Por Melissa Zenobi | Meilin Lee, o como la llaman sus amigas, Mei, es una adolescente que se crió con una regla familiar clara: honra a tus padres. Y ahora que creció ella asegura que puede honrarlos sin olvidarse de ella misma: “Desde que cumplí 13 años vivo como se me antoja, pienso por mi misma cada minuto, me visto como quiero y digo lo que quiero”, dice a cámara mientras camina segura y sola por la calle con su tamagotchi colgando de la mochila.
“Es que cumplir 13 me hace oficialmente una adulta. O eso dice la comisión de tránsito de Toronto”, afirma cuando se la ve siendo la mejor de la clase, la mejor amiga y la mejor en la banda del colegio. “Estoy en octavo y no tengo tiempo para juegos”. Pero cuando se hace la hora de volver a casa, no hay planes con amigas que la retengan: tiene que llegar a tiempo para ayudar a su mamá en las tareas del templo que administra su familia, el más antiguo de Toronto, hecho en honor a todos sus ancestros.
Mientras Mei se debate entre la obediencia y la rebeldía, su mamá descubre la pasión secreta que siente por el chico que trabaja en la tienda multipropósito. El infortunio le despierta un sinfín de emociones, y al día siguiente amanece convertida en un panda rojo. Su madre asocia el repentino cambio de humor de la joven con el inicio de la menstruación y le ofrece toallitas íntimas, pero luego entiende que su hija padece una maldición familiar por el pacto de una de sus ancestras: “Los dioses le dieron habilidad para controlar sus emociones para convertirse en una diosa mística. Al pasar el tiempo, la familia viajó a un nuevo mundo y la bendición se convirtió en una maldición”, le explica su mamá, que ya tiene su propio panda rojo controlado.
“La mamá le cuenta que toda la familia se transformaba en panda y tenían que hacer un ritual para dejar de ser panda pero ella quería a su panda y la mamá la entendió y la dejó”, dice Lola, de 12 años, que analiza el film para Canal Abierto. Al mismo tiempo reconoce: “Para mí, mis amigas son importantes porque con ellas me divierto y puedo ser completamente yo”. “Al final la mamá la entendió y dejar de ser tan exigente”, aclara Amanda, de 7, sobre la película.
Red es la última apuesta de Disney+, y fue estrenada directamente en su plataforma de streaming, sin pasar por las salas de los cines. Dirigido por la animadora, directora y guionista gráfica china-canadiense Domee Shi y desarrollado por un equipo de mujeres, el largometraje incluye temas que no habían sido abordados por un proyecto de esta envergadura como la menstruación, el despertar sexual y todas las nuevas experiencias que trae la pubertad. Pero además ahonda en la complejidad de los vínculos familiares, el lugar de los mandatos, el siempre imprescindible rol de las amigas como red de contención, y la rebeldía en la búsqueda la propia identidad que caracteriza este momento de la vida.
“La inspiración para esta película viene de mi vida, creciendo igual que Mei, como una chica de trece años boba, torpe, confiada y obsesiva, que va a afrontar grandes cambios. Me desperté y mi cuerpo había cambiado, tenía pelo por todas partes, mis emociones se desbordaron y pasé de ser la pequeña niña buena de mi madre a pelear con ella todos los días. Solo quería averiguar qué estaba pasando en ese momento y transformarlo en una película entretenida y divertida”, cuenta Domee Shi en medios periodísticos.
El film está ambientado en Toronto, Canadá, a principio de los 2000. Domee Shi, también directora de Bao – ganador del Oscar en 2018- tiene solo 34 años y fue la primera mujer en dirigir un corto en Pixar. Que sea el primer largometraje dirigido, escrito y producido por mujeres también es una novedad: “Nos subimos al escenario por lo general y los jefes dan la bienvenida y agradecen su presencia a todos”, cuenta la productora Linsey Collins en medios internacionales sobre el día que mostraron los avances a sus compañeros de la empresa.
Sobre ese día, Collins recordó: “Y allí estábamos; miramos a nuestro alrededor y éramos todas mujeres sobre el escenario por primera vez. Y sentimos que la audiencia, nuestros amigos y colegas aplaudían que todas fuésemos mujeres por primera vez. Todos estaban muy orgullosos aunque no hubiesen trabajado en la película, de que eso hubiera ocurrido”.
El acierto de esta historia también tiene que ver otro gran desafío tanto de la adolescencia como de la vida adulta, y que se vuelve más difícil para las mujeres criadas en un mundo patriarcal, lleno de mandatos y estereotipos, y es el de abrazar todas las partes, incluso aquellas que a primera vista traen problemas. Ya lo dijo Mei: “Todos escondemos una parte estruendosa en nuestro interior y muchos no la dejamos salir. Pero yo sí”.