Un día, allá por el año dos mil y pico, o casi, si mal no recuerdo, enciendo la radio y sale la voz de Alfredo Leuco. Creo que en Continental. El pobre hombre bordea el desfallecimiento. Está metido en un monólogo apocalíptico acerca de los designios ocultos de los piqueteros; compara la intransigencia de algunos movimientos de trabajadores desocupados con la conducta de los grupos guerrilleros de los años setenta; advierte al oyente que corremos el riesgo de caer en la anarquía. “Quieren tomar el Palacio de Invierno”, dice.
Años antes, o después, en el programa “Informe Central”, de América TV: “Da la impresión de que hay grupos piqueteros que están esperando que los repriman para tener más prensa”.
También en aquella época le escuché decir: “¿Se imaginan ustedes a Rodolfo Walsh trabajando ahora en Clarín? ¡Sería un lujo!”.
Recomendable paréntesis.
En la noche del martes cinco, después de haber tomado unos vinos, y con el ánimo de divertirme un poco, como solía hacerlo de vez en cuando con Grondona-Neustadt, cometí el error de ponerme a ver el comienzo de su parodia de programa periodístico en TN. Con imágenes en blanco y negro de noticieros de mayo de 1973, Leuco muestra la liberación de presos políticos que había decretado el gobierno de Cámpora casi al asumir, presos políticos porque habían sido encarcelados por las dictaduras de Onganía y Lanusse a causa de su militancia en sindicatos, movimientos políticos y partidos opositores a la dictadura. Y vuelve la cámara a la cara de Leuco y él, exaltado, dice entonces que la idea de ponerse a liberar presos a carretadas ha sido del gobierno, que se asemeja a aquella amnistía decretada por Cámpora, que trajo como consecuencia la necesidad de la intervención de las Fuerzas Armadas para acabar con la subversión. Esa amnistía, dice, palabras más, palabras menos, fue el inicio del caos.
No puedo evitar decirlo. Pocas veces he visto y escuchado a una persona tan alienada, tan carente de instrucción y conocimiento, tan fanática de la discriminación, del sometimiento, de la persecución y del control, conjunción de temperamentos que, acaso, no resiste otra suposición que un deseo de pena de muerte para todos los que él juzga ladrones, asesinos, violadores. Gente mala, en fin.
Se necesita con urgencia un equipo de frenólogos y frenópatas, honrados y de prestigio social, para que determinen la naturaleza del enjambre de desmembraciones que se han apoderado de la cabeza de Alfredo Leuco.