Redacción Canal Abierto | Allá por 1998, cuando las políticas neoliberales del menemismo amenazaban con la privatización de las escuelas públicas, estudiantes, campesinos, obreros y figuras públicas apoyaron la idea de una universidad campesina.
Ángel Strappazzón, quien se rehúsa a ser llamado rector –“soy más bien un torcedor de sistemas clásicos europeos”, dice-, es el coordinador de política pedagógica de la Unicam SURI (Universidad Campesina, Sistemas Rurales Indocampesinos). En diálogo con Canal Abierto, contó como esa experiencia de lucha derivó en este nuevo espacio de formación para jóvenes.
“En 2011, unos compañeros nos donaron esa tierra y a partir de ahí empezamos a construir la universidad, tanto en lo edilicio con métodos biológicos, indígenas, milenarios y ancestrales, como también las currículas pedagógicas, científicas y tecnológicas. En un predio al lado de la Ruta 9 en Villa Ojo de Agua, en la panamericana que une el Congreso de Buenos Aires con Latinoamérica, encontramos nuestro lugar”, relata Strappazzón.
Actualmente, las escuelas o currículas que esta casa de altos estudios tiene en funcionamiento son Agroecología, Comunicación Comunitaria y Popular, y Psicología Social y Comunitaria. A partir del año que viene empiezan las escuelas de musicología y energías renovables. También están en instancias de debate y discusión con universidades públicas la carrera de Medicina Popular Indígena Indoamericana, y la carrera de Arquitectura Popular y de Pueblos Originarios, que tendría también la influencia de otros pueblos como los persas.
Jóvenes que no tenían acceso a la universidad, ya sea por lejanía, por falta de ingresos o por tener que trabajar, hoy encuentran en este espacio del MOCASE un lugar de formación. En estos momentos hay muchos inscriptos y de hecho hay una lista de espera. El estudiantado es muy variado, ya que asisten alumnos de Brasil, España, Bélgica, Holanda, Italia y Uruguay, como también de los pueblos wichí, mbya guaraní, qom y kollas.
En materia de infraestructura, la sede en Ojo de Agua hoy cuenta con capacidad para alojar, dar de comer y dormir solo a 120 personas. “A pesar de la pandemia estamos construyendo. Pretendíamos haber alcanzado un cupo de alojamiento de 500 personas. Estamos en un 20% de lo que nosotros teníamos planificado. Mucho de este atraso tuvo que ver con los cuatro años del macrismo, que cortó proyectos que habían sido aprobados por el Estado nacional. Nos cortaron esa financiación, nos censuraron, nos ningunearon y nos bastardearon. A pesar de que seguimos adelante con nuestra propia financiación, vamos mucho más lento de lo que hubiera sido posible con un proyecto aprobado por un Estado nacional”, cuenta el coordinador.
Aún sin pandemia, las escuelas funcionan por alternancia con nueve días de manera presencial cada mes o dos meses. El resto de la cursada pretende que la o el alumno se involucre en el lugar de trabajo o producción.
Hacia un modelo de producción agroecológico
Por la Unicam ya pasaron unos cinco mil estudiantes de varias provincias y organizaciones campesinas de otros países con los que tienen convenios, y el objetivo de dotar a los alumnos de las herramientas científicas para desarrollar la producción agroecológica cobra mucho más fuerza hoy.
“Estos sistemas de producción de alimentos son ancestrales. Creo que hay un despertar y toma de conciencia en Argentina. El gobierno nacional ha tomado en cuenta la importancia de la agroecología para proveer de alimentos al pueblo, pero es un fenómeno internacional”, asegura Strappazzón.
En este sentido, comenta: “Nosotros tenemos contacto con Valencia, Andalucía, Asturias, País Vasco, vinculaciones en Francia con ocho estados, en Italia, Alemania, con el tema lechería y yogures en Holanda, con organizaciones que financian este tipo de emprendimientos como los del MOCASE y la UNICAM, con Bélgica, África y Asia. En esas relaciones y convenios vemos que ha habido un avance en tomar conciencia de que la agroecología es el camino hacia la soberanía alimentaria de los pueblos”.
Reciclar, reutilizar, reducir
Tanto el valor por la naturaleza y el ambiente como las prácticas ancestrales se pusieron en común al momento de construir el espacio que hoy habitan estudiantes y maestros. La sede en Ojo de Agua que se erigió desde la bioconstrucción utilizando botellas, vidrios, reciclados, tierra de descarte, arcillosa, guano, cardón, cemento, y piedra. “Nosotros no rompemos la montaña, usamos lo desprendido de los cerros durante millones de años, vamos con los camiones y los jóvenes los cargan”, dice Strappazón.
Artesanos y albañiles locales expertos en la construcción con piedra probaron techos abovedados que brindan buenos resultados contra los vientos, las lluvias, humedades y el calor. El coordinador también informó que pronto incursionarán con estufas andinas y de la Siberia, que con poca leña logran ambientes calefaccionados.
El buen vivir
La filosofía que inspira al Mocase desde 1990 -y 20 años después a la Unicam- es el pensamiento del Buen Vivir que. Según señala Strappazzón, “se encamina a profundizar lo comunitario, la relación entre lo urbano y lo rural. Evitar grandes metrópolis y estar estrecha y profundamente vinculados a la pachamama”.
Bajo ese mismo pensamiento, reflexiona: “Hay que tener esperanza. Sólo la esperanza puede construir la posibilidad de una vida futura en la humanidad. Y ojalá que las abejas sobrevivan en el mundo, porque si desaparecen, los días del hombre están contados. Yo creo que nosotros todavía tenemos esperanzas para sobrevivir”.