Por Carlos Saglul | “El miedo es más temible cuando es difuso, disperso, poco claro, cuando flota en el aire sin vínculos, sin anclas, sin hogar ni causa nítidos, cuando nos ronda sin ton ni son, cuando la amenaza que deberíamos temer puede ser entrevista en todas partes, pero resulta imposible de ver en ningún lugar concreto”. El texto que Zygmunt Bauman escribió mucho antes del estallido del coronavirus para definir el miedo bien puede estar describiendo a la epidemia. “Miedo -continúa Bauman- es el nombre que le damos a nuestra ignorancia con respecto a la amenaza y a lo que hay que hacer. A lo que puede hacerse para detenerla, o para combatirla, si pararla es algo que está más allá de nuestro alcance”. Si la peste es el miedo, confundir a la gente sobre lo que se puede hacer con ella, siquiera “para combatirla” si es que ni se puede “pararla”, es trabajar para perpetuar el terror y el caos. Es lo que hace la oposición en la Argentina. El caos -ya lo hemos visto- sea crea cuando ya se tiene una receta para la cura: el orden.
Se trata de mucho más que de contradecir al gobierno para ganar espacio político. El accionar de la derecha es mucho más científico, siniestro de lo que parece. Algunos se ríen de la política errática que significa denunciar un día al presidente Alberto Fernández por envenenar a la gente con la vacuna Sputnik V y al otro criticarlo por no comprar suficientes vacunas Sputnik V. Acusaron a la ex presidenta Cristina Fernández de reunirse en Cuba con los servicios secretos rusos. Dijeron que la cuarentena de la que se echó mano en todo el mundo es una “infectadura”. Realizaron quema de barbijos. Concentraciones de niños frente a la interrupción de la educación presencial. El discurso de la derecha amplificado por la mayoría de los grandes medios cabalga en un presente continuo donde es posible afirmar cualquier cosa, porque han logrado que para amplios sectores de la población ya no exista pasado, es decir historia. La reflexión ni tiene donde apoyarse. Solo hay emociones. Y no hay emociones más fuertes que el miedo o el odio.
Una a una desde el gobierno se trata de responder a cada una de las patrañas. Pero no tiene demasiado sentido, porque mientras se está en esa tarea, desde la derecha el discurso ya es otro. Y ese es el problema. Es como pelear con un fantasma. No se trata de un debate de ideas, es el discurso de la locura que puede absorber todo intento de diálogo y transformarlo en más caos. En el caos desaparece la idea de gobierno. Nadie conduce.
El debate sobre la escuela presencial es absurdo desde el punto de vista científico. Además, Horacio Larreta no hizo respetar ninguna restricción. Quedó claro que el objetivo no eran las escuelas abiertas sino una ciudad abierta al contagio que, como ya pasó, se irradiará al resto del país. Tal vez, recién ahí vendrán las restricciones
Es un lugar común afirmar que los medios no sirven para decirle a la gente qué pensar pero sí sobre que pensar. Mientras todos discuten escuela si-escuela no, no se debate en serio la relación entre el combate a la peste y el reparto de la riqueza. Los precios de los alimentos siguen imparables. Ya casi la mitad de la población está al borde del abismo de la pobreza. En un reportaje reciente la socióloga francesa, Barbara Stiegler recordó que el norteamericano Walter Lippman, que inspiró a los neoliberales, proclamaba entre otras cosas que la especie humana no está preparada para los cambios que implica la globalización capitalista, por lo tanto era necesario fabricar ese consentimiento. Se puede lograr a través de un Estado autoritario como las dictaduras de los setenta o la Colombia actual, con dirigentes sociales asesinados a diario. También mediante tecnologías ligadas a la bíopolitica. Los medios pueden lograr formatear la subjetividad de amplios sectores de la población desde la clase media al obrero cuya identidad de clase lleva varias generaciones extinguida. ¿De qué manera se explica sino que se hayan votado sujetos como Jair Bolsonaro, Mauricio Macri y tantos otros?
Hace unos días causaron revuelto los comentarios de un periodista que aseguró que el hambre y el caos que se vienen después de la pandemia no podrán ser contenidos por la democracia como la conocemos y por ende hace falta un giro autoritario. Tres días antes se conocía un informe de la CIA que evaluaba en parecidos términos la salida de la pandemia en el continente. La receta del caos, de existir se basa en el mayor número de muertos posibles por la peste y precios altísimos, especialmente en los alimentos, que nos pongan al borde del hambre.
Casi la mitad de la población argentina será pobre a fin de año. Días atrás los informes sobre los precios de los alimentos que le ganan a la inflación, de por sí alta, encresparon los ánimos entre Matías Kulfas, ministro de Desarrollo Productivo y Daniel Funes de Rioja, presidente de la poderosa Coordinadora de Productores de Alimentos. “Ustedes lo único que saben hacer es aumentar precios y violar los acuerdos. Tienen productos en Precios Máximos y se ponen a fabricar otros similares con precios más caros. ¿Por qué no le vamos a aplicar la ley?”, se preguntó el funcionario. Al otro día los precios siguieron subiendo y ambos personajes habían olvidado el desencuentro. La ley no parece ser una amenaza para el poder real. Funes de Rioja es el candidato a presidente de la Unión Industrial Argentina impulsado por la Asociación Empresaria Argentina, sucesora del Consejo Empresario Argentino que través de su por entonces presidente Martínez de Hoz manejó la política económica que -durante la dictadura militar- necesitó y ejecutó un genocidio para sembrar los cimientos de la “Revolución Neoliberal” en Argentina.
Estados Unidos ya no aguanta internamente las políticas neoliberales. Antes que hordas de desocupados nazis y terroristas de derecha le copen la Casa Blanca, Joe Biden toma medidas que le devuelven protagonismo desusado al Estado en materia social, tratando de mitigar el malestar popular. Aquí algunos “progresistas” se entusiasman pensando que el flamante jefe de la Casa Blanca respaldará algo parecido para Argentina, cuando en realidad el país del norte si algo ha hecho siempre es exportar sus crisis y financiar sus emergencias con el empobrecimiento del Tercer Mundo. Mientras Rusia y China no dan abasto con los pedidos de vacunas que le llegan de todas partes del mundo, estados Unidos no solo acumula millones dosis que exceden las necesidades de su población sino que demora la entrega de las que se produjeron en la Argentina y que no necesita, ni piensa utilizar.
Hay una peste anterior al coronavirus y seguirá estando una vez que la pandemia se haya marchado, es la enorme concentración de la riqueza, acompañada de la pusilanimidad de una clase política que sabe no tiene el poder pero tampoco cuenta con agallas para recuperarlo. Y va de negociación en negociación, de conversación en conversación. El poder no se debate, no se critica. El poder ejerce. Si lo sabrán los dueños de la Argentina que lo han construido en base a crímenes, matanzas y dictaduras.
El sistema así como esta no cierra por ningún lado. Ni siquiera se ve demasiada voluntad para recuperar el manejo del comercio exterior como se ve en el caso de la denominada Hidrovía.
Las cartas parecen echadas. Se profundiza la democracia con todos los riesgos que significan una política distributiva acorde con el desarrollo nacional y la eliminación de la pobreza o se cumple el desenlace de los que piden “formatear” al sistema y propugnan instalar un gobierno que autoritariamente convierta al gran productor de alimentos que es Argentina en un campo de concentración de hambrientos.
Foto: Clarín