Por Mariana Aquino / Revista Cítrica | “¿Te creés canchero, vos? Te vamos a llevar en el móvil, a ver si sos tan pícaro”, le dijo uno de los efectivos de la Guardia de Infantería local a David Alfonso Neri Ovejero, mientras se resistía a que lo detengan. Ocurrió en Villa Floresta, barrio periférico de la Ciudad de Salta. Minutos después, David se desvaneció y murió. A más de un mes del hecho, el caso sigue sin esclarecerse. Existen versiones encontradas y mucho miedo en el barrio.
Villa Floresta Norte es una zona humilde, construida a pulmón -hace poco más de tres años- sobre unos terrenos fiscales. El barrio está ubicado arriba del cerro, donde Salta ya no es tan linda. Allí vivió David, junto a Vilma, y los hijos de ella, hasta el 22 de junio, cuando tres efectivos de Infantería local iniciaron un violento desalojo en la casa de enfrente a la de David, donde vive Miriam, una mujer con cinco niñxs.
Según la versión que relata la policía, David empezó a gritar, se puso nervioso, se descompensó, un comisario quiso reanimarlo y no pudo. Llegó la ambulancia, porque la llamaron desde el patrullero, y David murió -de forma natural- antes de llegar al hospital. “Muerte súbita”, dijo la autopsia. Al parecer, David murió de un ataque al corazón porque tenía problemas cardíacos previos, y que su familia desconocía.
“Todo mentira”, dicen los vecinos y vecinas, que están temerosos de dar sus nombres. Por estos días, el miedo a hablar domina al barrio.
La familia sí habla. Insiste en que David murió después de una discusión (seguida de forcejeo y ahorcamiento) con efectivos de la policía, por defender a una señora de un violento desalojo: “Vinieron a desalojar la casa de forma prepotente y sin una orden judicial. David cruzó la calle y les dijo: ‘No tenés que irte de acá, es un terreno fiscal, y ellos no tienen orden de desalojo’. Eso fue lo que pasó”. Vilma reconstruye los hechos y renueva la impotencia que siente por la muerte de David, su compañero de vida.
Según relatan los y las testigos del hecho, los efectivos no llamaron a la ambulancia ni asistieron a David. Fue Luz, una vecina de Floresta, quien -sin saber nada de primeros auxilios-intentó reanimarlo, pero no lo consiguió. Y la media hora que tardó la ambulancia en llegar fue letal.
“Cuando el cuerpo de David se vence, los policías lo largan y cae inclinado. Parecía ya sin vida. Estaba morado y ellos no nos ayudaban. Era desesperante. Les pedíamos que llamen a la ambulancia, y nada. Le pedí a uno de ellos que le haga primeros auxilios, si ellos saben eso. Me miró, se sonrió y se cruzó de brazos. Lo abandonaron, y ahora se lavan las manos. Se aprovechan porque no tenemos recursos para defendernos. Si le agarró un infarto, fue por lo que la policía le estaba haciendo. Son ellos los culpables”, denuncia Vilma.
Los policías señalados por la muerte de David son Ángel Alfredo Peralta; Emmanuel Alejandro Liendro y Maximiliano Nicolás Mansilla. A pedido de la fiscal María Luján Sodero, horas después de la muerte de David, a los tres efectivos se los imputó por el delito de “homicidio culposo”, y se pidió que sigan presos hasta que el episodio quede totalmente esclarecido.
Sin embargo, “por falta de pruebas” fueron liberados dos semanas después. Las maniobras ejercidas por los policías para reducirlo fueron letales, pero nada alcanzó para probar la responsabilidad de la fuerza de seguridad.
El hecho tiene un testigo clave: Facundo, el hijo menor de David. Vio morir a su padre, y filmó el momento con su celular (video que trascendió al día siguiente del hecho): “Estábamos afuera cuando vimos que llegó este policía que reclamaba un terreno. Mi papá se cruzó a dialogar, él no era una persona violenta, para nada. A ellos no les importó: dos lo agarraron del brazo y uno del cuello. Cuando me crucé hasta el terreno, ya mi papá se desplomó, como una bolsa de papas. Estaba morado, convulsionando. Ellos se reían porque pensaron que se desvaneció nomás. Empecé a filmar todo y me quisieron sacar el celular. Uno dijo: ‘A este llévatelo’; y las vecinas me defendieron”.
Facundo vio cómo le pegaron a su papá. Lo asfixiaron y lo dejaron morir, sin atención. “Queremos que se haga justicia y que paguen por lo que hicieron”.
“Miedo de hablar, bronca por no hacerlo”
Noemí, ex pareja de David, y madre de cuatro hijos, tiene miedo. Es 12 de julio y sólo pasaron tres semanas desde la muerte de David. No confía en nada ni en nadie. Nuestro encuentro se da en la esquina de Avenida Libertad y Héroes de la Patria. Ella vive con sus hijxs a pocas cuadras de allí, pero esa esquina es lo más cerca de su casa que puede recibir a una desconocida en este momento.
Noemí tiene miedo a la policía y a sus amistades, al poder, y a la impunidad con que se manejan en esas esferas: “Estas cosas siempre pasan en Salta. El jueves anterior a la muerte de David, murió otro hombre, en un caso similar, también con la policía. Sabemos que fue Infantería, pero tenemos miedo de hacer algo, y bronca por no hacer nada. Hay cosas que no queremos hablar ni por teléfono. Nos da miedo”.
Noemí es profesora de Química. Da clases particulares porque no puede ejercer en el sistema formal todavía. Pero con esas “changas” no le alcanza para mantener a la familia, así que también trabaja de cajera en un local de comida, todas las noches. “Yo tenía varios alumnos, hijos de efectivos de Infantería, pero no voy a dar clases a sus casas porque siento que los conozco, que son todos amigos. Tengo miedo de ir a la casa de uno y escuchar que hablan del caso. Yo sé cómo se manejan en la policía. Ellos son impunes”, cuenta.
Era una mujer indefensa y la policía la amenazaba con sacarle los hijos. El único que la defendió fue David. Lo que dicen los policías es todo mentira”, insiste Noemí.
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¿Quién era David?
Como todo barrio humilde que recién empieza, en Floresta Norte la solidaridad es un valor agregado. En los inicios de la barriada, su camioneta iba y venía con mudanzas, materiales y vecinas. Él siempre estuvo para todo, dispuesto a dar una mano en lo que sea necesario. “Por eso el barrio está destrozado con esto”, asegura Vilma.
“David era un tipo solidario, que siempre ayudó a sus vecinos”, dicen en Floresta, donde hasta proponen cambiar el nombre por el del mártir: David Alfonso Neri Ovejero.
Y en la familia, “David era el sostén económico y afectivo de todos, de Vilma, de mis hijos, de su mamá, de todos”. Así lo sentencia Noemí, la mamá de Paula, Agustina, Luciano y Facundo Alfonso, los cuatro hijos de David.
“Él trabajaba de electricista, hacía de todo, y siempre estaba para todos. Siempre ahí, para lo que se necesite. Y con mis hijos también, que lo conocen hace tanto, era importante en mi casa. Y ahora, tan sola que quedé yo. Acá hay dos familias desamparadas”, dice VIlma. “No fue una, fueron dos familias las destrozadas», coincide Noemí. Ellas están juntas en esta lucha por justicia.
«Pasé el cumpleaños más triste de mi vida»
Vilma cumple años el 25 de julio. Esa fecha, de este año, fue la que eligieron con David para casarse. No pudieron, a David lo mataron exactamente un mes antes. “Él era feliz en este lugar, con nosotros. Nadie me lo va a devolver. Tengo recuerdos lindos, vividos, me quedo con eso, pero no me alcanza. Pasé el cumpleaños más triste de mi vida”.
No les alcanzan los recuerdos. Vilma y las familias de David necesitan justicia. Y están solas en una ciudad que se promociona como ´La Linda´, por sus paisajes. Pero adentro, en los barrios de arriba del cerro, la cosa se pone bien fea.