Redacción Canal Abierto | “Está claro que esto genera mucha preocupación. Soy de los que vislumbraba desde el inicio del actual gobierno cierta tendencia en materia de política exterior sobre todo en relación a América Latina, pero me parece que con lo del martes pasado hay un quiebre fundamentalmente en lo que tiene que ver con Venezuela. Hasta ahora se buscaba, con muchas dificultades y tensiones, ciertos contrapesos en el sentido de denunciar una presunta violación de derechos humanos al mismo tiempo que se cuestionaban las sanciones, el bloqueo y aquellas circunstancias que agravaban más estas cuestiones”.
El testimonio pertenece a Luis Wainer, sociólogo, coordinador del Área de Estudios Nuestroamericanos del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini y autor del libro Los orígenes del chavismo, quien en diálogo con Canal Abierto se refirió a las implicancias que tiene el voto de Argentina en Naciones Unidas.
¿Este cambio en política exterior hace que no deba ser tan sorpresivo este voto?
– Uno puede recordar que hace algunos meses el propio Alberto Fernández había salido a defenderse de algunas críticas en las cuales planteaba esto y al mismo tiempo dejaba clara una mirada sobre Venezuela, inclusive frente a las críticas de no salirse del Grupo de Lima. Había declaraciones del propio canciller o de Sergio Massa y uno tenía que tratar de observar con un poco más de precisión cuál es la línea de política internacional del gobierno argentino. Ahí Alberto Fernández planteaba que estamos adentro del Grupo de Lima, pero no vamos a llevar adelante las mismas propuestas o no votaremos juntos. O sea, nos quedábamos, pero no votábamos. Al mismo tiempo, en una América Latina que dejó de ser la que era, tratamos de conformar una unidad con México. ¿Por qué decía que más allá de ciertas tendencias lo de ayer es un quiebre del que hay que ver si hay o no retorno? Porque ninguna de estas dos cosas que planteaba Fernández se cumplieron. Ni trabajar un pos de una unidad con México, ya que México se abstuvo nosotros votamos a favor y donde México votó a favor nosotros nos abstuvimos. Y mucho menos votamos distinto al Grupo de Lima, tal como había sido planteado. En definitiva, la Resolución 43, que es la más grave y la que más preocupación nos merece a algunos analistas no solo la votamos a favor, sino que es la que reproduce el informe de Bachelet y además la propone el Grupo de Lima junto a los países de Europa que directamente no reconocen la figura de Nicolás Maduro como presidente. En esa dirección Argentina votó y es lo que a uno le genera muchas preocupaciones.
¿Esto puede generar rupturas al interior de la coalición gobernante? A diferencia de otras ocasiones, no hubo muchas expresiones de sectores del kirchnerismo más duro, ni de la propia vicepresidenta, cuyo gobierno fue aliado de Venezuela.
– Me parece que en un tema bien sensible como es este y en un momento de asedio importante al actual gobierno desde muchos sectores del poder económico, político y mediático de la Argentina uno podría evaluar qué va a decir o a hacer o no Cristina. También yo esperaba que no suceda porque eso podría suponer un enorme debilitamiento para el gobierno en esta situación en la que parece que todo cuesta y mucho. Sin embargo, ciertos sectores más vinculados a ese espacio político sí se han pronunciado. Inclusive hubo un espacio de apertura a la discusión política o a reponer ciertas ideas de lo que se supone que tiene que ser la postura en política internacional que tiene que tener Argentina, cosa que hasta ahora no había ocurrido. Dentro del Frente de Todos se escucharon una serie de voces, fundamentalmente lo que fue la renuncia de Alicia Castro. Pero me parece que había un camino intermedio que es para discutirlo y que también merece un montón de análisis. Así como se acompañó la resolución 43, la 55 otorgaba un montón de soluciones para estas discusiones.
Porque no sólo era la que votó México a favor, sino que además era la que reponía cierto recorrido de las denuncias en materia de derechos humanos: atendimos lo que pasó, nos proponemos mejorar, tomar notas del informe, pedimos a la Alta Comisionada la permanencia y la cooperación en materia de poner una lupa inclusive en las fuerzas de seguridad, se reconocían avances por parte de Venezuela, como la liberación de presos en la que está la discusión de si son presos políticos o políticos presos, se abría el canal de ingreso de ayuda humanitaria que pueda ser observado por Naciones Unidas. Me parece que este informe, el 55, era un punto intermedio y que además Argentina no tenía ningún inconveniente en haberlo firmado. Por eso la pregunta es por qué acuerda con la otra resolución. Porque esa, en la que se abstiene, propone todo el tiempo en una salida pacífica, ahí está la gran diferencia. En la 55, que es en la que Argentina se abstiene, están presentes los contrapesos de lo que hablábamos antes porque pone el foco en que el bloqueo agrava cualquier situación. Sin embargo, en el 43 siquiera hay un pronunciamiento sobre lo que supone el bloqueo comercial, económico y la cuestión injerencista.
Después sí hay declaraciones, inclusive de los propios canciller y vicecanciller. Después se puede disfrazar como se quiera. Pero las resoluciones son las que permiten plafón institucional para después ver como sigue el proceso político y las negociaciones. Incluso cuando estábamos frente a un potencial escenario de elecciones, que habrá que ver con la votación qué fragilidad recobra ese escenario frente a la opinión pública, frente a la oposición venezolana que todavía está viendo si se presenta o no a las elecciones del 6 de diciembre.
¿Cuánto puede haber influido la situación económica en nuestro país, pensando que esta votación coincide con el momento en el que el país empieza a negociar con el FMI el crédito más grande de la historia del organismo?
– Eso es un poco la pretensión de la correlación de fuerzas y el posibilismo, hasta donde se puede y hasta donde no. Eso es tener la expectativa de que en algún momento uno puede gobernar de otro modo. Porque lo que las concesiones muchas veces generan es fortalecer una política de concesiones al puto tal de llegar a hacerlas programa propio. Me parece a mí que es un camino equivocado. Es como cuando Macri hablaba que en la medida que hiciéramos los deberes iban a venir las famosas lluvias de inversiones. Y la verdad es que la política internacional nunca se dirimió en esos términos, hay pocos ejemplos. En la medida que uno ponga pocos grados de libertad, construye con una mirada estratégica en el mediano plazo cada vez más arrinconado. Yo discuto mucho y pongo ejemplos sobre todo en América Latina que viene de algunas décadas atrás de construir instancias inéditas para la región que a veces perdemos de vista y nos falta hacer balances sobre eso, la institucionalidad no es algo natural, es algo que se construye.
Y a veces se construye en soledad, a veces se construye con gestos más osados, a veces tomando cierta correlación de fuerzas no como una imposibilidad para la política sino como un diagnóstico de la política. Es ver qué puntos de fuga permite cada situación para pensar la política hacia adelante. Porque si no, hubiera sido imposible Unasur o CELAC si Chávez en 2001 en soledad no decía que no al ALCA. Y entonces no estaban ni Néstor Kirchner, ni Lula ni ninguno de los que vinieron después.
Más bien, había una absoluta soledad. Pero esos momentos son los que construyen cuatro años después un escenario como el de Mar del Plata. Así que me parece que no es poca cosa en esta América Latina, con situaciones de tanta gravedad, con golpes de Estado exhibidos a nuestro alcance. Entonces, cuando decimos que se vota con el Grupo de Lima decimos que se vota con una instancia que fue creada con dos objetivos: una fue desmontar todo aquello en materia de instituciones de política regional; y la otra fue llevar a Venezuela a este escenario. Así que estamos votando la propuesta del Grupo de Lima y al mismo tiempo estamos votando con la dictadura de Bolivia y con países en los que las situaciones de derechos humanos son profundamente graves. No hace falta más que ver Chile, los miles de dirigentes políticos y sociales asesinados en Colombia que son todos referentes en materia de política de derechos humanos. Y acá estamos hablando de sanciones a los derechos humanos. Me parece que es una doble vara profundamente peligrosa. Votamos junto al gobierno de Bolsonaro, cuya existencia se origina en un golpe de Estado.
Con lo que sucedió la pregunta es hasta donde Argentina recrea la posibilidad de construir otra cosa. Porque al mismo tiempo que votó con el Grupo de Lima, rompió una potencial unidad estratégica con México y hay que ver qué opina buena parte de los sectores populares de los partidos que están en aquel país bastante asombrados con la posición de Argentina. Ni hablar con la propia Venezuela. Algunos planteaban que había cierto acuerdo táctico con Maduro, pero la verdad es que no. Hay que ver el asombro de los sectores de la política en Venezuela con esta medida que no era esperada, más bien la pregunta que nos hacemos es que pasó que ayer se salió de esos contrapesos que Alberto Fernandez venía planteando. Por qué se votó así y no con la otra posibilidad que si se quiere era más cómoda.
¿Y qué impacto puede tener en el armado del incipiente Grupo de Puebla?
– A mí me parece que el Grupo de Puebla, a diferencia de otros espacios con un recorrido más largo y una tradición muy clara, que han nacido de ciertas resistencias como el Grupo de Sao Pablo, todavía no está muy claro cuál es su horizonte político.
¿De qué se trata el Grupo de Puebla? ¿Es una suerte de ensayo para pensar hacia adelante cierta política regional? ¿Es un grupo que se va a proponer reponer cierta institucionalidad en materia de nuestra región? ¿Es un grupo que va a buscar volver a espacios como los que teníamos? Creo que para eso hace falta ser un poco más osado. Y este posicionamiento no ayuda a reponer eso.
Me parece que no hay ninguna institucionalidad creada ahí, ni ninguna posición política clara como sucedía en algún momento de convocar a las máximas autoridades de los distintos países para darse un programa. Unasur y Celac no estaban solo para frenar golpes de Estado y fortalecer la democracia, sino para pensar la depredación de los recursos naturales. En Argentina, para consolidar la política de sanciones a multinacionales que saqueaban nuestros recursos en el Océano Atlántico Sur. No son meramente gestos, más bien son espacios que pueden decidir avanzar y sostener en el tiempo en términos regionales políticas públicas que pongan en el centro de la escena la soberanía. Me parece que la semana pasada definimos todo lo contrario. Nadie puede decirnos que esa resolución no atenta contra la soberanía de un país. Es la propuesta de un grupo que justamente fue armado para desarmar la soberanía de ese país. Es una resolución que en ningún momento habla de la denuncia del bloqueo y las sanciones económicas.