Por Daniel Godoy* | No hace un mes que se le escuchó decir a la Vicepresidenta de la Nación una frase concluyente referida a la necesaria reconfiguración del sistema sanitario argentino, para ponerlo en clave de integralidad, de solidaridad y de eficacia social.
«Vamos a tener que repensar todo nuestro sistema de salud. Nuestro país debe ser de toda Latinoamérica el que más inversiones tiene en materia de salud, pero lo tenemos dividido en tres sistemas, el público, el privado y el de las obras sociales. Bueno, vamos a tener que empezar a repensar un sistema nacional integrado de salud en el que podamos articular todo esto para ser un uso más eficiente de lo que hay en la Argentina»
Fuera de tiempos de campaña donde todo es dudoso, y en tiempos de incertidumbre pandémica donde todo es inmediatez, apareció un aire fresco, una invitación a un sueño necesario y justo. Una jugada impensada y relampagueante, como un pase entrelíneas en medio de un partido chivo.
Entre las aprensiones puestas en la gestión, en los números, en la grieta, en las fake news, a alguien del más alto nivel institucional y probablemente de la mayor representación política en la Argentina se le ocurre decir que hay que cambiar lo que está, para mejorarlo en favor de la gente. Nada menos.
Es probable que la pandemia haya mostrado y sufrido las huellas del abandono crónico del sistema público argentino. Es probable, también, que se haya corroborado de manera muy patente la disfuncional fragmentación de todo el sistema sanitario. A nadie tampoco escapa el titánico esfuerzo del Estado para liderar la situación sanitaria y extra sanitaria de la pandemia, cristalizado en una descomunal e inédita asignación de recursos financieros. Y sobre todas las cosas, la pandemia mostró el heroico esfuerzo y excelencia demostrado por los equipos de salud, con el terrible costo a la fecha de casi 70 mil contagios y más de 400 fallecidos y fallecidas. Trabajadores precarizados, con pluri empleo, en condiciones dudosas de salubridad, con salarios en caída libre, con diferencia más que importantes entre las distintas provincias y con fuertes desigualdades entre hombres en desmedro de mujeres en aspectos económicos, laborales y profesionales.
Pero también es cierto que para muchos no hacía falta semejante expresión límite para saber que es necesario darle un “volantazo” al abandono programado del sistema sanitario, que durante 70 años funcionó en favor de una maquinaria minuciosa de privatización, y de los negocios del complejo médico-industrial-farmacológico.
Macri, Lemus, Rubinstein, la CUS y el cierre del Ministerio de Salud vienen a nuestra memoria reciente. Pero quizá han sido la foto más fresca de un proceso de décadas que incluye el abandono de los hospitales, el diferente acceso a los servicios que hay en las grandes ciudades respecto de la Argentina profunda, la descentralización, el desfinanciamiento, la mercantilización de la Seguridad Social, el vaciamiento del PAMI y las obras sociales provinciales, el crónico trasvase de fondos al sector privado, la siempre prometida pero nunca cumplida recuperación de soberanía con producción nacional y pública de medicamentos y vacunas, las derrotas sistemáticas de las epopeyas sanitarias de los Ferrara, los Carrillo, los Oñativia.
Y al compás de esta descomposición del sistema de atención, la perdida sórdida y constante de calidad de vida de los sectores populares, empobrecimiento y exclusión mediante, que profundizó las categorías epidemiológicas por clase social que la Argentina TODAVÍA desigual ostenta.
Entonces, desde el acierto diagnóstico y propositivo de Cristina Fernández, el gobierno debe, puede y está en incomparables condiciones de oportunidad para inaugurar un inédito pero necesario despliegue de democracia, convocando a todos los sectores involucrados para profundizar y darle honestidad a la discusión sobre el sistema de salud que necesitamos.
No hay documentos secretos. Hay posiciones públicas explicitadas. Los 15 Puntos por la Defensa del Derecho a la salud, son la plataforma ya discutida, asambleizada y puesta en agenda por las fuerzas sanitarias de corte social, nacional y popular cuando Macri y Rubinstein cerraron el Ministerio de Salud.
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En contrario, ya sabemos lo que van a opinar y operar (ya lo están haciendo) la partidocracia liberal, el sindicalismo empresarial, los gerentes de las empresas de enfermedad y el complejo médico industrial.
Hay que dejar de operar la tesis de los consensos de las hegemonías, para pasar a la hegemonía de los consensos como diría nuestro Mario Testa.
Organizaciones de trabajadores de la salud, partidos políticos, intelectuales sanitarios, luchadores y luchadoras sociales, representaciones de género, de etnias, ambientalistas, deben ser los actores de la gran discusión que inicie el proceso de Refundación del Sistema Sanitario Argentino en clave pluricultural, de salud colectiva, y de derecho humano.
Estamos esperando esa convocatoria.
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*Dr. Daniel Godoy, Director del IDEP SALUD de ATE ARGENTINA / Co-Coordinador del INSTITUTO DE ESTUDIOS Y FORMACION DE LA CTA AUTONOMA.
Foto: Hospital Rivadavia / Crédito: @dicoluciano