Redacción Canal Abierto | Cuando subieron los casos de COVID-19, en todo el país hicieron falta los enfermeros. La respuesta del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, a cargo de Horacio Rodríguez Larreta, fue la contratación de entre 2.000 y 3.000 licenciadas y licenciados en Enfermería cuyos puestos de trabajo hoy peligran.
“En la pandemia se contrataron un montón de profesionales, en contratos renovables cada tres meses, para reforzar la terapias, para armar las terapias intensivas nuevas, las UFU (unidades febriles de urgencia) donde hay enfermeros testeando, hisopando, recepcionando, organizando los servicios. También en los vacunatorios y en el servicio de clínica médica en general y las guardias. Esos licenciados en Enfermería fueron evaluados para su ingreso en el Ministerio de Salud”, explicó Christian Acosta, referente del Sindicato de enfermería SITRE, de la Asociación de Enfermería de Capital Federal (AECAF) y enfermero del Hospital Ramos Mejía.
Cuando la curva bajó, a mediados de 2021, muchos de esos contratos fueron dados de baja, aunque también hubo muchas renuncias debido a las malas condiciones laborales, la inestabilidad, las exigencias, el nivel de exposición, y los bajos salarios que no entran en paritarias.
Sin embargo, la necesidad de personal de enfermería se evidenció con la baja de casos, que coincidió con un aumento en la demanda de la población con enfermedades crónicas o agudas y complicaciones por la falta de controles durante la pandemia que sobrecargaron el sistema tanto público como privado.
Con ese escenario, en diciembre último el gobierno porteño abrió un concurso público para 1.200 puestos en planta permanente de enfermería, donde quienes vienen trabajando en la primera línea contra el COVID-19 no tienen ninguna prioridad.
“El principal problema es que el concurso lo hicieron abierto en vez de darles prioridad a los que venían cumpliendo funciones en estos últimos dos años y medio de pandemia con ‘Contratos COVID’ —detalló Acosta en diálogo con Canal Abierto—. Cuando llega el concurso, esas personas que se encuentran trabajando contratadas tienen que presentarse ante recursos humanos del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires con el currículum de nuevo, de cero y como si nunca hubiesen trabajado, y en su horario laboral, o sea que tienen que pedir permiso. Después esperar a que las llamen para rendir un examen ante un jurado. No las van a evaluar sus supervisores o jefes de departamento, que son con los que tuvo relación laboral, sino alguien externo que no sabe si fueron buenos o malos enfermeros. También tienen que competir con quienes vienen recomendados. Eso baja muchísimo las posibilidades de que esas personas, que estuvieron trabajando dos años, queden”.
Precarizados de larga data
El conflicto se suma al reclamo histórico por el reconocimiento de la carrera profesional que ni Larreta, ni su ministro de Salud, Fernán Quirós, ni los legisladores de Juntos por el Cambio aceptan realizar. Esa situación mantiene a toda la enfermería precarizada y, en la práctica, significa que perciban la mitad del sueldo.
“Los que recién ingresan en vez de un sueldo de $55.000, como están ganando, tendrían uno de $90.000. Se trata de una profesión con título de grado, cinco años de estudio más una especialidad, más la responsabilidad de estar en un área crítica con pacientes de alto riesgo. Al no estar en la carrera no nos pagan ninguno de esos ítems. Eso te limita muchísimo en la autonomía y en la perspectiva de carrera y desarrollo de la profesión —explica Acosta—. Hay una crisis de enfermería nivel global, faltan enfermeros. Pero al tener tan magros sueldos tenemos dos o tres trabajos y de alguna manera cubrimos esos baches. Y así terminamos: tenemos un alto índice de mortalidad prejubilación y un alto índice de enfermedades crónicas antes de jubilarnos”.
Los números avalan sus dichos. En el ámbito público, las jornadas laborales van de 6 a 7 horas de lunes a viernes y durante el día, y de 12 horas los fines de semana. Por la noche, las jornadas son de 10 horas y de 12 los fines de semana.
Una estadística realizada por la Auditoría de la Ciudad hace diez años sobre las bajas de enfermería arrojó que un 11% eran por fallecimiento, en su mayoría producto del estrés, el mal dormir y la mala alimentación.
“Nos morimos jóvenes y pobres. Y olvidados, porque salvo por momentos fugaces en esta pandemia, no termina de haber un reconocimiento ni siquiera social. Todavía hay una imagen de la enfermera que solo te pone la chata pero estas últimas cuatro décadas desarrollamos mucho la profesión en investigación, docencia, gestión y todavía esos roles no están bien definidos por la sociedad y poco reconocido por quienes administran los sistemas de salud”, agrega el referente.
Ayer por la mañana, contratados autoconvocados marcharon desde el Ministerio de Trabajo de Nación hasta la Dirección General de Recursos Humanos de la Ciudad para pedir una reunión y elevar una carta a Quirós y Larreta exigiéndoles el pase automático a planta permanente de los que están contratados. Al cierre de esta nota, no recibieron respuesta.