Redacción Canal Abierto | “La Gazeta de Buenos Ayres” nació el 7 de junio de 1810 por disposición de la Primera Junta, el organo de gobierno surgido en Buenos Aires tras el triunfo de la Revolución de Mayo. En homenaje al día de su fundación, se celebra en el país el Día del Periodista.
Además de resoluciones oficiales y noticias de actualidad locales y globales, el periódico que ideó e impulsó Mariano Moreno apuntaba a despertar el interés general por la participación política y la nueva administración. “El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes”, rezaba su decreto fundacional.
En esta entrevista con Canal Abierto, la historiadora y especialista en cultura política y de los lenguajes políticos en Argentina del siglo XIX, Noemí Goldman cuenta por qué La Gazeta representó un quiebre respecto del pasado colonial, quiénes y cómo era el intercambio de ideas y cómo pensaba su fundador, Mariano Moreno.
¿Cuál fue el carácter novedoso de La Gazeta y para qué se fundó?
– Si la comparamos con publicaciones previas, de los últimos años del virreynato, la importancia de La Gazeta es que fue el primer periódico político. Se creó con el objeto de difundir toda la información vinculada a las iniciativas de la Primera Junta y como espacio de reflexión para la elite criolla letrada. Es decir, como una herramienta de difusión y comunicación para un concepto que estaba surgiendo, y que en su momento Mariano Moreno calificó como `opinión pública´.
En 1810, ¿qué representaba esta idea de opinión pública?
– En primer lugar, hay que aclarar que el concepto refería a todas las personas que se entendía estaban en condiciones de desarrollar un pensamiento ilustrado o racional. Estaba muy lejos de la idea que tenemos hoy de medios masivos de comunicación, sobre todo porque la población alfabetizada era muy pequeña.
Los debates y reflexiones que se daban eran los que interesaban al núcleo que había protagonizado el movimiento independentista: letrados, miembros jerárquicos de milicias, intelectuales, etc. La elite política que se estaba construyendo.
La Gazeta tenía una finalidad pedagógica en la edificación de esa `opinión pública´, instruyendo a un auditorio para que se convierta en contralor de las acciones de los miembros de la Junta. En definitiva, esa construcción de una identidad pública también era una forma de legitimación de las acciones del nuevo gobierno.
¿Eso implicaba promover o incentivar miradas críticas sobre las decisiones que tomaba la Junta?
– Es cierto que había una preocupación central y tema álgido de debate y disputa: la forma de Gobierno. Pero, ¿quiénes tenían autoridad para enunciar o enarbolar los principios de la comunidad política? Estaban pensando en lo que llamaban los sabios u hombres ilustrados. Es decir, en una opinión pública con puntos de acuerdo que surgían de la decantación previa de distintas posiciones. Yo creo que querían evitar opiniones, evitar las divisiones y lograr posiciones unánimes.
Si lo pensamos en términos más modernos, La Gazeta era un medio más informativo que de discusión o tribuna. No era muy común encontrar artículos de opinión, y cuando se publicaban lo hacían de forma anónima o con seudónimos. Esta suerte de autocensura respondía a la idea de una honorabilidad entre pares que era muy respetada. En aquella época se consideraba muy grave cualquier ofensa pública a una persona.
¿Con el tiempo fue posible identificar quiénes eran los autores detrás de esos alias o seudónimos?
– Los famosos artículos de Moreno “Sobre las miras del Congreso que acaba de convocarse” y “Constitución del Estado” se publicaron en La Gazeta sin firma, pero es evidente que él era su autor. Otros autores -por ejemplo, Dean Funes- solían firmar como “el ciudadano”.
Se habla muchas veces de la radicalidad del pensamiento de Mariano Moreno, ¿esto fue así? ¿la fundación de La Gazeta era una expresión?
– Sin duda tenía una mirada radical de la revolución, muy vinculada a los principios de libertad e igualdad. Y la tarea o utilización de la prensa ocupaba un lugar central, sobre todo como herramienta pedagógica: debía servir para extender esos valores de una minoría ilustrada al resto de la sociedad.
¿Hay registros sobre cómo era el trabajo editorial?
– Obviamente, no existía el periodismo como oficio, tal como lo conocemos en la actualidad. Cuando crea La Gazeta, Moreno designa a Manuel Alberti -uno de los vocales de la Junta- como el encargado de recibir y compaginar cada número.
Uno de los aspectos novedosos y rupturistas respecto del antiguo orden era el de la libertad de prensa. Es decir, que no haya censura previa sobre los escritos políticos. De hecho, Su lema era la frase del historiador romano Cornelio Tácito, «tiempos de rara felicidad, aquellos en los cuales se puede sentir lo que se desea y es lícito decirlo».
¿Había realmente una libertad de prensa?
– No para los textos religiosos, pero si para los escritos políticos. En el periodo colonial la discusión política era del orden privativo del rey y su consejo, y los diarios previos a La Gazeta eran de contenido económico o noticias sobre España. Pero los diarios no podían fomentar o difundir discusiones de política local. Ese espacio surge a partir de 1810, así como también el debate sobre si debía existir o no un límite para esta libertad.
Lo cierto es que La Gazeta inaugura un periodo de expansión de la imprenta que va a ir en ascenso: entre 1810 y 1815, en Buenos Aires se publicaban 7 periódicos -entre ellos La Gazeta- en una única imprenta, La Real Imprenta de Niños Expósitos; entre 1815 y 1819, alrededor de 20, pero ya en distintas imprentas; y ente 1821 y 1829 se imprimían regularmente unos 89 periódicos.
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