Redacción Canal Abierto | El 1º de julio de 1971, durante el gobierno de facto del general Alejandro Lanusse, se firma la Declaración Conjunta referente a la Apertura de las Comunicaciones entre las Islas Malvinas y el territorio continental argentino. Este tratado fue fruto de las negociaciones entre Gran Bretaña y la República Argentina con la participación de los isleños recomendadas por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1969 en búsqueda de una solución definitiva en la disputa sobre el archipiélago.
El pacto estableció, entre otros acuerdos, que los isleños podrían circular por el territorio continental con un documento que no hacía referencia a la nacionalidad; el mismo documento sería el único requisito para los argentinos que quisieran visitar las islas. A su vez el gobierno argentino declaraba exentos del pago de derechos e impuestos a los isleños por sus actividades económicas y el gobierno británico actuaba en reciprocidad con los argentinos que prestaran servicios en las islas. Se favorecía el establecimiento de argentinos en las islas y de isleños en el continente, con exenciones impositivas al traslado de bienes. Se establecía que el gobierno argentino dispondría de un servicio aéreo semanal entre el continente y las Malvinas, a la vez que el británico garantizaría un servicio marítimo regular de pasajeros y carga.
Como resultado de este mismo acuerdo se estableció también que un grupo de docentes argentinas se estableciera en las islas para brindar clases de español a niños y adultos.
Graciela Tricotti es maestra y profesora de inglés. Prestó servicio en las islas entre 1977 y 1978 enseñando castellano a los isleños. Fue una de las once maestras que pasaron por las islas en esos años. “Yo tenía 23 años y vivía en Quilmes. En agosto de 1977, tomé conocimiento del envío de maestras a las Malvinas y me entusiasmó muchísimo. Me entrevisté en el Ministerio de Relaciones Exteriores con el coronel González Balcarce que en ese momento estaba a cargo. Luego tuve que ir al Consejo Nacional de Educación y fui contratada para ir a Puerto Stanley, así se llamaba en ese momento. Viajé el 21 de septiembre de 1977 y estuve en las islas hasta diciembre de 1978. Fue una experiencia inolvidable que cambió el rumbo de mi vida”, cuenta la docente.
“Yo enseñaba español en la escuela secundaria, el Senior School, con pocos alumnos, junto a un grupo de profesores de otras materias contratados en Inglaterra. Mi compañera daba clases en la escuela primaria. La ventaja que teníamos era que al hablar inglés podíamos comunicarnos con los isleños o con el grupo de argentinos que estaban allí, mucho mejor que otras personas. De esa forma nuestra misión era un tanto diplomática, porque teníamos que mezclarnos con la gente del lugar. Enseñábamos de mañana en la escuela, muy pocas horas, entonces comenzamos a dar clases de español a otras personas de las islas por la tarde, para adultos”.
En Malvinas, en ese momento y hasta 1982, además de las docentes había otros argentinos. LADE sostenía un viaje aéreo semanal de pasajeros entre Puerto Argentino y Comodoro Rivadavia, que además transportaba productos frescos, frutas, verduras, el correo y gente que había estado hospitalizada en el continente. “A pesar de haber un pequeño hospital en las islas, cuando había casos más delicados los isleños iban al continente a tratarse”, comenta Graciela. “Había 25 argentinos en ese momento: gente de la fuerza aérea, incluyendo un vicecomodoro al frente del personal militar y empleados de Gas del Estado que proveían combustible a los habitantes”.
“Teníamos muy buena relación con todos los kelpers. Me costaba mucho la relación con mis alumnos adolescentes porque no entendían que aprender español fuera a ser algo provechoso para ellos en el futuro, para entender todo lo que ocurría, lo que se hablaba, las negociaciones. No querían ser argentinos, eso lo demostraban”, sostiene Graciela. “Teníamos muy buena relación con el encargado de la radio Patrick Watts y, en general, teníamos vínculo con todos, íbamos a las fiestas que se hacían en el salón de la municipalidad y bailábamos con todos porque había mucho contacto social ya que no había televisión ni radio ni nada. En la casa del gobernador, si llegaba alguien importante o se organizaba un cóctel, estábamos invitadas junto con el vicecomodoro y la gente de la fuerza aérea”.
Una vez que terminó su contrato, a fines del ‘78, Graciela se casó con un royal marine y se fue a vivir a Inglaterra durante 10 años. Justo cuando comenzó la guerra, ella quedó embarazada y tuvo una hija inglesa que hoy vive con ella en Buenos Aires. “En general la gente que sabía que yo era argentina me preguntaba cómo estaba, se preocupaban por mí. Fue muy triste ver toda la gente que murió cuando es posible que las negociaciones hubieran llevado a una resolución pacífica, no sé hasta que punto pero de haber seguido así se hubiera evitado la guerra”.
Las maestras siguieron turnándose hasta 1982 y la última maestra tuvo que salir corriendo cuando Galtieri y sus generales trasnochados decidieron el desembarco en el archipiélago. La vía diplomática iniciada por Lanusse fue dinamitada por otro gobierno militar de facto que, cercado por la presión social, buscó con la maniobra de Malvinas la posibilidad de obtener una pervivencia.