Redacción Canal Abierto | Con el final del año, el INDEC publicó un estudio que da cuenta de la profundidad de la crisis. Se trata de la Evolución de la Distribución del Ingreso que surge de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) y ofrece un pantallazo bastante preciso del estado de situación, tras cuatro años de neoliberalismo y dos de pandemia.
Luego de que el índice de desocupación bajara 1,4 puntos en el tercer trimestre de 2021 respecto del segundo, y quedara en 8,2%, la EPH mostró que, en efecto, puede verificarse una “leve disminución de la desigualdad”. La misma se mide con el coeficiente de Gini –que va de 0 (igualdad absoluta) a 1 (total desigualdad)–, el cual fue de 0,441 para el tercer trimestre de 2021 mientras que, en el mismo trimestre de 2020, fue de 0,443. Pese a la reducción, la media de quienes más ganan es 15 veces la de quienes ganan menos.
Más allá de la brecha social, la gravedad de la crisis se hace más tangible en un análisis al interior de los hogares. Sobre un total de casi 29 millones de personas que viven en los 31 aglomerados urbanos relevados, el promedio de ingreso per cápita alcanzó los $31.035. Pero el ingreso per cápita más recurrente (mediana) fue de $22.333, por debajo de los $23.922 que se necesitaron en noviembre –último dato disponible– para cubrir la Canasta básica total para un adulto, mínimo indispensable para no ser pobre.
Si se toma en cuenta el factor ocupación, el INDEC pudo establecer que un 59,4% de la población percibió algún ingreso. Entre ellos, el promedio fue de $51.594, aunque éste varía sustancialmente entre los diferentes estratos: en el bajo, el ingreso promedio equivale a $18.127; el del estrato medio fue de $48.546; y el del estrato alto de $124.671.
Discriminado entre géneros, los varones tuvieron un ingreso promedio de $60.348, mientras que el de las mujeres fue de $43.183.
Si tomamos en cuenta sólo el universo de la población ocupada –compuesto por asalariados formales (5,9 millones), informales (2,8 millones), y patrones o cuentapropistas (3,3 millones)–, el ingreso promedio fue de $48.597, aunque entre los asalariados ese promedio sube a $50.849. Al discriminar entre asalariados formales e informales, el promedio de ingreso de los primeros fue de $62.038 y el de los segundos sólo llegó a $27.301.
Ordenada en diez deciles, el más bajo percibió un ingreso promedio per cápita de $6.756 y el octavo uno de $62.718 (que llega a $65.345 entre los asalariados). En otras palabras, el 80% de los trabajadores y trabajadoras –unos 9,5 millones de personas– perciben ingresos que no alcanzan a cubrir la Canasta básica total para una familia tipo, que en noviembre fue de $73.918.
Sólo los dos deciles más altos de la escala, el 20% de la fuerza laboral activa, perciben ingresos que permiten sostener una familia fuera del umbral de la pobreza.
El cuadro se agrava si se toma en cuenta que, cuanto más se desciende en la escala social de ingresos, más personas dependen de un solo ingreso. De acuerdo con la EPH, la cantidad de personas no ocupadas fue de 132 por cada 100 ocupadas, mientras que la cantidad de no perceptoras de ingreso fue de 67 por cada 100 perceptoras. Pero esta relación es mayor en el caso de los deciles más bajos. Para el decil 1, por ejemplo, es igual a 276 personas no ocupadas cada 100 ocupadas y 160 no perceptoras cada 100 perceptoras. En el caso del decil 10 (el de ingresos más altos), los valores correspondientes son iguales a 47 personas no ocupadas cada 100 ocupadas y 20 no perceptoras cada 100 perceptoras.
Ilustración: Marcelo Spotti