No, no es blanco, es azul, amigo. No, pero no, para mí que es violeta. ¿Me estás tomando el pelo, no te das cuenta de que es rojo? Ustedes están perdidos, no entienden nada de nada, porque no me cabe ninguna duda de que es verde. Pero, ¡me cago, te digo que no es amarillo, es negro, nabo! Otra vez. ¿Te cuesta tanto entender que eso es gris y no violeta? Basta, hasta aquí llegamos, porque si ahora no llegás a darte cuenta de que esto es azul y nada que ver con el marrón, sos simplemente un pelotudo…
Y así, de prisa y sin pausa, fueron pasando los años y más años hasta que un buen día alguien decretó la muerte de los colores, de las tonalidades, y estableció que a partir de ese momento apenas dos colores quedaban en pie: el blanco y el negro. Pero con la particularidad de que el negro era blanco, y el blanco pasaba a ser negro. Y basta de disquisiciones de naturaleza pasional y novelesca que sólo conducen al abatimiento. Un alivio viceversa.