Redacción Canal Abierto | En las últimas semanas, redes sociales y portales de noticias se vieron inundados con escenas de detenciones y violentos simulacros en China, noticias referentes al cierre de escuelas y universidades en toda Italia, falsas confirmaciones de nuevos casos e incluso fake news sobre supuestas víctimas fatales que habrían resucitado.
Lo cierto es que, a pesar de que el coronavirus se extendió por varios continentes en menos de dos meses, la OMS aclara que todavía no estamos frente a un escenario de pandemia. Sin embargo, desde un primer momento el virus supo convertirse en el blanco predilecto para todo tipo de fantasías y paranoias. En buena medida gracias a algunas de sus características, como el hecho de haber surgido en el país más poblado de la tierra y por tratarse de un padecimiento que se transmite por vía oral o a través de las partículas de saliva en el aire.
A su vez, no hay que subestimar el efecto psicológico suscitado por la cantidad de series y películas sobre enfermedades virales que se expanden por el globo y acaban con la humanidad, o al menos con buena parte de ella. O la imagen de especialistas con trajes protectores amarillos y orientales cubriendo su rostro con barbijos, un clásico que azuza la imaginación de todos.
Hasta ahora, lo que se sabe es que el coronavirus -o COVID19- es una mutación que corresponde al grupo 2B de la misma familia del síndrome agudo respiratorio severo (SARS). Los análisis genéticos confirman que tiene un origen natural reciente (entre finales de noviembre y principios de diciembre) y que su frecuencia de mutación no es muy alta.
Cabe decir que forma parte de un grupo de virus que, en los últimos 20 años, ya tuvieron brotes en distintas partes del mundo. Sus síntomas son similares a los de cualquier otro padecimiento respiratorio: fiebre, tos, goteo nasal o rinorrea (congestión). Puede que sus señales surjan también de forma aguda, con dificultad respiratoria.
Según explicó a este medio una especialista en epidemiología, al tratarse de un virus en estudio, se espera que las recomendaciones estatales y supraestatales sean cambiantes en las semanas venideras. Un ejemplo de la incertidumbre que todavía ronda ala cuestión, la Organización Mundial de la Salud (OMS) cree que alguien con síntomas más agudos tiene más chances de contagiar, pero todavía no tienen claro cuál es la ventana de tiempo de contagio antes de la aparición de los síntomas.
Estornudar sobre el codo y no en la mano quizás sea la recomendación más elemental difundida por organismos públicos y sanitarios nacionales e internacionales. No obstante, el consejo excede puntualmente al coronavirus. De hecho, apunta a reducir el riesgo del amplio repertorio de enfermedades respiratorias que ya circulan en nuestro país y la mayor parte del mundo, como la gripe estacional. “Si estornudamos y tocamos una pasamanos o la baranda del subte, no habría problemas ya que el virus no sobrevive en superficies inanimadas. En cambio, si estornudamos e inmediatamente le damos la mano a alguien, sí podemos hablar de un riesgo. Por poner un ejemplo, si llego con coronavirus a Ezeiza y le doy mi pasaporte a un agente de migraciones, el pasaporte no transmite coronavirus. El contacto tiene que ser directo y cercano”.
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Al margen, y entre tanta noticia falsa e irresponsabilidad periodística, algunas cifras sobre el coronavirus: de 92 mil casos en el mundo más de 80 mil se dieron en China, donde el virus se cobró la vida de 3 mil personas. De hecho, según la OMS, el 80 por ciento de los casos son leves.
Otro dato alentador es que la mayoría de los infectados se curan. Hay 13 veces más pacientes curados que fallecidos, proporción que sigue en aumento. Solo el 3 por ciento de los casos ocurre en menores de 20 años y la mortalidad en menores de 40 es solo del 0,2 por ciento. Si bien todavía se desconocen las causas, los menores de 14 años son casi inmunes al nuevo coronavirus: las probabilidades de contagio son del 0,6 por ciento. La mayoría de los afectados tienen entre 60 y 80 años, y entre los fallecidos se ubica entre los 70 y 80 años.
Si bien insisten en no subestimar el riesgo y mantener todas las medidas de prevención posibles, la mayoría de los especialistas en epidemiología de la Argentina advierten sobre una serie de enfermedades hoy eclipsadas por el Coronavirus, pero tan peligrosas -o aún más- para nuestra salud.
En las últimas horas, la secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti se refirió al actual brote de sarampión como el “más grande en 20 años, con 156 casos confirmados». La funcionaria informó que la enfermedad infecciosa que parecía haber sido erradicada de nuestro país ya se cobró una vida, la primera desde 1998, y resaltó la importancia de que «todos los bebés de 6 a 11 meses se vacunen y todos recibamos las vacunas del calendario nacional».
En diciembre de 2019, y con motivo de la aprobación de ley de Emergencia Sanitaria, el ex director del Garrahan, Oscar Trotta explicó a Canal Abierto que “los brotes de sarampión y otras enfermedades infectocontagiosas son producto de la suspensión en la provisión de vacunas e insumos que hizo la gestión anterior”.
Por otro lado, el último boletín epidemiológico de la Nación que se difundido el viernes pasado confirmó circulación viral del dengue en 14 provincias. El informe dice que se confirmaron 748 casos, de los cuales 274 no tenían antecedentes de viaje. En las próximas horas se conocerá una actualización del relevamiento y se descuenta que llegue a más de mil.
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El mismo informe oficial, pero de mayo de 2019, planteaba que durante los últimos años -en todo el mundo, pero en especial en América latina y el Caribe-, se observa un aumento en la incidencia de las infecciones de transmisión sexual (ITS), con un claro predominio de la sífilis por sobre las demás. En cuatro años, se triplicaron los casos registrados en adultos y también aumentó la tasa de sífilis congénita, por transmisión de la madre al bebé.
La tuberculosis es una de esas enfermedades que gran parte de la sociedad considera como propia de la edad media. Sin embargo, todavía resiste el paso del tiempo, enferma y mata. En Argentina, el último registro arroja un total de 11.000 casos por año y 700 muertes. Si bien estas cifras disminuyeron hacia 1980, en 2013 volvieron a subir. En el mundo, es la primera causa de muerte por enfermedades infecciosas con 1.3 millones de muertes al año.