Redacción Canal Abierto | Al igual que en un primer momento Wuhan, luego el norte de Italia o Madrid, y actualmente el estado de Nueva York, epidemiólogos de todo el mundo advierten sobre la posibilidad de que varias regiones de Brasil se conviertan en los siguientes epicentros de la pandemia de Covid-19.
Las razones para este triste vaticinio se fundan no sólo en las actuales cifras del gigante sudamericano -ya reportó oficialmente unas 4.500 muertes y casi 67.000 infecciones-, sino también en el manejo errante que desde un primer momento encaró el Palacio de Planalto.
Al ninguneo inicial de la pandemia y las muestras de desprecio por las recomendaciones de los especialistas, Jair Bolsonaro sumó luego la escandalosa salida de su hoy ex ministro de salud -Luiz Henrique Mandetta- tras una serie de desacuerdos acerca de los planes para contener el virus. En su reemplazo, nombró a Nelson Teich, un médico cercano a las políticas ultraderechistas del mandatario y proclive a una mirada empresarial de la salud. Por entonces incluso llegó a sonar fuerte el rumor de un posible golpe militar.
Ahora, en un momento en que la lucha contra la pandemia debiera ser el centro y eje de la política, el Ejecutivo brasileño se ve envuelto en otra polémica de proporciones todavía desconocidas: Sergio Moro, uno de los ministros estrella de la gestión ultraderechista por su papel en la megaoperación anticorrupción Lava Jato, presentó su renuncia después de que Bolsonaro destituyera al jefe de la Policía Federal (PF), un órgano de investigación que depende de la cartera de Justicia.
En su discurso al dimitir, el antiguo juez explicó que dejaba el cargo ante las presiones del mandatario para interferir en pesquisas que salpicarían a sus hijos. Según informan medios brasileños, en las próximas horas Moro podría presentar un intercambio de Whatsapp en el que se revelan dichas exigencias.
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En las últimas, durante una conferencia de prensa caótica, el mandatario ultraderechista buscó justificar dicha intervención denunciando que “la PF -a cargo de Moro- estaba más preocupada por Marielle (Franco, concejala asesinada en Rio de Janeiro en 2018) que por su jefe”. En este sentido, son conocidos los vínculos de uno de los hijos de Jair Bolsonaro, el hoy senador Flavio, con las “milicias” integradas por policías y militares retirados, sindicadas como autoras materiales del asesinato de la activista social carioca.
En lugar del magistrado que supo fraguar la polémica causa con la que llevó a prisión Lula Da Silva, Bolsonaro nombró a André Mendonça. Ahora ex abogado general del Estado, el nuevo ministro es además pastor evangélico. En paralelo, el presidente ha colocado a un amigo de su hijo, Carlos, al frente de la Policía Federal.
Lo cierto es que no se trata del primer pedido de juicio político (impeachment) contra el Jefe de Estado brasileño, y que en el resto de las presentaciones el tratamiento se vio impedido por obra y gracias del presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia. Sin embargo, es posible que un recrudecimiento de la crisis sanitaria y el desplome en la popularidad de Bolsonaro terminen inclinando la balanza por una salida anticipada del Gobierno.
Una encuesta realizada por la consultora Atlas Político reveló este lunes que el rechazo al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, alcanzó el 64,4 por ciento en comparación con el 30 por ciento de aprobación. El sondeo también indicó que el 54 por ciento de los brasileños está a favor de un proceso de juicio político que separe a Bolsonaro de la Presidencia de la nación.
Por el momento, la causa penal sigue en curso: el fiscal general, Augusto Aras, sospecha que el mandatario ha podido cometer varios delitos, incluidos coacción, prevaricación, obstrucción de la justicia y corrupción pasiva. Culminada la investigación, la fiscalía deberá decidir si presenta cargos contra Bolsonaro o, por calumnias, contra Moro.