Redacción Canal Abierto | Desde que el 11 de marzo se declaró la pandemia por el coronavirus y se decretó por parte del Poder Ejecutivo Nacional el aislamiento social obligatorio se hizo sana costumbre, a las 21 horas de todas las noches, el aplauso al personal sanitario. Así la ciudadanía saluda y reconoce a quienes están en primera línea enfrentando un mal para el que aún no hay vacuna y que ha sembrado temor en todo el planeta.
Pese a la rápida respuesta del gobierno nacional reconocida por la Organización Mundial de la Salud frente a la crisis, las decisiones que se toman al nivel del Ejecutivo deben recorrer un largo camino hasta efectivizarse en cada provincia, en cada municipio. Para conocer el caso de la ciudad de Buenos Aires, el distrito más rico y con mayor presupuesto estatal del país, dialogamos con trabajadores de la salud del sistema público.
Un primer dato: El porcentaje del gasto público en salud en el presupuesto total del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se redujo de un 21,9% en 2010 al 15,3% en 2018.
“Creemos que el sistema de salud público de la ciudad de Buenos Aires, desde que se hizo cargo el macrismo, fracasó. Lo venimos denunciando y hoy nos encontramos ante la pandemia del siglo XXI y quieren hacer rápidamente lo que tendríamos que haber sostenido a lo largo de todos estos años desde enero del 2008”, señala Rodolfo Arrechea, coordinador nacional de Salud de ATE Argentina y delegado general del Hospital Rivadavia de la ciudad, en diálogo con Canal Abierto.
“El Gobierno de la Ciudad redujo en estos años 700 camas. Cuando asume el macrismo, existían 25 camas cada 10 mil habitantes, hoy son 23. Para que se entienda la dimensión es como si se hubiesen eliminado el Hospital Durand y el Santojani”, describe Arrechea.
“El GCBA luego de eliminar 700 camas de 2016 a 2019, de jubilar personal y no cubrir las vacantes, hoy rápidamente tuvo que recurrir a tratar de recuperar esas camas perdidas. Se han abierto 400 camas nuevas y en el día de hoy está comenzando a ingresar personal nuevo: 400 enfermeros y personal médico”, reconoce representante gremial.
El sistema de salud público porteño frente a la pandemia
Así como la gestión de Juntos por el Cambio no dudó en su camino hacia el ajuste y la reducción del Estado, en degradar al ministerio de Salud a una secretaría del ministerio de Desarrollo, la gestión de Alberto Fernández repuso al Ministerio como tal desde el primer día de gobierno y puso a la cabeza del mismo a un sanitarista probado y reconocido como Ginés González García.
Con treinta años de experiencia en el Hospital Italiano y acompañando la gestión del PRO en la ciudad desde el 2008, Fernán Quirós es el responsable de Salud del GCBA. Tiene buena sintonía con Nación y provincia y frente a la crisis los equipos en gestión han sabido ponerse de acuerdo y zanjar diferencias. Pero 12 años de políticas en el sentido inverso no se subsanan en unos días.
Cuando a fines de febrero de este año, los títulos sobre el coronavirus comenzaban a ocupar más espacio en tapas de diarios y portales noticiosos, y aquel lejano mal de Wuhan comenzaba a preocupar a los sistemas sanitarios del planeta, los trabajadores de la salud advirtieron las carencias. “Como ATE tuvimos que salir a denunciar situaciones muy complejas. Los primeros días no había alcohol en gel, no había barbijos en los hospitales; esos días hubo temor por parte del personal para poder hacer frente a la atención de los febriles y de los que tengan coronavirus. Producto de las protestas que hicimos públicamente este equipamiento empezó a llegar y adoptamos la postura de que donde no esté el equipamiento no se va a brindar la atención”, rememora el dirigente.
“Estamos viendo que en Europa, sobre todo en España e Italia, hay un porcentaje altísimo del personal de salud que terminó afectado por el COVID-19 por estar sobrepasados y no tener el equipamiento adecuado. Nosotros no queremos que esto pase porque es imprescindible que estemos sanos para hacer frente a los picos de la pandemia, que el Ministerio de Salud estima entre el 15 de abril y el 15 de mayo, no podemos darnos el lujo de tener un déficit del personal de salud”, señala Arrechea, destacando también que los trabajadores tienen el derecho de preservar la propia salud e integridad antes que nada.
No solo se vive de aplausos: la demanda por la carrera profesional
Podría ser una frase del mundo del espectáculo pero se refiere a los trabajadores de la salud. “Hace más de un año el gobierno de Larreta dejó fuera de la carrera profesional a los enfermeros. Hicimos grandes movilizaciones, planteos, medidas de fuerza que como respuesta tuvieron algunas medidas del gobierno que son parches, pero hasta ahora esa situación no se ha modificado”, explica Arrechea.
Las enfermeras y enfermeros son el sector más relegado salarialmente del Estado porteño. La ley 6035 del 8 de noviembre de 2018, los dejó fuera de la carrera profesional. “Las consecuencias de esto son principalmente monetarias, nos corresponde otro escalafón, y un ingreso menor. Impacta en el salario de bolsillo. Al enfermero se lo ubica en el escalafón general como personal técnico-administrativo. No solo al enfermero sino también al técnico en bio-imágenes, al técnico instrumentador quirúrgico, y a otros profesionales de carreras de grado”, señala Gastón Kalniker, trabajador del Hospital Durand en Caballito.
Dejar a enfermeros, técnicos radiólogos y otras especialidades fuera de la carrera profesional, entre otras cosas, tiene una severa implicancia económica. “Un enfermero con diez años de antigüedad que trabaja en un hospital público una jornada de 7 horas diarias cobra $35.000”, señala Arrechea, y a estos trabajadores y trabajadoras además se les pide que sean la primera línea frente a la pandemia.
Es un reconocimiento bienvenido, aunque precario y temporal, el que realiza el gobierno nacional otorgando un adicional de $20.000 en cuatro cuotas a médicos, enfermeros y personal del área, pero aún no se ha concretado “nadie vio un peso todavía”, señala Arrechea, aclarando que se produjo una reducción respecto a los anuncios iniciales que hablaban de 30.000 pesos en tres cuotas.
“Hay licenciados de enfermería que no están reconocidos en la Carrera Médico Profesional y ahora con la 6035, han ingresado otras carreras, pero dejaron de lado a los licenciados en Enfermería. Por ejemplo, se reconocen músico-terapeutas, bienvenido que los haya pero en los hospitales no hay, y dejaron afuera a los enfermeros, que son quienes asisten al paciente en todas las necesidades que tiene”, refiere Kalniker. “El sistema de salud colapsa sin enfermeros. La relación médico-paciente está genial, pero después de la entrevista entre médico y paciente, el profesional prescribe y va a atender a otro paciente, pero los cuidados, y todo lo que eso contempla, lo hace el personal de enfermería: el aseo, la alimentación, darle la medicación en tiempo y forma, darle una contención psicológica, un acompañamiento”.
Efectos colaterales
El temor que despierta esta variedad de coronavirus es en parte su gran capacidad de contagio. “Todos tenemos miedo, porque tenemos familia, amigos, hijos, compañeros. Yo tuve momentos de pánico, porque no sabés si te vas a contagiar. Y la gente tiene mucho miedo. A pesar de ello, hay más presentismo que antes”, señala la licenciada Eliana Mazuryk, enfermera jefe de la Sala 10 de Clínica Médica del Hospital Rivadavia.
“Estamos acostumbrados a trabajar con pacientes con HIV, con tuberculosis, sabemos cuales son los cuidados. Pero esto es muy distinto por la alta contagiosidad que tiene y porque cualquiera lo puede transmitir, y cualquiera que se equivoque el resto del equipo cae también. Ponele que un médico, un enfermero se equivoquen, o el de limpieza que no limpió bien, alguien que salió y contaminó el resto de las áreas limpias… el resto se contagia. Un error de cualquiera de los efectores es terrible para todo el equipo”, narra Eliana. “Y el temor es la falta de insumos, hay pero escasean y desaparecen rápidamente. Las máscaras faciales aún no las vimos”.
El Ministerio de Salud de la Ciudad manda a trabajar a todos sus empleados de salud, son personal esencial y, salvo que el o la agente integren un grupo de riesgo sanitario, todos los trabajadores están afectados. Pero, “hay particularidades que se deberían contemplar. Es el caso, por ejemplo, de las madres solteras que son sostén de familia. Muchas incluso tienen hasta dos trabajos en un efector de salud, público o privado. Son muchos casos y esas personas si quedasen contaminadas estarían dejando a un menor de edad en situación vulnerable, si no tiene familiares que puedan hacerse cargo”, destaca Kalniker, delegado de ATE en el Durand.
“Enfermería somos profesionales”
Durante todo el año pasado las movilizaciones -algunas históricas por lo masivas-, paros y distintas medidas de protesta en la lucha de enfermeros y enfermeras por el reconocimiento profesional, fueron una constante aunque los medios masivos no lo hayan destacado. Mazuryk señana que «ahora es más importante cuidar a todos los enfermeros y a todos los que estamos trabajando, que tengamos los insumos para enfrentar esto. Hay que sacar esta pandemia adelante y después seguiremos dando la pelea por nuestro reconocimiento”.
“Estamos demostrando con claridad que los enfermeros somos profesionales, y no administrativos, sin desmerecer a esos efectores que también están poniendo la cara como nosotros. Hay más presentismo que nunca y los enfermeros le ponemos el pecho a las balas. Vos venís porque tenés fiebre y dolor de garganta y, antes que cualquiera, te ve un enfermero”.
Más que aplausos, estos trabajadores y trabajadoras merecen leyes que los amparen y reconozcan. “Yo vivo en Chascomús, tengo cuatro vecinos y se turnan para poner el himno cada día, y salen los cuatro a aplaudir. ¿Sabés la emoción que me da eso? A mí me llegan los aplausos y los gritos de la gente, te dan ánimo, son un empujoncito para adelante todos los días”, remata Eliana.