Redacción Canal Abierto | A fines de julio vence la cuota impaga con el Club de París que, actualizada a una tasa de interés anual del 9%, supera a estas alturas los US$ 2.485 millones. En tanto, septiembre llegará con un nuevo vencimiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI) de US$ 1.911 millones. La apuesta fuerte del Gobierno, en un año electoral, es conseguir en los próximos dos meses un acuerdo de facilidades extendidas con el segundo organismo para que el primero también flexibilice su posición y no ponga al país en default si el 30 de julio Argentina no paga.
“En mayo llegó el vencimiento con el Club de París que aceptó dilatarlo para que Argentina tuviera antes un acuerdo con el FMI. Ahora hay tres caminos: o se paga, o se defaultea, o se acuerda con estas dos instituciones que son muy burocráticas. La última sería la salida más cómoda para este año, pero no creo que sea posible”, explica Mariano Arana, economista y docente de la Universidad Nacional de General Sarmiento.
Un acuerdo de este tipo le daría aire al país, cuyo déficit primario en el primer trimestre de 2021 se debe, en un 52%, sólo al pago de intereses de deuda. A juzgar por sus guiños al organismo y su programa social mucho más austero ante la segunda ola de la pandemia, todo indica que el gobierno del Frente de Todos apuesta un pleno a que el acuerdo suceda. Pero, para Arana, esa es una expectativa demasiado optimista.
“(Martín) Guzmán logró un acuerdo con los bonistas privados desde mi punto de vista exitosísimo, porque estaba todo muy tensionado, fue en plena pandemia, y con un perfil horrible de la Argentina en pagos internacionales. Con ese antecedente, hay un extremo optimismo externo: el Gobierno aspira a que va a lograr un acuerdo con el FMI y tener un alivio financiero. Pero no llegar a un acuerdo implica defaultear con el FMI y con el Club de París al mismo tiempo –detalla–. En el peor de los casos puede desembolsar los vencimientos y seguir negociando el año que viene. Yo creo que eso es lo que va a pasar”.
¿Qué pasa si pagamos? ¿Y si no?
Lo que plantea Arana tiene sentido en el marco del aumento en el precio de la soja, gracia al cual Argentina logró un saldo comercial superavitario de casi US$ 13.000 millones en un año y medio. Esto le permitió al Banco Central acumular reservas por cerca de US$ 6.000 millones y mantener el tipo de cambio relativamente estable, pese al peso enorme de la deuda que dejó Cambiemos.
“No creo que nadie en el Gobierno ni en el FMI esté pensando que Argentina vaya a defaultear. Creo que sería políticamente más inteligente concentrarse en lo que sucede fronteras adentro con la perspectiva de que no se va a lograr un acuerdo en lo inmediato y que hay que acumular la cantidad de dólares más grande que se pueda. Esto significa pagar, y relajarse hasta fin de año, tratando de aguantar el mercado cambiario. Desembolsar ese dinero no es gratis, pero es menos costoso que el default, porque defaultear también se come reservas: todo el mundo corre a comprar dólares, desde las corporaciones hasta nuestros familiares”, explica el economista.
Y agrega: “El escenario intermedio es que el Club de París relaje el vencimiento y la tensión se vuelque a septiembre”.
El “apoyo” de Estados Unidos
Con un voto fundamental en el FMI y también como parte integrante del Club de París, donde tiene el 6,28% de la deuda argentina, Estados Unidos sostiene un rol determinante en las negociaciones abiertas con ambos organismos.
En ese contexto, luego de una reunión virtual este miércoles del ministro de Economía argentino con el vicesecretario del Tesoro estadounidense, Wally Adeyemo, el gobierno de Joe Biden afirmó que, si la Argentina presenta “un marco sólido de política económica que brinde una visión para el crecimiento del empleo en el sector privado”, podría recibir su apoyo.
Rápidamente, la vicejefa de Gabinete de Ministros de la Nación, Cecilia Todesca, salió a responder: “Cuando dicen que no hay un plan económico, es porque no es el plan que ellos quieren”. Las declaraciones tienen sentido en un marco donde los detalles de “plan” del Gobierno aún no quedan claros y las imposiciones del FMI para llegar a un acuerdo no tienen buenos antecedentes.
“El tema con el FMI es que, aunque cerremos un acuerdo de facilidades extendidas a diez años, esos acuerdos vienen con grandes condicionalidades. Históricamente, el FMI pidió ajuste, liberalización de precios regulados como los de la energía y los combustibles, reducir subsidios, bajar jubilaciones –recuerda Arana–. En lo que respecta a un plan, se puede vislumbrar uno. Se dejó circular que iba a haber un paquete de medidas cercanas al 1% del PBI para estímulo en distintos órdenes. Pero una coyuntura tan crítica y tan rabiosa modifica las cosas todo el tiempo”.