Redacción Canal Abierto | Pandemia de coronavirus mediante, son varios los ejes de la discusión social que han cambiado en los últimos meses. En lo económico, la necesidad de empoderar a los Estados para frenar el contagio y de obtener fondos para financiar la crisis que se hace carne en los más pobres puso el foco sobre el mercado y sobre los más ricos.
En nuestro país, el coeficiente Gini –uno de los indicadores más usados para evaluar la diferencia entre pobres y ricos, que va desde 0 (igualdad absoluta) a 1 (total desigualdad)- creció de 0,427, en el segundo trimestre de 2016, a 0,447 puntos, en 2019. Dicho de otro modo, la Argentina se volvió más desigual durante el macrismo. Y, en la amplitud de esa brecha, uno de los sectores que más ganó fue el financiero.
En base a los balances contables que los bancos presentaron ante la Comisión Nacional de Valores (CNV) y la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, mientras el Producto Bruto Interno (PBI) nacional descendió en 2019 un 2,2%, los cincuenta bancos privados autorizados a funcionar en el país obtuvieron una utilidad neta de $ 314.044 millones (un 51% + interanual) y una utilidad bruta del 65,36%. La banca pública, por su parte, obtuvo en bruto el 1,8%.
Regular a los que especulan
Los nombres de los ganadores son archiconocidos: Grupo Galicia, Santander Río, Banco BBVA Argentina, HSBC Bank Argentina, ICBC, Citibank, Banco Macro, Banco Patagonia, Grupo Supervielle, y siguen las firmas. No obstante, los lobbistas del sector aseguran que perdieron.
En tanto, y mientras ambas cámaras del Congreso discuten la forma en la que llevarán adelante la sesión para discutir el impuesto a las grandes fortunas, por ahora nada se dice sobre la renta de las entidades financieras.
“El impuesto va a recaer sobre personas físicas, no jurídicas, así que ahí no entrarían ni bancos, ni energéticas, ni cerealeras, que son los sectores que uno podría individualizar como ganadores de la anterior etapa. Podrían entrar sí sus dueños o sus directores con grandes ingresos”, aclara Sergio Chouza, economista especializado en el sector financiero, y docente en la UBA y la Undav. Existe una razón económica detrás de eso: “típicamente los impuestos más sanos, los más progresivos y menos distorsivos, tienden a llevar sus gravámenes sobre las personas más que sobre la actividad productiva, sea cual sea ésta”, explica.
Para él, la cuestión no radica en gravar, sino en regular. “En los últimos años, la evolución de los créditos al sector productivo muestra que las líneas de descuento de documentos y de adelantos de cuentas corrientes cayeron incluso nominalmente. A pesar de la enorme inserción que había, mes tras mes se prestaba menos –detalla-. Por eso lo mejor que se podría hacer es regularlos, presionarlos vía normativa para, de a poco, ir tendiendo a que ese actor del sistema económico sea funcional al desarrollo, empiece a modificar sus patrones de comportamiento y hacia dónde direcciona sus créditos”.
Lo que el macrismo dejó
Los patrones de comportamiento del sistema financiero argentino, desde la última dictadura a la fecha, se apoyaron en la especulación en detrimento del sector productivo.
“En 1977, la dictadura cambió todo el funcionamiento del sector financiero (al modificar la Ley de Entidades Financieras) que hasta ahí era funcional al desarrollo industrial, era una herramienta de estímulo del sistema productivo”, sostiene Juan Santarcángelo, investigador del CONICET y de la Universidad Nacional de Quilmes.
Desde entonces, la economía real pasó a subordinarse al sector financiero, y lo hizo sin mayores intervenciones desde la dictadura militar hasta finales de la crisis de 2001.
Durante el macrismo, el modelo orientado al desarrollo montado durante la presidencia de Néstor Kirchner viró de nuevo hacia la especulación. “La posibilidad de acumulación de ganancias a través de instrumentos cuasi libres de riesgo del Banco Central, Lebacs primero y Leliqs después, fueron una zona de confort para el sistema bancario que le permitió un ahorro de oficiales de cuenta, que no tuvieron que salir a la calle a buscar clientes; tecnológico, porque las licitaciones requerían un click; y rentas extraordinarias en cortos períodos de tiempo”, detalla Chouza en diálogo con Canal Abierto.
El dólar y la deuda
Lejos del modelo exitoso que contempla una banca cuyo rol es ser la armoniosa intermediaria entre depósitos y préstamos, en la Argentina el proceso de extranjerización y concentración del sector le dio un poder de lobby que presiona sobre el tipo de cambio e incluso inclina la balanza en la renegociación de la deuda pública.
“Son bancos, fondos de inversión, brokers, aseguradoras, es el mercado financiero como un todo. Marcan el pulso de los radios, de la conversación de lo económico, facilitan operaciones. Hoy en día no hay restricciones para comprar dólares por intermedio de la Bolsa, ya sea por bonos o por acciones. Entonces todo excedente de pesos se dolariza por ese medio, así empujan el tipo de cambio ilegal hacia arriba –analiza Chouza-. A un acreedor de la Argentina, como son los fondos de inversión que están fuertemente interconectados con los bancos, le conviene que haya la mayor inestabilidad financiera posible. Que la disparada del dólar esté todos los días en la tapa de los diarios, generar un clima adverso. En estos pocos días que quedan para la renegociación de la deuda van a resonar sus voces”.
En este estado de cosas, la buena noticia es que la independencia del Banco Central permite que modificar las reglas del juego sea un procedimiento simple: basta con que el Directorio se reúna y dicte regulaciones que cambien la orientación del crédito hacia el sector productivo.
“Hay que tener creatividad, por un lado, y audacia, por el otro. Pero también está la cuestión de la oportunidad y la conveniencia. Es un momento muy complejo, porque solucionar esta crisis de deuda va a ser el hecho político del año. La disyuntiva siempre es si se pueden dar todas las batallas juntas, cuál dar primero, cuándo es el momento conveniente, si da la correlación de fuerzas. Pero pensar una banca dispuesta para el desarrollo económico es una asignatura pendiente”, concluye Chouza.