Que ahora ama, cuando en realidad nunca amó; que ahora respeta, cuando en realidad nunca respetó; que ahora entiende, cuando en realidad nunca entendió; que ahora escucha, cuando en realidad nunca escuchó. Que ahora mira y observa, cuando en realidad nunca miró u observó. Dice que ahora extraña lo que nunca extrañó; que ahora siente un olor que nunca sintió; que ahora padece las injusticias que nunca padeció; que ahora le importa la vida de personas cuyo destino nunca le importó; que ahora llora cada muerte que nunca lloró. Dice que siempre le han ocultado todo, absolutamente todo, cuando en realidad tenía los ojos puestos en todo lo que ocurría. Pero no dice, en fin, que ahora aprendió a simular. Y no pide disculpas, porque nunca las pidió. Y nunca las pedirá, porque tiene, y siempre tendrá, la habilidad de salir a flote en toda tempestad. Verdadera pandemia.