuló en las redes sociales fue de una bajeza, de un nivel de mentiras y calumnias jamás visto en la historia electoral de Brasil e infelizmente calaron en amplios sectores de la sociedad que las creyeron, por eso afirmo que tuvieron un papel muy determinante en el crecimiento inusitado de Bolsonaro”, concluyó el especialista.
Los días del resto de nuestras vidas
Comités y brigadas por la democracia. Aulas públicas, encuentros interdisciplinarios y debates. Fotógrafos, videastas, dibujantes y radialistas. Organizaciones negras, faveleras y LGTB. Movimientos sin tierra, sin techo y, sobre todo, sin miedo. Militantes multiplicando acciones, pero sobre todo una ciudadanía que oscilaba fuera de la arena política que comprendió queel fascismo amenaza a Brasil y que está en juego el futuro.
En el barrio paulista de Bixiga, una horas después del abrumador 46 por ciento que obtuvo Bolsonaro, un miembro del equipo de campaña de Ciro Gomes, que salió en tercer lugar, dijo: “En las próximas semanas nos jugamos los próximos 50 años de Brasil y de América Latina”. Ese sentimiento se potenció en las mentes de millones frente a la pantalla de la televisión. El convencimiento de que hay que enfrentar el oscurantismo y, por eso, desde el mismo 8 de octubre, a lo largo y ancho del país, miles y miles de encuentros organizados y espontáneos ocurrieron bajo la premisa que la democracia está en peligro.
Voces de pueblo…
El fascismo nunca puede ser una opción política. Cada minuto hay que dedicarlo a concientizar a la población, explicar, hablar, la verdad debe triunfar.
El fascismo es un crimen y Bolsonaro es hoy su vocero en la región. Estoy asustada pero mi deber es impedir que dictaduras de nuevo tipo se instalen.
Soy blanco, hetero, de clase media y, sin embargo, tengo miedo, es la primera vez que participo de un acto político en mi vida y aquí en la universidad.
Estamos en peligro, soy lesbiana, tengo tatuajes, soy de izquierdas, para ellos soy feminazi.
No me voy a esconder bajo la cama, no van a hacer que me avergüence de ser brasileño, aunque gane Bolsonaro, falta la tercera vuelta.
Bolsonaro quiere hacernos creen que los que somos mayoría en Brasil: los pobres, los negros, los nordestinos, somos la minoría a desaparecer.
Brasil es un hermoso país de colores, Bolsonaro quiere un país uniformado y sin matices: blancos, heteros, creyentes, ricos.
Yo puedo decir lo que no quiero para mi país. Yo no quiero un presidente homofóbico, yo no quiero un presidente racista, yo no quiero un presidente que trata a la mayoría como minoría, porque la mayoría en Brasil es pobre, la mayoría en Brasil es negra, la mayoría en el país es nordestina, el nordestino construyó la ciudad que Bolsonaro habita, los nordestinos construyeron este país, lo hicieron grande y sin nosotros Brasil no existiría, entonces ahora la gente tiene que ir para la calle, la gente tiene que luchar y la gente tiene que tratar de hacer un país mejor.