Por Pablo Bassi | La vida en los comedores comunitarios cambió. Si hace veinte días los vecinos acudían a compartir un almuerzo, ahora van a cargar tapers desde una olla parada en la puerta, a una distancia prudente uno de otro. La imagen remite a 2001: militantes sociales -sobre todo mujeres- que garantizan el alimento; ahora con barbijos y guantes.
En tiempos de pandemia, el problema en cualquier conurbano sigue siendo económico. La gran mayoría vive de changas, al día. La parálisis en la producción empujó a más de 10 millones de personas a solicitar los diez mil pesos de emergencia que ofrece el Gobierno. Ningún beneficiario puede ser asalariado formal o receptor de un salario social complementario.
Lucía Bianchi, coordinadora de Capacitación e Investigación de Barrios de Pie, organización social que integra la UTEP, afirma: “El coronavirus profundiza la pobreza estructural en los barrios”. Y eso que todavía no llegó con el espiral contagioso que podría hacer detonar una crisis sanitaria.
“Todos los esfuerzos de las organizaciones sociales están puestos en asegurar la alimentación”, dice Bianchi, “y en ganar tiempo para que la pandemia no se desborde”.
Según la UTEP, durante la última quincena la visita a comedores creció entre un 30 y 40 por ciento a lo largo de los 3000 barrios populares del AMBA, muchos sin agua potable, y donde el dengue azota con temperaturas altas y obliga a las organizaciones a relevar manzanas para su desinfección.
Aquí, las cuarentenas potencian otros emergentes: la violencia hacia las mujeres, los consumos problemáticos, la violencia represiva de las fuerzas de seguridad, los problemas de salud mental.
El aislamiento se vive de otra manera a cómo se preservan los sectores medios. El hacinamiento hace del pasillo, la vereda y la calle, la casa. Pero se respeta: hay menos circulación que antes. “Quedate en tu barrio”, el eslogan de la UTEP, resulta efectivo.
“La pregunta que nos hicimos fue: ¿cómo podemos ayudar los sectores medios, académicos, profesionales ante esta coyuntura? Antes podíamos dar una mano en el barrio, ahora no”, explica Bianchi.
La respuesta fue convocar a periodistas, realizadores audiovisuales, diseñadores, abogados, docentes, trabajadores de la salud o cualquier persona que pueda dar una mano de manera virtual, para fortalecer la comunicación interna en los barrios.
Hace falta diseñar recurseros, redactar protocolos o grabar audios didácticos para niños. Es necesaria la imaginación para sortear la mala conectividad, las pocas computadoras y el puñado de impresoras.
También hace falta apuntalar una campaña más extensiva: la de donación de alcohol en gel, lavandina y alimentos no perecederos. Se necesitan personas que puedan recolectarlos y esperar a que un agente sanitario los recoja para trasladarlos a los centros comunitarios.
Cualquier interesado puede ofrecerse escribiendo a universidadbarriosdepie@gmail.com