Por Mariano Vázquez | Conciencia social. Conciencia planetaria. Conciencia estatal. La pandemia del coronavirus explicita que sin Estado de bienestar, sin salud pública, sin servicios sociales, sin lazos de solidaridad el virus se expande, colapsa, mata. También, desnuda que los liderazgos reaccionarios, artificiales, ineptos multiplican exponencialmente el descalabro.
«Gripezinha». «Resfriadinho». No se trata del último hit del verano. Es la fatal denominación que Jair Messias Bolsonaro, presidente de Brasil, le dio al coronavirus. Sus palabras generaron un tembladeral político: indignación ciudadana, enfrentamiento con el parlamento, los 27 gobernadores que decidieron tomar medidas preventivas sin consensuarlas con el Poder Ejecutivo, y hasta con su vicepresidente Hamilton Mourão, quien lo contradijo y llamó a hacer cuarentena.
El influyente Folha de Sao Paulo afirmó en su edición del martes que la “radicalización” del mandatario en la cadena nacional del 24 de marzo fue una “sugerencia del grupo ideológico del Palacio Planalto, formado por el llamado ´gabinete del odio’”. La publicación indica que ni los ministros ni la pata militar del gobierno estaban enterados de este mensaje que contradice todas las sugerencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Bolsonaro, cargó contra los medios y la clase política por generar un estado de «pánico e histeria». También habilitó la suspensión de contratos de trabajo por cuatro meses y sin salario.
Como en la Argentina, España o Italia donde la ciudadanía se expresa en balcones con aplausos, cantos y cacerolas para agradecer al personal de la salud su tarea contra el coronavirus, en Brasil la gente usa esta metodología para repudiar a Bolsonaro. Las encuestas muestran una caída en la imagen del mandatario desde el comienzo de la crisis y muchos barajan la posibilidad de un impeachment.
Brasil tiene hoy 2.567 casos y 61 muertes, y presenta una expansión preocupante de la curva de contagios. Todas las fuentes consultadas expresaron su preocupación por la falta de conducción. Temen que la situación se salga de control. Y elogian, por contraste, la celeridad y coordinación en el caso argentino.
La operación política-judicial-mediática para que Bolsonaro se convierta en presidente de Brasil le está costando muy caro a ese país. Pero no sorprende en nada su posición. El historial de Bolsonaro es el de un facineroso: excapitán del ejército expulsado de la fuerza por negligente, diputado por 28 años en los cuales solo dos proyectos de ley de su autoría fueron aprobados, racista, machista, misógino, y fascista.
Su par estadounidense Donald Trump, que también tiene un historial cargado de odio, ha tenido posiciones negligentes en esta crisis. La tradicional verborragia que escupe en su cuenta de twitter no cesó a pesar de la pandemia. Gobernadores exigen ayuda al poder central a lo que Trump les responde que “están exagerando”.
También polemizó con científicos que le exigieron que implante una cuarentena agresiva. Dijo a la cadena Fox: “Podemos perder una cierta cantidad de personas a causa de la gripe. (…) Nuestro país no está diseñado para cerrar».
Justamente Estados Unidos es uno de los países más atacados. El primero en el continente y el tercero en el mundo: al día de hoy, acumula 75.066 casos y 1.080 muertes a pesar de que Trump promueve el negacionismo y presiona para que no se difundan datos negativos.
Sin medidas drásticas esto puede devenir en catástrofe ya que Estados Unidos tiene el sistema de salud más caro del mundo. Las estadísticas abruman: 30 millones no cuentan con seguro médico, a los que habría que sumar un universo de unos 11 millones de inmigrantes sin papeles. El Estado no realiza test y la ciudadanía no lo hace por los costos. En general, la población no acude al médico por miedo a perder todos sus ahorros.
¿Se necesita una prueba más de la inequidad que anida en el sistema de vida estadounidense? La agresiva oposición que tuvo el proyecto de Barack Obama para impulsar un seguro de salud básico para quienes no pudieran costearlo es una muestra de que en Estados Unidos la salud no es un derecho, es un negocio. El acceso a la salud está determinado por el poder adquisitivo. Si no pagas, te morís. Es una utopía pensar en medidas como la que acaba de tomar Irlanda, que nacionalizó el sistema privado de salud por el tiempo que dure la crisis sanitaria.
Una vuelta al mundo
Ya son 187 los países con coronavirus. El autor de estas líneas tiene una certeza imposible de corroborar: ningún presidente querría estar donde está hoy. Pero también una certeza absoluta: muchos de ellos no deberían estar allí. Son más dañinos que la pandemia, incapaces de gestionar la crisis, de garantizar la vida, y por ende la salud y los medios de subsistencia en estos tiempos de excepción.
-Chile: El ministro de Sanidad, Jaime Mañalich, afirmó inmutable: «¿Qué pasa si este virus muta hacia una forma más benigna? ¿Qué pasa si muta y se pone buena persona?». El gobierno se niega a declarar la cuarentena obligatoria y suma 1.306 casos y 4 fallecidos.
-Bolivia: La presidenta de facto, Jeanine Añez recomendó “ayuno y rezar” para combatir el virus.
-Hungría: La extrema derecha en el gobierno pretende declarar el Estado de sitio hasta 2021, vivir bajo decreto, suspender el parlamento y las elecciones. También fue acusada, junto a República Checa donde también gobierna la ultraderecha, por Italia de robarle cientos de miles de barbijos y material sanitario enviados por China.
-Reino Unido: El conservador Boris Johnson pasó de la indiferencia a la retórica belicista para combatir el coronavirus, apelando a metáforas de la Segunda Guerra Mundial cuando el país era bombardeado por los nazis. Ya llega a 9.529 casos y 463 muertes. Los especialistas y la oposición acusan al Primer ministro de desidia y temen el crecimiento exponencial de casos inminente. Tarde, el Johnson decretó el confinamiento general de la población.
-Italia: Bajo gobierno ultraderechista, es el país testigo sobre las consecuencias mixtas de negligencia estatal e irresponsabilidad ciudadana que hoy muestra un sistema sanitario totalmente colapsado. Cuba, China y Venezuela enviaron insumos, médicos y enfermeros para tratar de mitigar la situación. La toma tardía de decisiones provocó que hoy este al top del ranking trágico con 8.165 muertes y 80.539 casos.
-México: En general, son los mandatarios de extrema derecha los que muestran su incapacidad para resolver esta crisis, por eso quizá el caso de México llama la atención y desilusiona por la minimización que su presidente, Manuel López Obrador, le dio a los alcances del COVID-19: «No dejes de salir, todavía estamos en la fase uno… si tiene los medios para hacerlo, continúe llevando a su familia a restaurantes y comensales. Eso es lo que fortalecerá la economía».
El aislamiento social, preventivo y obligatorio es hoy el único antídoto contra una pandemia que alcanza a casi todo los rincones del planeta. La medida no solo busca la protección de cada ser humano, con especial énfasis en los más vulnerables, sino también evitar la saturación en el sistema de salud cuyo colapso multiplicaría exponencialmente los efectos de esta enfermedad que ha contagiado a medio millón de personas y matado a más de 20 mil.
Cómo tratamos a los otros, cómo los estados tratan a sus ciudadanos muestra crudamente que tipo de sociedad se pretende construir. También da cuenta de que no se puede jibarizar al Estado. ¿Se aprenderá de una buena vez del valor de los estados presentes, activos, fuertes, de los insustituibles sistemas sanitarios y educativos públicos, de la necesidad de dotar de grandes presupuestos para la ciencia, la tecnología y la innovación? Imprescindibles. Irremplazables.
También explicita quienes no están a la altura. Restan. Prescindibles.