Redacción Canal Abierto | “La violación en patota es tan vieja como el mundo”, señala Inés Hercovich, socióloga y psicóloga social. La madrugada del 1 de enero, una niña de 14 años fue violada por cinco hombres en el camping “El Durazno” en Miramar. Su mamá la encontró en una carpa con sus victimarios, luego de advertir que no veía a su hija desde hacía un largo rato. Los acusados son Lucas Leonel Pitman (21), Tomás Agustín Jaime (23), Juan Cruz Villalba (23), Mariano Manuel Díaz (23) y Roberto Fabián Costa (21).
“Uno de los pilares más fuertes del machismo es la competencia entre varones. Desde que son chiquitos ven quién la tiene más grande, por ejemplo. Es una competencia que tiene que ver con la potencia sexual, con la destreza física, la fuerza, el arrastre con las chicas. En la relación entre varones pesa mucho y por eso mienten tanto. Se cuentan historias, se mandan la parte cuando están entre ellos. Hay un componente que parece inocente pero que es muy fuerte. Se van dando ánimo del uno al otro, se van riendo de lo que les ocurre, van surgiendo ideas en esa conversaciones”, advierte en diálogo con Canal Abierto, Inés Hercovich.
La historia de la niña en Miramar es igual de horrorosa a la que ocurrió en España con “La Manada”, donde un grupo de cinco varones violó a una joven de 18 en los Sanfermines.
“Son situaciones que van acompañadas por el alcohol y por lo general suelen ser varones de familias con un relativo poder social. No hay denuncias de violaciones grupales, por lo menos en los medios, donde el grupo no sea hijo del poder. Tienen una cierta impunidad»,destaca Hercovich.
Lo cierto es que la violación funciona como doble vara. Por un lado, resulta para medir la potencia entre varones y por otro, un mensaje de castigo para las mujeres. Sumado a esto, aparece la cuestión del poder y la impunidad por pertenecer a un cierto estrato social en el que presumen, no serán juzgados.
La mujer aparece entonces, como un objeto que debe ser disciplinado y que a su vez es parte del pacto machista en el que todo pasará a ser una anécdota para contar y ser festejada por otros hombres.
“Son imágenes de varones que cualquiera diría con qué necesidad lo hacen, mirá la pinta que tienen. Pero aquí, no se trata de seducir a una mujer, de establecer una relación. Es diversión entre ellos y la mujer es un objeto. En el caso de la violación en patota siempre está el alcohol o las drogas de por medio. A su vez, el imaginario es tan cruel, que requiere de actitudes de defensa física y reconoce todo lo que una mujer hace para establecer algún nivel de diálogo con el atacante que después es interpretado inversamente.Se juzga porque no se resistió, no se opuso, o no fue lo suficientemente firme”, sentencia la psicóloga.