Redacción Canal Abierto | “Fui guerrillero, por lo tanto un delincuente” fue la frase con la que Diego Guelar buscó tomar distancia de su propuesta –deslizada allá por enero de 2010– de una “amplia amnistía” para delitos de lesa humanidad.
La repudiable iniciativa no tendría importancia ni trascendencia, salvo por el hecho de que su impulsor era por entonces jefe de Relaciones Internacionales del PRO y uno de los hombres de confianza de quien luego lograría la Presidencia.
Oriundo de la provincia de Entre Ríos, a sus 16 años ingresó como becario de la American Field Service y cursó en la ciudad de Búfalo, Estados Unidos. Tras retornar a la Argentina, estudió derecho en la Universidad de Buenos Aires, donde egresó en 1971 y luego ejerció la docencia.
Por esos años, Guelar se incorporó a Montoneros –de ahí la frase antes citada–, aunque no se conoce en qué rol ni hasta cuándo. Según contó a Canal Abierto un ex militante de la organización guerrillera peronista, el abogado habría conducido la operación de secuestro de un reconocido empresario extranjero. Sobre su salida de “la orga”, la misma fuente señaló: “se llevó la guita de otro golpe, con esa inversión inicial se hizo banquero”.
Adiestrados para engañar
En efecto, durante los años de la “plata dulce”, cuando la dictadura cívico-militar argentina propiciaba el monetarismo financiero ideado en la Escuela de Chicago, los hermanos Guido y Diego Guelar crearon el Banco del Oeste. La entidad ofrecía las más altas tasas de interés del mercado financiero y sus empleados eran “adiestrados para engañar a la gente mediante un anzuelo cargado de promesas y mentiras”, según detalla una nota de Silvia Valerga, por aquel entonces empleada del banco y luego periodista, publicada el 31 de diciembre de 2009 en Página/12.
La zanahoria especulativa empujó a miles de ahorristas a depositar sus dólares a cambio de papeles sin membrete y -les decían- de una mayor tasa de interés y abultadas ganancias. Por entonces, Guido ocupaba el sillón presidencial y su hermano oficiaba de asesor jurídico, acompañado en las reuniones de Directorio por Fernando de la Rúa, quien en aquel entonces manejaba un estudio jurídico especializado en asesoramiento a financieras.
A sus 33 años, en 1983, Diego Guelar fue electo diputado nacional por el Partido Justicialista. Si bien eso lo decidió a desligarse de manera oficial de los negocios privados, continuó siendo una pieza clave al frente del Banco del Oeste. O al menos fue así hasta su quiebra, en 1986.
Ese mismo año, Guido logró fugarse a los Estados Unidos, donde se le perdió el rastro para siempre. Tras de sí, quedó un tendal de ahorristas embaucados.
Una investigación de Santiago O´Donnell publicada en La Nación en junio de 2001 reveló que –gracias a la intervención del Central- la gran mayoría de los ahorristas del banco de los Guelar recuperó su dinero, pero no todos. De hecho, un hotelero de Neuquén, Marcos Alfonso, cobró a punta de pistola un préstamo no garantizado de 133 mil dólares. Fue detenido al regresar a su provincia, donde se ganó el mote de “Robin Hood de la patria financiera”.
El Banco Central asumió la responsabilidad de devolver los depósitos legalmente registrados, luego procedió a la liquidación de la institución y cuando promediaba 1988 terminó indemnizando a los empleados. El Estado argentino asumió los costos y los dueños del Banco del Oeste se llevaron 100 millones de dólares, según los cálculos informados en aquel momento.
La vuelta
Años más tarde, luego de que Alfonsín cayera en medio de una corrida financiera e inflacionaria, Carlos Menem convocó a Diego Guelar para ocupar la Embajada en Brasil, luego la de Estados Unidos y, por último, ante la Unión Europea.
Diego tuvo también un costado periodístico: fue director editorial del diario La Razón en 1987, poco tiempo antes de su quiebra, y supo protagonizar columnas de opinión para gráfica y TV.
Durante la presidencia de Fernando de la Rúa, la embajada en Washington quedó en manos de Guillermo González y Guelar pasó a ocupar la Secretaría de Relaciones Económicas Internacionales de la gobernación de Carlos Ruckauf. Un dato curioso es que desde allí motorizó la candidatura de las Abuelas de Plaza de Mayo para el Premio Nobel de la Paz, una propuesta que finalmente no prosperó.
Por esos años, otra nota de color fue la disputa que mantuvo con su jefe, el gobernador bonaerense, debida a la alta autonomía que tenía Guelar en sus funciones. De hecho, en marzo de 2001, Ruckauf estuvo a punto de despedirlo luego de que el ex embajador menemista participara -sin su consentimiento- de una audiencia pública sobre maniobras millonarias de lavado de dinero en la Argentina. En aquel entonces circuló la versión de que había asistido al Capitolio para averiguar si se mencionaban apellidos vinculados a los poderes financieros del menemismo.
En 2002, Eduardo Duhalde lo volvió a designar como representante argentino en Washington. En su presentación de credenciales, llevó una vaquita de peluche de regalo.
El negocio se renueva
Luego, en 2004, destacó como asesor especial y como secretario de Relaciones Internacionales del PRO. El vínculo de confianza que supo forjar con Mauricio Macri en la década siguiente le valió el cargo de embajador ante la República Popular China. Fiel al estilo cambiemita, la acción diplomática de Guelar se caracterizó, por sobre todas las cosas, por una cuidada difusión en los medios de comunicación nacionales.
Entre las gestiones diplomáticas más destacadas durante su paso por el gigante asiático se encuentra lo que más tarde conoceríamos como el “negociado de los parques eólicos”. Aquel pase de manos entre el Grupo Macri, la española Isolux y la china Goldwin significó una ganancia de casi 70 millones de dólares para el entonces holding presidencial.
A mediados del mes pasado, la asamblea de accionistas de Vicentin le aceptó la renuncia a todo el Directorio que la llevó al default, y nombró a nuevos directores. Su histórico contador, Omar Scarel, fue nombrado presidente y lo acompañaron el ingeniero Daniel Foschiatti, un industrial de la zona muy vinculado a una de las familias dueñas (Nardelli), y el abogado porteño Estanislao Bougain, consultor externo de muchas firmas internacionales.
La novedad es que Guelar -socio de Estanislao Bougain en Bral Consultores- se convirtió en la incorporación estrella de la cerealera, principal aportante en la campaña electoral de Juntos por el Cambio.
Aunque en carácter de asesor, el ex diplomático sería el encargado de llevar las negociaciones con los productores y acreedores estafados. Responsabilidad que le cae justo en medio de las denuncias hacia Vicentin por desguace y extranjerización de la firma.
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