Por Carlos Saglul | Saúl Feldman es autor de “La conquista del sentido común. Como planificó el macrismo el cambio cultural”, (Ediciones Continente). El sociólogo, especialista en semiótica publicitaria, cree que lejos de fracasar el gobierno avanzó en su modelo de país “70/30”, está convencido que actuó en forma eficaz en lograr un cambio en el sentido común y llamó a reflexionar sobre la advertencia de Marcos Peña en el sentido de que en la próxima elección no estará en debate la economía sino “el alma de los argentinos”.
-Hay opositores que se mofan porque Mauricio Macri “hace todo mal”. ¿No habrá que reconocer alguna destreza en llevar al país a la mayor catástrofe social de su historia sin siquiera un estallido social?
Lo que así piensan no entienden que Macri representa intereses para los cuales en gran medida ha realizado un proyecto exitoso. Esos sectores tienen un modelo de un 70 por ciento del país en la miseria y un 30 siguiendo los dictámenes del mercado. Para ellos, ese setenta por ciento de la Argentina que sobra, no es una tragedia sino un dato.
De lo que hablo en mi libro es del excelente manejo de los cambios en el sentido común que ha tendido el autodenominado “mejor equipo del mundo”. Aún hoy, aparece gente que piensa que si se le fundió el taller es porque está pagando haber crecido demasiado. Vas a encontrar otros que están convencidos que son los únicos culpables de no tener trabajo por falta de iniciativa. Al principio muchos te decían: “¡pero las tarifas eran regaladas!”
El Duranbarbismo y su manejo comunicacional trabajó sobre las creencias, los sentimientos de la gente, de eso que hablamos cuando decimos “sentido común”. Se trata de un elemento emocional que, atado a una creencia, cobra una importancia central en la agenda diaria.
-Convengamos que hay una grieta real entre los que menos tienen que son los más y una ínfima minoría que se ha enriquecido como nunca con Macri. La grieta de la que hablan todo el tiempo sirve para tapar esta grieta real.
Como digo en el libro Cambiemos fue muy exitoso en el ámbito de la cultura. Convenció a la gente que debía actuar en contra de sus propios intereses. En esto se entiende que el gobierno, además de hacer buenos negocios, lleva adelante un proyecto de poder que tiene que ver con cambiar el sentido común. El Jefe de Gabinete Marcos Peña dijo que la próxima elección será una batalla no para debatir quien manejará a la Economía sino sobre el alma de la gente.
Una de las conquistas del sentido común es que todo el mundo habla de la grieta. Como dice Freud, se comienza cediendo en el mundo de las palabras y se termina capitulando en el reino de los hechos. Las palabras funcionan como pequeñas grietas a través de las cuales se modifica el sentido común
La grieta, ese término propuesto por Jorge Lanatta, abrió el camino del odio donde un grupo social era culpable de todo lo malo, “se robaron todo”. Lo hicieron los totalitarismos, Duran Barba dijo que Adolfo Hitler era un tipo macanudo y no se confundió. Lo admira por su control de las masas. Para ello fue central como se manejó el odio contra las minorías: judíos, gitanos, homosexuales. Pero también los opositores, como los comunistas.
-¿Cómo se combate?
Es complejo no dejarse captar por el diccionario que ellos proponen para lograr cambios en el sentido común. La batalla por ese sentido común es también la batalla por el diccionario.
No sigamos con el término “grieta”. Hablemos de diversidad, diferencias. ¿Son malas las diferencias en una sociedad democrática? El término grieta esconde más de lo que alumbra. La grieta divide, hay que suprimirla para lograr la unidad. La grieta son los K: salvando la diferencia, los que dividían Alemania para Hitler eran los judíos.
Estos métodos parecen estar encontrando límites en la organización y el malestar social derivado del ajuste económico. Les es imposible tapar semejante desastre, aún la comunicación hegemónica y todo su poder.
-Llama la atención la impudicia de la mentira, el cinismo, es como si los funcionarios vivieran en otro mundo.
La dominación de las masas ya no es un fenómeno relativamente simple que se ejerce desde el Estado. Hoy lo central es tener el absoluto control sobre los grandes medios de comunicación y las redes sociales. La idea es que los propios perjudicados colaboren con quien los perjudica. Se necesita un clima social especial. Para ello es necesario crear un clima de odio, incertidumbre por el futuro personal, la culpa por la vida dolorosa que sobrellevas.
Durán Barba les enseñó, según los mismos funcionarios contaron, a que no presentaran ningún plan, que hablaran de cualquier cosa. De ahí el cinismo. Ellos entienden que comunicar es disciplinar. “La gente no entiende, no debe entender nada”, debe ser manipulada.