Por Gladys Stagno | Desde su casa en España, donde vive desde su exilio, en 1976, Jorge Alemán reflexiona. Lo hace por videollamada, uno de los pocos recursos que las medidas del confinamiento -que en ese país comenzaron el 14 de marzo y se repiten en gran parte del mundo- le dejaron al contacto visual.
En tiempos de COVID-19, para el psicoanalista y escritor argentino las cosas han cambiado mucho, en los vínculos y, quizá, también en el sentido común neoliberal. Pero el horizonte aún no es ni claro ni prometedor. Y la oportunidad de hacer del mundo que dejará la pandemia un lugar mejor depende de mucho más que de un virus.
La convivencia con la incertidumbre es, para vos, una de las cuestiones que moldean la subjetividad en el mundo neoliberal. Pero, ¿cómo afecta a un sujeto neoliberal una incertidumbre de las dimensiones de una pandemia?
–Ésta es una incertidumbre nueva, porque los neoliberales hablaban de una sociedad de riesgo. Hasta llegó a haber un ministro en la Argentina que dijo que los argentinos tenían que acostumbrarse a la incertidumbre, y hacía referencia al modo en el que el neoliberalismo corroía todas las instituciones, hacía desaparecer el trabajo, la producción, volvía precario todo el mundo laboral. Esta incertidumbre es de otro orden, porque afecta a la vida misma. Hace referencia a la posibilidad de la muerte de cada uno. Por lo tanto se han aceptado condiciones que hubieran sido inaceptables en otra época. Todo el mundo se ha autoconfinado y se ha inscripto en una especie de cárcel virtual. Ha aceptado blindarse en nombre de la protección.
¿Y qué consecuencias tendrá esto?
–Veremos si esto, además de ser eficaz para protegernos, va a terminar siendo un nuevo orden de disciplinamiento y de control. Es algo que tendrá que verse a nivel civilizatorio.
Hay muchos filósofos arriesgando que es un momento bisagra, y algunos, como Zizek, imaginan un nuevo orden, una suerte de comunismo. ¿Aventurás que hay una oportunidad de repensar el sistema o el capitalismo se va a reinventar?
–El capitalismo está hecho de crisis. El capitalismo no es una economía: es un modo de reproducirse. Todo el tiempo aprovecha estas situaciones para encontrar siempre la vía de su propia reproducción. Que la vida se vuelva terrible, o caótica, o que haya un colapso económico mundial no indica en absoluto que se provoque una transformación del capitalismo y un acceso a algo emancipatorio. Eso exigiría previamente una construcción política, y la construcción de un sujeto político, y emprender una aventura colectiva nueva.
Pero algunas cosas se han puesto en tela de juicio…
–Sí, es cierto que aparecen signos en algunos lugares de un nuevo tipo de sensibilidad social, que empieza a aparecer una intuición de que el capitalismo ha vuelto al mundo insostenible y que, bajo sus condiciones, no se puede seguir viviendo. Pero yo no creo que con eso sea suficiente para pensar que se derrumba. Habrá que ver, en el medio, qué es lo que ocurre con los grupos de poder, con el control hegemónico de los medios, con las distintas batallas culturales, con nuestras propias fuerzas. No hemos visto jamás nada semejante.
Podría, contingentemente, surgir algún tipo de proyecto político distinto, pero eso sería a escala internacional y esa escala internacional hoy en día no existe. Se han destruido todos los organismos: no está el Mercosur, la Unión Europea está a punto de fracturarse. Estamos en una situación donde no hay instancias internacionales que puedan acompañarnos bien. Los pasos que tenemos que dar tienen que estar muy bien consolidados.
En una entrevista reciente sostuviste que un gran desafío histórico es que lentamente se conjugue un Estado acompañado tanto por la militancia social como por las Fuerzas Armadas. ¿Por qué te parece importante incorporarlas?
–Porque si va a haber una catástrofe económica de tal magnitud, como no haya una conducción política popular, de izquierda, progresista, que logre articularse a las Fuerzas Armadas, va a emerger el fascismo. Por lo tanto, pienso que es fundamental anudarlas a un proyecto popular y de izquierdas. Porque pienso que, de acá a un año –cuando verdaderamente aparezcan los otros aspectos de la pandemia, los aspectos despiadados de las desigualdades económicas–, va a ser muy importante que el proyecto que quiera asumir la igualdad y la distribución tenga de su lado también a las fuerzas del orden. Si no es así, vamos a estar en una situación muy frágil.
Pensando en esta idea que viene de la mano de la pandemia, que “nos salvamos todos o no se salva nadie”, ¿considerás que hace mella en el sentido común neoliberal?
–Lo tendremos que ver. Esa sensibilidad está presente, eso se dice y se percibe. Pero también hay -y ya las conocemos- las tendencias a la xenofobia, al racismo, a la discriminación, a expulsar a los que están contaminados. Acabo de escuchar la cantidad de violencias de género que se han producido en estos días en España dentro del confinamiento. Tenemos que ser muy precisos en separar el análisis de la realidad de nuestros deseos.
En España, donde hay muchos más casos que en la Argentina, ¿cómo se están configurando las relaciones en el confinamiento? ¿Qué lugar ocupa el miedo en esas relaciones?
–Acaba de salir un estudio mundial donde dice que hasta 2022 va a tener que continuar el distanciamiento social, nadie se va a poder abrazar, besar. Por un lado se está hablando de que no se puede salir solo de esta situación, pero a la vez va a haber que aceptar en nombre de la protección y la seguridad unas medidas de distancia, aislamiento e introspección inéditas. Eso se va sintiendo: hace un montón de tiempo que ya no nos encontramos cara a cara.
¿Qué deberíamos hacer desde el progresismo para capitalizar este momento, para construir en un futuro ese nuevo sujeto, más colectivo y menos individual?
–Esto que estamos intentando hacer por todos lados: que circule la palabra, que nos sigamos encontrando, que sigamos pensando, que empecemos a entender que el capitalismo tiene muchos recursos, que no demos por terminada la disputa, que no digamos tan rápido que hemos vencido al neoliberalismo porque ya lo hemos dicho muchas veces y después resulta que retorna con mucha más fuerza. Que seamos exigentes con los análisis.
Y desde los vínculos ¿hay algo para hacer? ¿Aprender desde el aislamiento otra forma de sociabilidad?
–Yo espero que el sujeto no se olvide de lo que era el encuentro, de lo que era tocar a alguien, de lo que era escuchar directamente la palabra de alguien, de lo que era mirar a los ojos a alguien. Que esa memoria de la experiencia no se empobrezca. Porque si ese núcleo se toca habremos perdido muchísimo.
Edición de video: Pablo Martínez Levy
Foto: Página/12