Redacción Canal Abierto | Radio Olmos fue un proyecto que incluía un festival de rock, un disco y una película con el fin de aportar a la emisora que los reclusos llevaban adelante dentro del penal del partido de La Plata. Los dos primeros componentes tuvieron lugar en 1993. El tercero, tuvo que esperar más de 25 años para ver la luz.
El festival tuvo lugar en el patio del penal y contó con las participaciones de Attaque 77, A.N.I.M.A.L., Pilsen, Hermética, Lethal, Massacre y los ingleses UK Subs. Un seleccionado de lo más renombrado de la escena punk, heavy metal y hardcore porteña de esos 90 en sus albores. No casualmente el maestro de ceremonias elegido para la ocasión fue Norbero «Ruso» Verea, quien por entonces explotaba al dial en la trasnoche al frente de Heavy Rock&Pop.
El evento se originó a partir del encuentro del productor Alejandro Taranto con una mujer que era tía de un interno y le propuso la posibilidad de organizar un concierto allí. El plan original de Taranto fue hacer un recital de Riff que fuera grabado para ser editado. Entusiasmado, Pappo Napolitano, líder del grupo, le hizo la contraoferta de hacerlo pero con la flamante reencarnación de Pappo´s Blues, con la que había grabado Blues local. La fecha elegida coincidía con el feriado del 17 de agosto.
“Todo esto lo armamos con tiempo. Pensá que había que gestionar permisos, acreditaciones, logística y un montón de cosas. Cerramos la fecha en abril. Un tiempo antes de que se realice el recital, me llama Pappo y me plantea una disyuntiva. Había recibido, para ese mismo día, la invitación de BB King para acompañarlo tocando en el Madison Square Garden. Le respondí que no podía dejar pasar una oportunidad única como esa”, recuerda hoy Taranto en diálogo con Canal Abierto.
“Con todo el dolor del alma corté y entonces se me ocurrió que como todo estaba encaminado, montar un festival. Ahí convoqué a Hermética y Attaque 77, que estaban en la cresta de la ola; Pilsen, que era Pil Trafa a poco de la separación de Los Violadores; y bandas nuevas como Massacre y A.N.I.M.A.L. a quienes les había producido sus discos debuts desde Tommy Gun; Lethal y desde Inglaterra a los UK Subs”, prosigue.
El «Ruso» Verea rememora, también para Canal Abierto, esa jornada a la que define como “algo que es irrepetible. Son de esas cosas en tiempo y espacio que se dan porque se alínea todo como para que pase algo que hoy sería muy difícil volver a hacer. Después ya conocemos en la historia de los penales, el rock and roll no es el sonido, mucho más ahora seguramente”.
“Fue una experiencia inolvidable , porque cambia tu vida estar dentro de un penal. Llegamos en invierno con muchísimo frío. Vimos las ventanas todas rotas y cuando vos crees que eso es por absoluta desatención estatal, te cuentan que las rompen los mismos presos porque prefieren vivir muertos de frío y no hacinados en el hedor y en el calor con las ventanas. Obviamente que todo esto podría ser solucionado con otro tipo de manejo estatal de la infraestructura pero bueno, para que tengan una idea de lo que vivimos mínimamente desde que entramos hasta que nos fuimos”, refelxiona el reconocido conductor radial.
Sobre las negociaciones con el Servicio Penitenciario Bonaerense, Taranto cuenta: “Firmé un contrato leonino que me llenaba de muchas obligaciones y pocos derechos. Yo financié la totalidad de los gastos: el escenario, el sonido y las luces, pero también el traslado de todo eso y de los músicos y personal a 70 kilómetros de la Capital, el ingreso de 55 periodistas, el estudio móvil para grabar… También alquilé un equipo electrógeno para soportar todo eso, porque imaginate si se cortaba la luz en el penal en medio del festival y con todo ahí se podía armar un lío enorme”. La cuenta final arrojó la friolera de 35.000 pesos, que en épocas de convertibilidad se traducían en dólares.
En medio de las negociaciones, el productor tomó conocimiento de la existencia de una radio AM que funcionaba dentro de la unidad y en la que algunos internos hacían programas. Entonces pensó que al festival se le podía agregar un costado solidario, por lo que determinó que tanto la recaudación por la venta de discos como las regalías de los artistas fueran destinadas a mejorar el equipamiento de la emisora.
Ese es el punto que Verea encuentra como nodal de toda la gesta. “Ahí es donde me parece que está la vinculación clave de toda esta historia. Más allá de todos los grupos que tocaron, más allá de la movida, de la organización, de todo lo que provocó de que una banda como UK Subs estuviese dentro de un penal en la República Argentina y todo lo que ya sabemos que pasó y que creo que en el documental debe estar contado, pero lo importante es que se iba a reabrir un medio de comunicación dentro de un penal y que podía dar la posibilidad no solo de entretenimiento, sino también de eso mismo: reivindicar la comunicación, y creo que ahí está la clave del asunto”, plantea.
A pocos meses llegó a las bateas el CD que recopilaba un par de canciones de cada uno de los participantes. El mismo fue editado por el flamante sello Tommy Gunn Records impulsado por Taranto. Lo que nunca llegó a las salas fue la anunciada versión cinematográfica, a cargo de Gustavo Mosquera R.
El realizador había cobrado notoriedad por su ópera prima de 1988 Lo que vendrá, con un elenco encabezado por Hugo Soto y Juan Leyrado y que contaba con Charly García y una muy joven Rosario Bléfari. “Lo convoqué con la idea de realizar un registro en video”, cuenta Taranto.
“Pero él me dice que conseguía cámaras para filmar en 35mm y propone hacer una película para el cine. Me pidió comprar las latas de película, que costaron 2.500 dólares. Así que casi el 10% del costo total del festival estuvo direccionado a que se hiciera la película”, señala el productor. Lo recaudado por la venta de entradas a las salas de cine también engrosaría lo destinado al fortalecimiento de la radio.
La relación entre el productor y el realizador no terminó bien. “Después del festival me había quedado sin plata para poder terminarla. Yo le pedí una copia de las filmaciones para tener en VHS pero nunca me las dió. Pasó el tiempo y en 2002 aparece Mosquera diciendo que habían aparecido las latas y me propone terminar la película. Por una instancia del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires sale un subsidio a nombre de Mosquera, no mío. A mí me parecía poco ético recibir un subsidio yo. Pero a Mosquera no le importó”, señala Taranto.
“No llegamos a un acuerdo porque yo no le quería entregar los derechos de la banda de sonido que son míos, él no los tenía. Entonces él me mandó unas cartas documento apretándome. Yo ya había dado por perdida Radio Olmos”, agrega
Veinticinco años después, otra película con el mismo nombre realizada con el material registrado durante esa jornada y reportajes en la actualidad, tanto a los músicos participantes como a Verea y Taranto se estrenó en el Festival de Cine de Mar del Plata.
Los asistentes a las dos funciones del festival en La Feliz en las que se proyectó fueron un selecto núcleo de privilegiados que pudo ver el film. Hasta hoy. En su tercera edición, en formato virtual, el Festival Escenario rescata este documental y lo pone al alcance de toda persona con acceso a internet a través de la plataforma Cont.Ar hasta el 30 de noviembre.
Por su parte, Taranto la compartió en YouTube, esperando que quedara para la posteridad. “Yo no gané un peso con la película, pero quiero que todos puedan verla cuando quieran. Y que la compartan, se la manden a sus contactos en el exterior, la publiquen en sus redes. Quiero que la vean todos gratis. Que nadie pague un peso por ver esa película. Quizá algún día sí me gustaría hacer una función paga, pero para donar a un comedor o un orfanato”, se ilusiona. Sin embargo, un día después la plataforma bajó el contenido a partir de reclamos hechos por Mosquera.
En conversación con este medio, el director artístico del Festival Escenario, Iván Wolovik contó que “es un golazo poder pasarla. Porque está el material de antes, que el director lo tenía guardado en un depósito y estuvo 25 años con una gotera y cuando los buscó el negativo estaba bien envuelto en un nylon y se salvó. Es una película de muy difícil estreno hoy por cuestiones de bandas y derechos. Además con los costos de SADAIC harían imposible estrenarla en salas, así que esto es como una oportunidad única”.
Esta versión llega gracias a que en 2017 Taranto es convocado para participar de la musicalización de Cemento, el documental de Lisandro Carcavallo, quien lo incitó a que terminara el film. “Conseguí un teléfono de Mosquera y me dice que estaba trabajando en el INCAA. Tengo que aclarar que el INCAA no puso un peso, que todo hasta octubre de 2019, cuando terminamos la remasterización de la música, todo lo pagué yo. También hubo gente que colaboró ad honorem en la segunda etapa a la que Mosquera venía casi como un espectador cuando se hacían las entrevistas a todos los que estuvieron”, plantea Taranto.
Con el tiempo, el evento y la película se convirtieron en una suerte de mito. Taranto y Wolovik vivieron en carne propia el impacto que el evento y la ausencia del film cobraron con el correr de casi tres décadas. “Grabamos las pastillas del festival donde íbamos diciendo las películas que iba a haber, y cuando grabamos la de Radio Olmos de pronto, el camarógrafo que estaba en Cont.ar pega el grito y dice: «no te la puedo creer que va Radio Olmos, yo fui uno de los camarógrafos y nunca la pude ver´. Mirá como son esas cosas que que ni siquiera el equipo técnico la vio, porque de hecho la película nunca se terminó y se termina 25 años después”, cuenta el realizador.
La experiencia de Taranto se dio de regreso al lugar del hecho. “Volvimos con el Ruso a hacer la presentación filmando en la parte de atrás. Me acerco a uno de los guardias, me presento, les cuento quien soy y qué estoy filmando y me dice `¿fue verdad lo del recital? Algunos de los presos más antiguos nos contaban que una vez tocó Attaque pero nos sonaba medio raro´. Los años pasaron y el personal cambió, pero entre los que lo vivieron, ese evento dejó una marca”.
Allí, el productor aprovechó para saber qué había sido de la radio que dio el nombre al evento, el disco y, ahora, la película. “Me cuentan que con las crisis económicas que hubo tuvieron que reducir todos los costos, hasta la electricidad. Entonces, lamentablemente esa estación de radio que se ve en la película desapareció como desaparecen tantas buenas cosas que tuvimos en este país”, lamenta.
[mks_toggle title=»Pogo en el pabellón» state=»open»]Daniel Kermotchenko estaba preso en Olmos en aquel momento. Cumplía una condena por robo, pero por falta de lugar terminó alojado en un pabellón de homicidios. “Ellos tocaron en el patio de capilla, en donde se reciben visitas, entre medio de dos pabellones que hay presos hasta el cuarto piso”, recuerda para esta nota.
Y cuenta: “lo vi desde la ventana, estábamos a tres metros del escenario, era pequeño pero muy bueno, no dejaban bajar a nadie de los pabellones caratulados como peligrosos. El público, entre 200 y 300 personas, eran mayormente los pibes que estaban con “los hermanitos” (NdA: integrantes del pabellón evangelista, por la jerga carcelaria), se dio todo muy tranquilo”.
“De última tocaron los Attaque con el tema “yo volveré a las calles” (en referencia a Espadas y serpientes), y eso estuvo muy bueno, más para un penal, que nunca te esperás que la van a tocar ahí, hasta los policías estaban contentos saltando al lado de los músicos, aparte por la letra de lo que dice, muy piola, todos los que estuvimos ahí lo vamos a recordar para toda la vida. Estuvo hasta las pelotas de lindo, parecía un recital de la calle”, agrega.
“Al Ruso Verea no lo conocía pero él jugaba al fútbol en un club de Lanús, y mediante una ´paloma´, que tirás un papel escrito con un hilo, nos pusimos a hablar y me regaló para mi hija que era chiquita una gorra de los Die Toten Hosen, y después vimos todo el recital que estuvo muy bueno, había una banda inglesa muy buena”, rememora Daniel.
“Cuando pasa el tiempo se me pone la piel de gallina, porque fue algo inesperado, mucha alegría dentro de todas las tristezas que hay en un penal siempre, así hubiera venido un grupo de folklore hubiera sido muy bienvenido. Pero en ese tiempo yo era bastante joven y me gustaba mucho el rock, conocer otras bandas, se te pone la piel de gallina, era un fiesta”.
Sobre el impacto de este tipo de eventos para gente en situación de encierro, Daniel cuenta que luego fue trasladado a San Nicolás y pudo ver un recital de Almafuerte. “Siempre que las autoridades organizan algo está todo muy cuidado, porque las reprimendas son peores: si por pelearte normalmente te dan 10 días, por pelearte en un recital cuando viene gente de la calle, te dan un mes. Igual, la gente que está detenida respeta mucho al que viene de afuera, te guste o no te guste, si te gusta lo vas a ver, y si no te gusta lo respetás como si fuesen ídolos de toda la vida, que además lo eran”, explica.
“A los grupos los recibieron de puta madre, siempre que va vernos alguien es muy bien recibido, y en ese momento estas bandas estaban muy piolas para todos los que nos gusta el rock”, concluye.
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