Redacción Canal Abierto | El libro salió a principios de 2014, antes de la explosión del Ni una menos, en junio de 2015. Por eso las periodistas Miriam Lewin y Olga Wornat, sus autoras, decidieron reeditarlo, en otro marco social.
Putas y guerrilleras. Crímenes sexuales en los centros clandestinos de detención (Planeta) narra una historia que es la propia: Lewin estuvo detenida en la Ex ESMA y su testimonio también está en el libro, junto al de otras ex detenidas-desaparecidas.
“Se llama Putas y guerrilleras porque era lo que nos gritaban cuando nos secuestraban, lo que nos gritaban a modo de insulto en la sala de torturas, para ellos la palabra ‘puta’ era el peor de los insultos, y ‘guerrillera’ también, porque significaba que habíamos abrazado la violencia como método de lucha política y esto era inaceptable, y menos aún por parte de una mujer –sostiene la autora en diálogo con Radio Estación Sur (FM 91.7)-. Éramos mujeres contranatura, éramos una especie de monstruo para ellos”.
"Hubo un terrorismo sexual ejercido desde el Estado", explica @milew99 en #PutasYGuerrilleras, libro sobre los abusos sexuales en centros clandestinos durante la dictadura.
"Cuando caí estaba resignada a ser violada, pero aún no entendía su dimensión política y moralizadora". pic.twitter.com/fXLJGmLZ4f— Canal Abierto (@canalabiertoar) March 27, 2020
A la luz del pensamiento feminista, Lewin repiensa el libro y analiza sus propias vivencias. “Yo sentí que tenía que incluir mi propia historia. Creo que fue un gesto de honestidad en el sentido de revelar lo que a mí me pasó. Revelar que cuando yo caí, estaba resignada a ser violada y creía que en cierta forma la violación era más humana que la tortura, humana entre comillas, porque en ese momento todavía pensaba que la violación se efectuaba para conseguir placer, no entendía cuál era la dimensión política de la violación, la dimensión moralizadora de la que habla Rita Segato”, sostiene.
Y agrega: “Creo que a Olga también le sirvió, para encontrar un patrón común y terminar de definir que hubo un terrorismo sexual ejercido desde el Estado, que algunos represores tenían muy en claro por qué instruían a sus subordinados a que violaran a las mujeres. Entendimos la cuestión del consentimiento”.