Por Gladys Stagno | Cuando en 2010 Miguel Bonasso impulsó la Ley de protección de glaciares en el Congreso -que la Corte Suprema acaba de confirmar constitucional-, llevaba siete años como diputado y toda una vida como periodista.
El derrotero de esa ley fue sinuoso. En 2008 había sido presentado por Marta Maffei, aprobado por Diputados, y vetado por la entonces presidenta Cristina Fernández. Dos años después, Bonasso insistió con un proyecto similar que volvió a ser vetado por el Ejecutivo. Pero un acuerdo con el senador Daniel Filmus propició una nueva iniciativa que se convirtió en una ley, y fue bombardeada con medidas cautelares desde entonces. “Me parece bien que después de nueve años en que la ley estuvo secuestrada por los amparos de la Barrick Gold y del gobierno de San Juan, a cargo entonces de José Luis Gioja, se haya liberado. Que se haya entendido que su texto es absolutamente constitucional, que se aplique y se impida que haya ningún tipo de explotación minera, industrial o de cualquier tipo contaminante sobre los glaciares y las áreas periglaciares”, sostiene Bonasso, quien presidió la Comisión de Recursos Naturales y Conservación del Ambiente Humano en la Cámara baja.
El fallo de la Corte trae a cuento una anécdota sobre la sanción de esa ley que el periodista describe como de una “gran lealtad”. Será la primera de muchas que aparecerán en la conversación, donde la valoración por los grandes gestos también será una constante.
“Después de haber discutido mucho y habernos peleado muy agriamente en TN, en una polémica violentísima donde fui muy duro con él, Filmus me llamó y me dijo: ‘Miguel, ¿por qué no nos ponemos de acuerdo y sacamos la ley, que es importante?’ –recuerda- Tomamos un café y lo discutimos. La diferencia que teníamos es que él no tomaba en cuenta las áreas periglaciares como recurso natural a proteger, que son muy importantes porque de allí salen los ríos de montaña, y son ellos los que garantizan el agua no sólo en el territorio de la provincia que tiene el glaciar sino de todo el territorio nacional que atraviesan, por eso tienen un carácter federal. Filmus lo entendió y accedió. Pudimos hacer un acuerdo civilizado que fue fundamental para que la ley saliese”.
¿Cómo ves hoy el panorama político? Vos, que fuiste crítico del kirchnerismo y opositor del macrismo, ¿abrigás alguna esperanza?
—Creo que las fuerzas sociales –como ocurrió con los regantes de Jáchal para que saliera este fallo-, los compañeros que han luchado en las asambleas, la base social más que la dirigencia política debería comenzar a presionar para que haya una suerte de acuerdo político respecto de qué cosas se tocan y qué cosas no, de carácter estratégico. Una suerte de acuerdo de gobernabilidad general. Porque el problema no es quién viene, sino para qué viene. Porque si viene para profundizar una política de entrega al fracking, o para que siga con la política de endeudamiento de Macri, yo no estoy de acuerdo.
¿Lo ves posible?
—Es que si no, no tenemos salida. Lo importante es que quien venga modifique cosas sustanciales. Creo que el próximo gobierno debiera ser un gobierno de coalición y de unidad nacional, no un gobierno partidista y cerrado. Sería un error estratégico pretender un gobierno maniqueo de una fracción política muy determinada y que se defina matemáticamente por quién gana las primarias. Debiera haber una suerte de consenso que se empuje desde la base y tenga su acuerdo en la superestructura.
¿Te sentís identificado con algún espacio político?
—En este momento me siento fuera de cualquier estructura partidaria, lo cual no significa que me sienta desinteresado de la problemática nacional, al contrario: me involucra e involucra a mis descendientes.
Y en el Día del Periodista, ¿cómo ves la profesión?
—Mal, muy mal, por muchas razones. Personalmente, y no se tome como autorreferencial sino que es algo de lo que puedo hablar con propiedad porque me está pasando, yo hace diez años que no estoy en ningún medio, y no creo ser un mal periodista. Me he limitado a hacer libros, que a veces me significan costos muy altos. Mi libro El mal, justamente sobre la megaminería a cielo abierto, significó que me persiguieran y me marginaran los dos últimos gobiernos.
«Yo estuve con Rodolfo en el diario Noticias. Él manejaba la sección policial y el consejo básico que le daba a los muchachos jóvenes era: ‘Hay que seguir a los hechos que nunca te defraudan’. Todo lo contrario de un ideologista idiota que reduce el mundo a consignas. Esa fue su docencia.»
Esta lógica binaria, “la grieta”, ¿atentó contra el periodismo?
—Eso, entre otros factores, como la reducción de los hábitos de lectura. No es solamente producto de los medios audiovisuales o de las redes, que son instrumentos neutros y pueden jugar a favor o en contra dependiendo de cómo se las use, hay un déficit en la instrucción pública, en la educación, en la promoción de la lectura. Entonces no hay posibilidades de desarrollo.
Acabo de perder un juicio en primera instancia que me hizo el ex canciller Rafael Bielsa por mi libro Lo que no dije en Recuerdo de la muerte, donde cuento que fue funcionario de la dictadura militar después de haber estado secuestrado y torturado en Rosario, sobre lo que opino que eso es “oscuro y despreciable”. El fallo quiere que me retracte. Voy a seguir apelando y a llegar hasta la Corte Interamericana de Derechos Humanos que tiene una doctrina fantástica: que la opinión no es judiciable. Lo que hay es un atentado a la libertad de expresión, pero no he visto reacciones de los colegas denunciando esto.
¿Por qué creés que no las hay?
—Porque una de las cosas malas que le han hecho a esta sociedad es haberle quebrado el sentido de solidaridad. Eso es gravísimo. Yo recuerdo tiempos mejores, en los cuales había manifestaciones en favor de compañeros detenidos del gremio de prensa en plenas dictadura de Onganía, o de Lanusse, o de Levingston. Pero si hoy se permite que me pase esto a mí, ¿qué va a pensar un colega que recién se inicia en el periodismo de investigación? ¿Qué le queda?
El periodismo perdió a sus héroes…
—Creo que sí. Pensá en tipos como Rodolfo Walsh. Era increíble, desde el punto de vista de la investigación era de una seriedad absoluta, jamás lo cegó el ideologismo para ningún lado. Yo estuve con Rodolfo en el diario Noticias. Él manejaba la sección policial y el consejo básico que le daba a los muchachos jóvenes era: «Hay que seguir a los hechos que nunca te defraudan». Todo lo contrario de un ideologista idiota que reduce el mundo a consignas. Esa fue su docencia, y desgraciadamente hoy ves que el periodismo está cruzado por operaciones de distintos signos y sectores vinculados a los servicios de inteligencia, igual que la Justicia.
¿Porque ese binarismo también se refleja en las corporaciones dueñas de los medios, que dejan afuera la posibilidad de hacer otro periodismo?
—Totalmente. Yo, por ejemplo, no coincidía con la ideología sionista de Jacobo Timerman, sin embargo recuerdo una conversación antológica que tuve con él en La Opinión, donde yo era una de los secretarios de redacción, y un día me dijo: «Vos sos un contrabandista, porque me contrabandeás chivos tuyos del peronismo en el diario». Y le dije: «Pero qué primicias del carajo que te doy, ¿no?». «Bueno, eso es cierto, tenés razón», me respondió. Y se fue fumando. Se extraña eso en las redacciones.
Foto: Lavaca.org