Por Melissa Zenobi | Una ciudad donde la escasez de recursos saca lo peor de las personas es el telón de fondo para la llegada de Anna, que viaja para encontrar a su hermano desaparecido. La joven deberá luchar por su supervivencia en un contexto de extrema violencia, donde conseguir comida o un par de zapatos puede costarle la vida.
En medio de la agonía, Anna conoce a Sam, un periodista extranjero que se encuentra en la Ciudad para registrar el caos, y establece una relación amorosa. Con las actuaciones de Jazmín Diz, Christopher Von Uckermann, María De Medeiros y Juan Fernández, esta historia distópica muestra a dónde pueden llegar las sociedades con la profundización del consumismo en el marco del capitalismo extractivista.
Este jueves llega a los cines de Argentina “El país de las últimas cosas”, la película que es producto del trabajo conjunto entre Alejandro Chomski y Paul Auster, que se conocieron en el 2002 a través de unos amigos en común. En medio de la crisis social, política y económica de la Argentina de principio de siglo, coincidieron en la idea de adaptar el apocalíptico mundo de la novela y llevarlo a la pantalla de cine. “En 2001 constaté que en Argentina había imágenes que eran referencia de las imágenes que aparecen en el libro de 1987”, dice Chomski, en diálogo con Canal Abierto.
Con más de 20 años de trabajo, la película -filmada en blanco y negro- finalmente llega a todos los cines del país. “Fue un suerte enorme tener a alguien tan amante del cine ayudando a que el guión quede cada vez mejor, atento a todos los cortes del montaje para que funcione de modo cinematográfico”, afirmó el director, y remarcó: “La colaboración de Paul fue muy en modo cineasta, y atravesamos todas las etapas juntos hasta la presentación de la película”.
A 35 años de la novela ¿Crees que la versión cinematográfica de esta historia se sostiene en la ciencia ficción (como la novela) o se acerca más al realismo?
-Sí, creo que se acerca más al realismo, porque hemos atravesado una pandemia que hace que todas las historias de ciencia ficción estén más cerca del realismo o el neorrealismo italiano que a un hecho distópico. De hecho, la palabra distopía está perdiendo mucha fuerza porque la realidad se vuelve de ciencia ficción. Se mezclan los apocalipsis pensados como palabras del futuro y se transforman en presente. Hay un cambio en la velocidad en que las cosas podían pasar y ahora estamos viviendo una incertidumbre diaria.
La película muestra a una humanidad totalmente despojada de humanismo en un sistema que no da para más ¿Qué analogías se pueden encontrar en este sistema capitalista y extractivista?
–No hay una salida para el sistema capitalista en descomposición. No hay un sistema superior, donde veamos que en tal país, funcionando de otra manera, se está mejor. Ese es el gran inconveniente que está atravesando la humanidad, porque siempre todos los sistemas del hombre tuvieron uno superior. Desde el sapiens Neanderthal, hasta pasar de un sistema feudal a un sistema capitalista con fuerzas productivas. No estamos viviendo eso ahora, no estamos viendo otro sistema. Entonces la distopía puede ser en la misma época, con el mismo sistema y la involución de la sociedad. En la película se puede ver reflejada la realidad argentina y la de cualquier lugar del mundo.
El film muestra también cómo el amor puede salvarnos en las peores circunstancias, e incluso Ana en su carta dice esos fueron los mejores días de su vida ¿Cómo fue para vos contar esta dicotomía?
-La principal razón para hacer la película es que hay una historia de amor, que pese a esta situación de crisis tan aguda el personaje de Anna en El país de las últimas cosas encuentra amor y una familia, y al final ella no está en el mismo lugar emocional que cuando llega en búsqueda de su hermano. Siempre el anclaje de la historia de amor es lo que permite poder atreverse a entrar en esta atmósfera tan poco optimista y darle un carácter disruptivo, para que los personajes sigan siendo optimistas para seguir sobreviviendo, y escapar del horror, de la muerte y los desastres.
En el fondo es una historia de amor. Al igual que en Doctor Zhivago, o como en Rex, películas épicas donde el amor está adentro y afuera la guerra, el caos. Desde esta óptica trabajamos el tema del amor, y esa dicotomía hace que lo trágico del escenario esté balanceado por la historia de amor, y la historia de amor balancea el escenario. El amor se produce en cualquier lado, en donde sea que sale, en este caso en El país de las últimas cosas.