Por Hernán López Echagüe | Como siempre han señalado el teólogo brasileño Leonardo Boff y el profesor Renán Vega Cantor, de la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia, el capitalismo y la ecología son incompatibles, están fundados en lógicas por completo discordantes, reñidas entre sí. En las últimas décadas, el saqueo de materias primas y recursos naturales ha sido implacable. “A partir de 1972”, refiere Boff, “la desertificación en el mundo creció igual al tamaño de todas las tierras cultivadas de China y de Nigeria juntas. Se perdieron cerca de 480 millones de toneladas de suelo fértil, una superficie equivalente a las tierras cultivables de India y Francia juntas. El 65% de las tierras que un día fueron cultivables, hoy ya no lo son. La mitad de las selvas existentes en el mundo en 1950 han sido tumbadas. Sólo en los últimos 30 años han sido derribados 600 mil km2 de selva amazónica brasileña, el equivalente a la Alemania unida, o a dos veces el Zaire. Las inmensas reservas naturales de agua, formadas a lo largo de millones y millones de años, en este siglo pasado han sido sistemáticamente bombeadas y están próximas a agotarse. El agua potable ya es uno de los recursos naturales más escasos, pues solamente el 0,7% de toda el agua dulce es accesible al uso humano. Va a haber guerras por las fuentes de agua potable”.
El presagio de Boff de modo alguno puede juzgarse absurdo, y en esa probable batalla esta región será el botín más preciado: vivimos, ignorándolo continuamente, sobre una de las reservas de agua subterránea más enorme y provechosa del mundo, el Acuífero Guaraní; subsuelo que abarca un área de un millón doscientos mil kilómetros cuadrados, enlaza Paraguay, Brasil, Uruguay y Argentina, y, al decir de informes oficiales, tiene la capacidad de abastecer de agua, durante doscientos años, a toda la población mundial.
Concluye Vega Cantor: “El capitalismo tiene dos características claramente antiecológicas: la pretensión de producir de manera ilimitada en un mundo donde los recursos y la energía son limitados; y originar desechos materiales que no pueden ser eliminados -cosa imposible en concordancia con las leyes físicas- y que deben ir a alguna parte, lo cual supone exportarlos a los países más pobres de la tierra”.
Viene a cuento recordar el memorando del 12 de diciembre de 1991 del entonces Secretario del Tesoro de los Estados Unidos, Lawrence H. Summers
Tema: GEP
Industrias ‘Sucias’: Sólo entre nosotros, ¿no debería el Banco Mundial incentivar la migración de industrias sucias a los PSD [países subdesarrollados]? Puedo pensar en tres razones:
1) Las mediciones de los costos de la contaminación insalubre dependen de la merma de los ingresos no percibidos por causa de la mayor morbilidad y mortalidad. Desde este punto de vista una cantidad dada de contaminación insalubre debería hacerse en el país con el menor costo, que será el país con los salarios más bajos. Creo que la lógica económica detrás del vertido de una carga de basura tóxica en el país de menor salario es impecable, y debemos hacernos cargo de eso.
2) Es factible que los costos de la contaminación sean no lineales dado que los incrementos iniciales de contaminación probablemente tienen un costo muy bajo. Siempre he pensado que los países menos poblados de África están en gran medida SUB-contaminados, la calidad del aire probablemente es extremadamente e ineficientemente baja en comparación con Los Ángeles o México DF. Sólo los hechos lamentables de que tanta contaminación es generada por las industrias no relocalizables (transporte, generación eléctrica) y que los costos unitarios de transporte de los residuos sólidos son tan altos, impiden el intercambio, benéfico para el mundo, de contaminación aérea y de residuos.
3) La demanda por un medio ambiente limpio debido a razones estéticas y de salud probablemente tenga una elasticidad-renta muy alta. La preocupación por un agente que causa un cambio de uno en un millón en las posibilidades de cáncer de prostático obviamente va a ser mucho más alta en un país donde las personas sobreviven para llegar a tener cáncer prostático, que en un país donde la mortalidad infantil de menores de 5 años es de 200 por mil. Además, gran parte de la preocupación por la descarga atmosférica industrial concierne a las partículas que obstaculizan la visibilidad. Estas descargas pueden tener un muy pequeño impacto directo para la salud. Claramente, el comercio de bienes que representan las preocupaciones estéticas por contaminación podrían mejorar el bienestar. Mientras que la producción es móvil el consumo de aire saludable es no comercializable.
El problema con los argumentos en contra de todas estas propuestas para más contaminación en los países subdesarrollados (derechos intrínsecos a ciertos bienes, razones morales, preocupaciones sociales, falta de mercados adecuados, etc.) podrían ser invertidos y usados más o menos efectivamente contra cualquier propuesta del Banco para la liberalización.