Redacción Canal Abierto | El Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) dio a conocer esta tarde la evolución que registró el índice de pobreza durante el primer semestre del año, un período signado por la caída de los ingresos y el incremento de la desocupación, en medio de las medidas de aislamiento preventivo dispuestas para morigerar la pandemia.
Según el organismo oficial, la pobreza alcanzó al 40,9% de la población (cerca de 18 millones de personas) y al 30,4% de los hogares, mientras que la indigencia al 10,5% (3 millones de personas) y 8,1%, respectivamente.
Las cifras resultan espeluznantes y se ubican por encima de los últimos registros, sólo equiparables con la crisis de 2001, cuando los hogares pobres constituían el 43,5% del total, de los cuales el 20% eran indigentes.
Hasta mediados de la década del 70 la Argentina no registraba niveles elevados de pobreza, así como tampoco de desocupación. Sin embargo, todo cambió a partir de instaurada la última dictadura cívico militar y la aplicación de políticas económicas y sociales ultra liberales.
En el ciclo que va de 1976 hasta 2003 el deterioro fue causado por las medidas de apertura financiera y comercial implementadas por los militares y ya con la democracia estuvo asociado al escaso crecimiento económico, al creciente proceso inflacionario. En los 90, al crecimiento del desempleo y con posterioridad a la Convertibilidad por la severa devaluación que barrió con los ingresos reales. Otro factor relevante es que en todo el periodo el endeudamiento externo actuó como un corset que provocó el destino creciente de recursos a pagar los intereses de la deuda. Esto implicó una fuerte detracción de recursos que deberían haberse destinado a infraestructura, proyectos de desarrollo o programas sociales.
En 1974 la desocupación era del 3% y la pobreza por ingresos afectaba al 4,6% de los hogares, un mínimo al que no se pudo retornar hasta la fecha. Hacia finales de 1982, tras la implementación del plan económico de Martínez de Hoz y quienes lo sucedieran durante el gobierno de facto, ambos índices se ubicaban en el 9% y el 21%.
Luego de más de seis años de desamantelamiento del aparato productivo, los tiempos democráticos no lograron revertir la situación. Según datos oficiales, en 1986 la pobreza golpeaba al 23,2% de los hogares. Para 1991, después de dos procesos hiperinflacionarios, el porcentajes de pobres trepó a 27,1%.
Si bien es cierto que entre 1991 y 1994 la pobreza en Argentina se redujo al 21,9%, varias crisis financieras globales y las políticas de desregulación estatal hicieron que para 1994 la desocupación en nuestro país trepará al 18,4%. Por esos años la pobreza también subiría -en 1998 se ubicó en torno al 24,7%- para luego desembocar en la peor crisis política, económica y social de la historia argentina. En diciembre de 2001 los hogares pobres constituían el 43,5% del total, de los cuales el 20% eran indigentes. A su vez, la desocupación en 2002 ya afectaba al 22,5% de la población.
Del 2003 en adelante los indicadores mejoraron un poco pero no lo suficiente para revertir la tendencia. Al iniciarse un ciclo de mayor crecimiento económico se comenzó a generar nuevo empleo y una leve mejora en la distribución a través de programas sociales que en 2015 llevarían el desempleo hasta el 6,4% y la pobreza en torno al 29%. Y si bien es cierto que a simple vista se pudo apreciar una mejora de la situación, la manipulación de las estadísticas oficiales termina por obnubilar estas últimas cifras.
De lo que sí no caben dudas es el deterioro económico y social de los cuatro años de gestión de Mauricio Macri, con fuertes subas inflacionarias, mayor desempleo, la transformación de empleos regulares en informales y el deterioro de las prestaciones sociales. De hecho, la última medición del INDEC, dada a conocer en marzo sobre datos del segundo semestre del 2019, registró que el 35,4% de los habitantes (8,1% más que lo revelado en 2018) se encontraba en situación de pobreza: más de 15 millones de personas. En tanto que el nivel de indigencia se ubicaba en el 8%.