Redacción Canal Abierto | A un lado y otro de la cordillera, funcionarios y medios de comunicación celebraron el nuevo acuerdo de libre comercio entre Argentina y Chile, por el cual –anunciaron- no habrá más roaming telefónico, se simplificarían trámites de exportaciones e importaciones y mejoraría la circulación comercial entre ambos países.
De todos modos, la anunciada buena nueva de Cambiemos no generó aprobación unánime ni mucho menos. Son varias preguntas, cuando no críticas a lo que muchos entienden otro paso más hacia la desregulación de la economía nacional.
Por otra parte sigue haciendo ruido que el recientemente tratado aprobado por el parlamento chileno haya sido aprobado en el Congreso argentino “a ciegas” (con los votos oficialistas, de Argentina Federal y algunos massistas, y el quórum prestado por el kirchnerismo), y sin los convenientes estudios de impacto.
Para explicar qué es un Tratado de Libre Comercio (TLC) y cómo podría afectar la economía argentina, dialogamos con el abogado especialista en Derecho Internacional Público e integrante de ATTAC Argentina, Javier Echaide.
¿Qué es un Tratado de Libre Comercio (TLC)?
– A grandes rasgos y en términos generales, la idea del libre comercio tiende a la especialización de una economía nacional a uno o dos sectores que se encuentran en mejores condiciones relativas para la producción. Para ello, es necesaria una desregulación estatal.
Eso estaba bárbaro para los tiempos de David Ricardo (economista del siglo XIII y pionero del liberalismo clásico) y la industria textil de Manchester de hace tres siglos. En un mercado global como el actual, adscribir a esta lógica puede costar muy caro. En particular si no formas parte de lo que se conoce como economías desarrolladas.
¿Se trata de un acuerdo entre dos estados que debilitan la posición de los mismos?
– Antes de ser aprobado, cuando se discutió el tratado en el Congreso argentino, uno de los cuestionamientos más fuertes fue la ausencia de estudios de impacto para analizar sus consecuencias. De hecho, este TLC se aprobó a ciegas, lo cual es un peligro.
¿Estos acuerdos van en contra de bloques regionales como el Mercosur?
– Hoy el Mercosur se encuentra desdibujadísimo, y sin dudas tratados como este significan un golpe más. Sobre todo porque se trata de un acuerdo comercial entre un país integrante del Mercosur (Argentina), que tiene aranceles aduaneros promedio del 30%, y otro por fuera del bloque (Chile), con un promedio del 3%.
De todas formas, personalmente soy crítico de la lógica económica del Mercosur, un bloque que nace en 1991 bajo el paradigma neoliberal pero que nunca rompió por completo con aquel paradigma librecambista.
El Gobierno argentino pretende mostrar este acuerdo como una forma de abrir mercados en Asia, ¿es así?
– Hoy, la disputa comercial entre Estados Unidos y China –y las estrategias de ambos- marca los tiempos y orientaciones de las economías del mundo, en particular en nuestra región. Muestra de ello fue el último G20, que terminó siendo una suerte de G2.
Son estrategias. En su momento Estados Unidos diseñó el ALCA como estrategia regional para competir y cooptar mercados latinoamericanos. Por cierto, por entonces no le fue para nada bien.
Por su parte, China hace tiempo viene invirtiendo en cada uno de los países, uno por uno y de forma diversificada. Así se fue metiendo en todas las agendas, y logrando que gobiernos como el de Argentina se vean en una encrucijada: por una parte, están más identificados ideológicamente con Estados Unidos, pero por otra, tienen la necesidad de vincularse con China. Basta recordar que en el último G20 de Buenos Aires, Cambiemos firmó alrededor de 30 acuerdos con el gigante asiático, de los cuales –por cierto- conocemos muy poco.
Entonces sí podría abrir esos mercados…
– En principio, cabe aclarar que este acuerdo no es con China directamente, pero sí con una nación vecina que hace las veces de catalizador del comercio asiático.
En este momento, como están dispuestas las cartas sobre la mesa, China puede darse el lujo de sentarse a esperar. Como gran potencia industrial que es, no es sólo un comprador de cosas, sino un fuerte vendedor. Por lo tanto, si el Gobierno argentino pretende abrir el mercado chino para colocar algunos de nuestros productos, a cambio va a existir una demanda de apertura de nuestros mercados.
Muchas veces los tratados pueden abrir una nueva época, pero en general significan la cristalización de situaciones de hecho. En este caso, de producirse una apertura y desregulación mayor de la entrada de productos chinos, vamos a ver cómo inundan aún más nuestro mercado como una avalancha, y con costos imposibles de equiparar.
Entonces, es imposible que un TLC favorezca por igual a todas las naciones que lo suscriban…
– En general los TLC no se dan entre países con simetrías, sino entre economías asimétricas. Por eso, lo que en las reglas o en los medios parece una situación de reciprocidad y razonable, cuando analizas los casos vez que hay sectores ganadores y perdedores.
Por poner un ejemplo, en un potencial TLC entre Argentina y Estados Unidos, nuestro país sin lugar a dudas saldría perdiendo, lo que no quiere decir que algún sector local surgiera beneficiado.
Y en este caso particular de Chile…
– El comercio con Chile ya está liberalizado y desregulado prácticamente en su totalidad. Lo que se acaba de firmar no es un TLC que trate específicamente sobre comercio (baja de aranceles o subsidios).
Estos “TLC modernos” –como los caracterizan muchas veces- generalmente operan por la desregulación de aspectos normativos, y no específicamente comerciales. Es decir, evitar que los países legislen o regulen nuevas áreas de la economía que se incorporan al comercio, como por ejemplo los servicios digitales.
Otro aspecto que suelen abordar estos acuerdos de nueva generación es el vinculado a la comercialización de datos. Este es un tema que fue punta de lanza de la última Cumbre de la OMC en Buenos Aires, pero que –al igual que el resto de la agenda- fracasó estrepitosamente.
¿Chile tiene una economía más o menos regulada que la Argentina?
– El promedio arancelario chileno es bajísimo producto de un modelo económico que tiene sus orígenes en la dictadura de Pinochet, uno de los pioneros en cuanto a modelo neoliberal.
Chile fue un laboratorio del libre mercado a nivel global, y en la actualidad hereda características muy específicas. Por ejemplo, produce muy pocas cosas, y para poder proveerse de productos elementales se ve obligado a un intercambio. Sin embargo, en lo que podríamos llamar sus “industrias naturales” –el cobre, por excelencia-, tiene picos arancelarios que protegen fuertemente el sector. De hecho, la producción del cobre está nacionalizada y en manos del Estado, y ni siquiera el pinochetismo la pudo privatizar.
En Argentina tenemos una industria más diversificada y grupos de poder vinculados a esta, como la UIA, que siempre van a hacer un contrapeso a los proyectos liberalizadores.
¿Cómo definirías la política comercial de Cambiemos?
– Las medidas más importantes del Gobierno de Mauricio Macri demuestran una intención por enganchar a las principales empresas argentinas en las cadenas globales de valor.
Por poner un ejemplo, que Techint elabore y coloque una pieza pequeña de un ferrocarril fabricado en China…
– Algo así. El tema es que para beneficiar sólo a estos grandes industriales se necesita un consenso social, sobre todo en un año electoral. Y para ello presentan los TLC como posibilidades para todos, muy en línea con la lógica del “emprendedurismo” de Cambiemos. Es decir, venden estas gestiones gubernamentales como la oportunidad para que –por ejemplo- un pequeño fabricante local de veladores argentino meta su producto en el mercado chino.
En paralelo, como se torna imposible competir con la mega fábrica de veladores en China, te dicen que es necesario bajar los costos.
Es por esto que desde ATTAC Argentina asumimos no sólo una campaña para asesorar a legisladores sobre los riesgos de estos acuerdos, sino también para difundir a la población en general. Somos los de a píe los que, a fin de cuentas, vamos a pagar los platos rotos.