Redacción Canal Abierto | Un 4 de octubre, hace quince años, la lucha de colectivos, organizaciones docentes, y activista logró la sanción de la Ley 26.150 de Educación Sexual Integral que estableció “todos los educandos tienen derecho a recibir educación sexual integral en los establecimientos educativos públicos, de gestión estatal y privada de las jurisdicciones nacional, provincial, de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y municipal”.
“Esto implicó un avance significativo en todo lo que tiene que ver con la Educación Sexual Integral. Plantea una obligatoriedad al Estado de poner recursos en capacitaciones. Por otro lado, esta ley hace que de alguna forma se corra el eje de todo lo que la educación sexual hasta ese entonces venía haciendo, que era extremadamente biologicista y reproductivista, y plantea a la sexualidad desde una mirada integral que incluye todos los aspectos de las personas”, señaló Cecilia Segovia, profesora y referente ESI en la Escuela de Comercio Nº 4 de CABA.
En 2008 se comenzaron a impartir los lineamientos curriculares en cada nivel de enseñanza a cargo del Ministerio Nacional de Educación, a través de materiales y cuadernillos, de la mano del Programa Nacional ESI. Los cinco ejes que quedaron establecidos fueron la ESI como derecho; la perspectiva de género; el respeto de la diversidad; la valoración de las emociones y la afectividad; y el cuidado del cuerpo y la salud.
Si bien han pasado quince años, como toda ley, una cosa es la letra y otra lo que sucede en su implementación, en este caso, al interior de las escuelas. En este sentido, Segovia destacó: “Hay un montón de cosas para mejorar. En torno a la ley hay cosas que tienen que ver con los cambios que se han dado en la sociedad y con el avance de los movimientos feministas que nos han traído cuestionamientos que requieren que los Estados se hagan cargo. Por ejemplo las cuestiones referidas a la identidad. Las leyes que se promulgaron posteriores a la de ESI hacen que la letra de esta ley quede ambigua. Por ejemplo, pensar en el binarismo que hoy plantea la ESI y que tenemos una Ley de Identidad de Género que es muchísimo más avanzada en ese sentido”.
Si bien el programa nacional de ESI avanza y dispone de materiales para trabajar en las escuelas, son las y los docentes quienes la promueven. “Quienes habitamos las escuelas estamos todo el tiempo peleando para promover una ESI cada vez más inclusiva, con más perspectiva de género, más abierta a la diversidad sexual, con mucha participación estudiantil y docente”, comentó Segovia.
La docente también remarcó la falta de recursos que tiene para realizar esta tarea. “En la Ciudad de Buenos Aires hay un cargo de referente ESI que no es rentado y cada escuela tiene que poner a alguien que lo ocupe. En general, las personas que los ocupamos lo hacemos porque realmente militamos la educación sexual integral pero no porque se nos remunere por esa tarea, que es algo que lleva muchísimo tiempo porque incluye, por un lado, trabajar con las situaciones emergentes en las escuelas, que pueden llegar a tener que ver con situaciones de violencia, de abuso. Y después, trabajar también con la docencia y el estudiantado para poder promover las jornadas ESI, que se instituyeron por calendario, que implican mucho trabajo y muchas horas que hoy no están siendo reconocidas”.
Otra problemática no solucionada en estos años es que la implementación de esta ley está atada a la voluntad de cada escuela de tener docentes que promuevan la incorporación de la ESI. “Si bien cuando presentamos las planificaciones se nos solicita que lo hagamos incluyendo algún contenido con la perspectiva que plantea la ESI, de esa formalidad al hecho hay un camino que recorre cada institución. En ese sentido no es homogénea, porque hay escuelas en las que trabajan de manera conjunta con centros de estudiantes, docentes y equipos de referentes ESI, y hay escuelas que tienen otras situaciones de vulneración de derechos mucho más complejas y emergentes que hacen que la institución esté más abocada a esas situaciones que tienen que ver con carencias de las familias y no pensar tanto en la incorporación de la ESI”, remarcó Segovia.
Al mismo tiempo, afirmó: “En la docencia hay una demanda muy grande de capacitarse en ESI. En la Ciudad de Buenos Aires, el único lugar gratuito que hay para esta formación es el Instituto Superior del Profesorado Dr. Joaquín V. González, y las docentes están precarizadas porque año tras año tienen que esperar que les aprueben el plan de estudio y su contratación. Cada vez son más personas las que quieren acceder a ese pos título y por lo tanto tuvieron que empezar a sortear los cupos porque no dan abasto con las dos comisiones que tienen. Hay una demanda muy grande que el Estado no está respondiendo. La docencia está gritando que necesita capacitación y hay una carencia de parte del Estado de ofrecer esos espacios”.
Entre las reflexiones en torno a la pandemia y cómo la cuarentena vino a evidenciar las desigualdades materiales que hay entre las escuelas, entre el alumnado que puede acceder a una computadora y a una conexión a internet, y tenemos escuelas enteras que no, se compara en parte a lo que para con la ESI. “Tenemos escuelas donde su plantel docente está súper capacitado y se pone en marcha el andamiaje de la ESI, y otra en las que no pasa nada de esto”, sentenció la docente.
Finalmente comentó que en su establecimiento, las docentes encargadas de brindar la ESI se encuentran pidiendo un espacio para tener una consejería de salud sexual y reproductiva “donde podamos juntarnos con cada alumno para charlar sobre las dudas, preguntas, que pueda ser un espacio de encuentro”.
Un relevamiento a 400 adolescentes y jóvenes de 16 a 24 años de las provincias de Jujuy, Salta, Buenos Aires, Córdoba y Río Negro, en junio de este año, arrojó que solo el 20% afirmó haber recibido educación sexual de manera integral y el 2% afirmó haber recibido ESI en el total de las materias de su trayectoria.
La investigación fue realizada por FUSA AC e Impacto Digital (de Iniciativa Spotlight). De ella resultó que el 56% manifestó que la falta de formación docente es vista como la principal barrera para la implementación efectiva de la ESI.