Por Manuel Rodríguez| Hace más de 20 años que Patricio Rey dio sus últimas señales de vida. Fue en Córdoba, en agosto del ajetreado 2001. Su última irrupción estaba planteada para diciembre de ese año, pero a pocos días del concierto, con entradas vendidas, la producción anunció que el clima del país no estaba para festejos y el recital se suspendía. Podría pensarse que Fernando De La Rúa le debe dos semanas de gobierno al personaje imaginario.
Si bien el cantito que acosaba a sus principales demiurgos, el Indio Solari y Skay Beilinson, pidiendo que «se vuelvan a juntar» fue perdiendo insistencia hasta desaparecer, el espíritu de los años ricoteros cobró vida en las últimas semanas desde que Skay al frente de Los Fakires se presentó en el Movistar Arena, pasando por la Kermesse Redonda en Obras y culminando con las presentaciones de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado en La Plata.
Beilinson es quien mejor se ha emancipado de la sombra de la banda de antaño. Ni la imagen de su antiguo coequiper ni el universo ricotero ideado por Rocambole copan ya las pocas banderas que se ven en el Arena. Su repertorio se sostiene sobre composiciones de su etapa solista, con algunos pocos temas de la cosecha de Patricio Rey. Ni siquiera ritos protocolares básicos como dejar «Jijiji» para culminar la noche son respetados por el guitarrista.
Distinto es el caso de Sergio Dawi y Semilla Bucciarelli, quienes -junto a otros nombres que pasaron por los escenarios de los conciertos ricoteros como Tito «Fargo» D’Aviero o Hernán Aramberri- conforman Los Decoradores, banda que anima la Kermesse Redonda, desde la que reviven el repertorio clásico de los Redondos con distintas voces.
Si no fuera por la ausencia en el escenario de los creadores de las músicas y letras que se escuchan en esa velada, parecería que el tiempo no ha transcurrido, ya no desde aquella noche cordobesa, sino desde la última vez que la banda tocó en el Estadio de Núñez.
«¡Qué ganas de hacerlo acá, ¿eh? Si lo hacían adentro como corresponde, no se suspendía. Y lo hubiéramos sentido más como una vuelta a casa», se lamenta un seguidor de los años de la banda de Aldo Bonzi en referencia a que el lugar elegido no es el estadio histórico de Obras, sino un playón posterior. El recital estaba planificado para el domingo anterior, pero al ser al aire libre, una fuerte tormenta obligó a suspenderla.
El público de la Kermesse es el que iba a ver a Los Redondos. Y eso es lo que ofrece el espectáculo: revivir un recital de la banda que fue el refugio de una generación huérfana de representaciones políticas en su formato clásico de dos entradas de nueve canciones cada una y bises que concluyen con «Jijiji».
«Fui a ver a los Redondos a Obras, al Centro de Exposiciones, Huracán, por el interior también. Y pocos años después que se separaron nació él- dice un hombre de 40 y cómodos señalando a su hijo de 14-. Y él los escuchó desde que era chiquitito. Me hubiera gustado ir a verlos con él. Cuando empezó el Indio pensé que podía ser una buena oportunidad. Él era chico, pero siempre pensé que cuando tuviera esta edad más o menos lo íbamos a hacer. Pero después le agarró el parkinson. Y otra vez pensé que no se me iba a dar. Por eso le agradezco a Los Fundamentalistas que hagan esto, pudieron en parte cumplir mi sueño de venir a escuchar en vivo las canciones del Indio».
Anécdotas similares se escuchan en el video introductorio al concierto de la Kermesse en testimonios tomados durante las previas a otros eventos en la era prepandemia. Durante el concierto de los músicos que acompañaron al combo Solari+Beilinson serán recurrentes las imágenes de masas de público, que culminarán fundidas con las que Rocambole ilustró en la tapa de Oktubre, a modo de homenaje al público de ayer y de hoy. En el mismo sentido fue la antesala a la presentación de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, también en base a una proyección con imágenes que parecían tomadas esa misma jornada.
-¿Viste esas familias numerosas que son un montón, que viven en distintas partes del país y que de pronto se juntan porque un abuelo cumple 90 años o porque una prima lejana se casa? Y si vos sos parte de esa familia vas a esa fiesta y te ves con gente que no ves nunca. Sabés que son primos, pero ni siquiera por qué lado. Otros son nombres: sabés que existe tal tío, pero nunca lo viste. Y termina esa fiesta y no los vas a volver a ver por un buen tiempo. Bueno, esto es lo mismo. Todos los que estamos acá somos parte de una gran familia. Vos y yo somos familia, aunque nos conocimos recién– reflexiona uno de los asistentes al show en la capital bonaerense.
«Los Redondos son un sentimiento/ no se explica, se lleva bien adentro», comienza uno de los cánticos más emblemáticos de las huestes ricoteras, escuchados en cada presentación. Una gran verdad que le arruina el sueño a más de un sociólogo cultural que quiera explicar lo que sucede durante las dos noches en el Estadio Único Diego Armando Maradona de La Plata.
Mientras que en la presentación de Beilinson el pasado es reformulado con el «toca el corazón de Patricio Rey», los cantitos entonados tanto en la Kermesse como en el concierto de Los Fundamentalistas rezan «Vamo’ vamo’, vamo lo Redó» y «el que no grita Redondos para qué carajo vino».
En el primer caso es atendible: a pesar de no ser los autores de los temas, son los instrumentistas responsables de los sonidos que conmovieron a todas las generaciones que escucharon los discos firmados por Patricio Rey. Llama un poco más la atención en el recital en La Plata, en el que ninguno de los músicos que está sobre el escenario pasó alguna vez por Los Redondos (lo más parecido a eso es Deborah Dixon, quien como parte de las Blacanblues supo aportar coros para las presentaciones en Huracán). Se le canta y arenga a una banda que no toca hace dos décadas.
El ámbito político también dice «presente» en la previa del recital platense, cuando desde las gargantas de los fans salen las estrofas de la Marcha Peronista y aquel hit del verano 2018 que marcó el principio del fin del gobierno de Mauricio Macri. La versión que suena no es la deconstruida sino la clásica, la que refiere al órgano reproductor materno y no a las fuerzas de seguridad. Las estrofas que brillan por su ausencia son esas en las que la masa ricotera asegura que sabía que a (Walter) Bulacio lo mató la policía.
Suena rara, también, la presencia de Los Redondos en los cánticos ya que Solari ha establecido un repertorio propio. Y en el Diego Armando Maradona son cantadas incluso con más efusividad que algunas de su etapa redonda por un público cuya formación en la devoción al universo de Patricio Rey -se ve a las claras- se inició con su reinado ya concluido.
El mal de Parkinson que padece desde 2014 fue alejando paulatinamente al vocalista calvo de los escenarios. Desde que Los Fundamentalistas iniciaron su recorrido como banda autónoma, en cada presentación contaron con un par de participaciones del cantante desde pantallas de video y hologramas. Este fin de semana no fue la excepción. Vaya paradoja: alguien que hizo de su ausencia en pantallas una virtud es apreciado por las nuevas generaciones sólo en ese formato. Las mismas generaciones que incorporaron a las pantallas como forma de relacionarse con sus contactos más estrechos. Y cuando la imagen del cantante aparece por primera vez es ovacionado como si pudiera recibir esa muestra de cariño y admiración. Algo similar ocurre cuando lo que aparece en pantalla es la foto de sus padres que ilustra la portada de su último trabajo El ruiseñor, el amor y la muerte.
«Siempre hay que volver», pregonó Entrique Symns, otro habitué del universo ricotero, en el epílogo de su autobiografía El señor de los venenos, que fue escrito muchos años después de su distanciamiento con la banda. Pero la consigna fue cumplida por quienes, desde distintos escenarios, dieron forma a Patricio Rey, que en pocas semanas cumplió el pedido que se le hacía en «Un tal Brigitte Bardot» a Caryl Chessman… y respiró otra vez.
Te puede interesar: La última noche de Patricio Rey: “El libro tiene que ver con ese último instante que vivieron en armonía”
Foto principal: Edgardo Andrés Kevorkian / KVK Fotos