Por Gladys Stagno | La pandemia y el cambio climático dejaron en evidencia la urgente necesidad de mejorar nuestra relación con el ambiente. Gracias a eso, las iniciativas para aminorar el impacto de los procesos industriales sobre los ecosistemas empezaron a cobrar notoriedad en todo el mundo. Una de ellas es intervenir en una de las industrias que producen mayor cantidad de residuos: el plástico.
El 4 de julio entró en vigencia la directiva de la Unión Europea (UE) que impone a los Estados miembro el deber de garantizar antes de 2029 que al menos el 25% del plástico de las botellas provenga de material reciclado y que las empresas fabricantes tengan que encargarse de recoger el 90% de las botellas usadas. Para 2030 el porcentaje deberá llegar al 30% y sólo se permitirán excepciones, especialmente en el sector de uso médico.
En la Argentina, existen varias propuestas de la sociedad civil y proyectos legislativos para el ordenamiento de la industria del plástico, la recolección, reciclaje y circularidad de la economía del sector. En esa línea, la semana pasada el Área de Ambiente y Ecología del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO) presentó su primer informe titulado Impuestos al plástico para el financiamiento ambiental en el cual detalla cómo los denominados “impuestos verdes” pueden incidir significativamente en todo el circuito.
“No tiene sentido hacer los esfuerzos hacia la electromovilidad y descarbonización de la economía sin hacer un cambio en la producción y los hábitos de consumo de esta industria –sostiene el informe-. Hay que sacar de circulación y producción plásticos de un solo uso y reconvertir la industria de un sistema lineal a uno circular, y aprovechar para dar impulso a una nueva generación de impuestos verdes que amplíen la base impositiva con alto consenso social”.
En efecto, los trabajos de campo realizados muestran que los impuestos verdes son de los pocos en donde una mayoría social está de acuerdo con incrementos en sus impuestos directos cuando estos están comunicados de forma efectiva.
Trabajo y desarrollo local
Prácticamente no existen impuestos verdes en la Argentina. Pero en países como Gran Bretaña se han propuesto, desde 2009, llevar los impuestos verdes a ser un 15 o 20% del total de la recaudación impositiva.
Según el CESO, se ha concluido que, aun los impuestos verdes menos eficientes, han dado resultados positivos en relación a las metas de mejora ambiental y ecológica, que las distorsiones de mercado son siempre menores que los costos negativos, que las mejoras son exponenciales a medida que disminuye el costo inicial de adaptación de la industria y los consumidores, y que también tienen un efecto exponencial virtuoso en el área de investigación y desarrollo (I+D).
La propuesta del instituto consiste en implementar una tasa ambiental a los envases de plástico y los plásticos de un solo uso que, al mismo tiempo, serviría para financiar incentivos a una nueva industria verde, que incorpore el entramado de ciencia y tecnología argentina junto a la economía social cooperativa. Para el instituto se trata de un momento estratégico para implementarlo, de cara a las oportunidades que comienza a ofrecer el mundo para estos productos gracias a las nuevas legislaciones: la prohibición del plástico de un solo uso ya es un hecho en más de 200 ciudades y 15 países alrededor del mundo y a partir del próximo año se extenderá a todas las naciones de la UE.
“Es posible crear fuentes de trabajo genuino (con el ingreso de los trabajadores y recolectores informales al trabajo formal), proteger el medio ambiente y al mismo tiempo reducir el consumo de productos importados ya que históricamente la industria plástica presenta déficit de balanza comercial –agrega el proyecto–. Proponemos un proyecto que desaliente el uso de plástico de un solo uso como prioridad, llevando a su prohibición total en un plazo acordado con el sector, así como el incentivo para el reciclaje tanto para la industria como para otros usos, teniendo en cuenta los múltiples tipos de plástico masivamente utilizados: PET, HDPE, PVC, LDPE, PP y PS”.
Más información: Reciclar para vivir
Para impedir la evasión y lograr eficacia, también sugieren “identificar correctamente los incentivos a la contaminación, las prácticas problemáticas existentes y las políticas fiscales más adecuadas en cada caso” que deberían acompañar los instrumentos fiscales. Como ejemplo citan la política de la UE, que está pensada para que el reciclaje sea rentable para las empresas. El cálculo es que, con un mejor sistema reciclar los plásticos utilizados y medidas para incrementar la demanda de plásticos reciclados y la clasificación de residuos, éstas se ahorrarán cerca de 100 euros por cada tonelada recogida.
Por el contrario, advierten que una reconversión tardía “implicaría que las empresas de consumo masivo adopten las nuevas tecnologías importadas, con la consecuencia en la balanza de pagos, y el desaprovechamiento de los recursos humanos y científicos del país”.
El impacto en números
El packaging (embalaje) plástico es responsable de casi la mitad de la contaminación plástica mundial. La mayoría se tira sólo unos minutos después de su primer uso o compra pero tarda cientos de miles de años en descomponerse por lo que se lo considera no-biodegradable.
Entre el 80% y el 85% de la basura marina es residuo plástico, del cual los artículos de un solo uso representan el 50% y los relacionados con la pesca el 27 %.
En Argentina se producen todos los días más de 50 mil toneladas de residuos, de los cuales más del 20% son envases. De ellos se recicla menos de un 10%. Con más de 5.000 basurales a cielo abierto y rellenos sanitarios ilegales el problema de los residuos sólidos urbanos es uno de los mayores problemas socioambientales del país. Los más de 150 mil cartoneros y cartoneras que evitan que este sistema anticuado e ineficiente colapse están trabajando en situación de máxima vulnerabilidad social.
A nivel mundial, sólo un 6% de los 9.000 millones de toneladas que se han producido en el mundo hasta la fecha fueron reciclados: el resto termina en rellenos sanitarios, en basureros a cielo abierto, en los ríos, en los océanos y en el medio ambiente en general.
“Al problema de los plásticos se suma el de los microplásticos que son muy resistentes a la biodegradación ambiental. Su degradación consiste en ir fragmentándose en partículas más y más pequeñas, hasta llegar a convertirse en nanoplásticos que son arrastrados por lluvias y vientos por todo el planeta, y son imposibles de eliminar del medio ambiente una vez liberados. Los nanoplásticos caen junto con las lluvias, se trasladan con el viento y son ingeridos a través de los alimentos de origen animal que están en ecosistemas impactados por grandes cantidades de estos. Hoy los bebés recién nacidos ya tienen presencia de microplásticos en el organismo independientemente de donde se realicen los estudios”, explica el CESO.
También hay microplásticos en fertilizantes y productos fitosanitarios; cosméticos, shampoo y lápiz de labios, detergentes y suavizantes; productos para limpieza; brillantina, productos escolares y de librería, productos químicos utilizados en el sector del petróleo y el gas; productos medicinales y suplementos alimenticios entre otros.
Por otro lado, el costo de incinerar el plástico es muy alto. El potencial ahorro de energía por año que se podría conseguir del reciclado de todo el desecho plástico global es equivalente a 3.500 millones de barriles de petróleo, sin mencionar el efecto de la huella de carbono. El reciclado de un millón de toneladas de plástico es equivalente a sacar 1 millón de automóviles de circulación, según cifras de la Estrategia Europea para los Plásticos.
Si el patrón de producción y manejo de desechos continúa inalterado, se calcula que para 2050 habrá 12 mil millones de toneladas de plástico en basureros y su producción consumirá un 22% de los combustibles fósiles del planeta.