Por Sergio Rodríguez Gelfenstein | Cuando a algún escultor se le ocurra hacer una estatua a la hipocresía política en materia internacional, sin duda alguna el modelo a usar es Noruega.
El país escandinavo por una parte acoge negociaciones y diálogos en los que supuestamente actúa como mediador y entrega anualmente el Premio Nobel de la Paz, al mismo tiempo que como miembro de la OTAN participa de todas las tropelías que se le antoje hacer a Estados Unidos en cualquier lugar del planeta, sembrando guerra, destrucción y muerte.
En relación al Premio Nobel de la Paz, más allá de la real valía que tengan algunos de sus ganadores, todo el mundo sabe que su concesión se debe a cálculos políticos que redunden en la inserción de Noruega y su política exterior en el planeta. En decir, el premio puede ser usado como ariete de la política agresiva de Europa y de la OTAN. Si no, ¿cómo entender que le haya sido entregado a connotados asesinos causantes del dolor de millones de personas? En este sentido se puede señalar la ignominia que significa que la paz sea relacionada por ejemplo con Teodoro Roosevelt, Henry Kissinger, Menachem Begin, Frederick de Clerck, Isaac Rabin, Shimon Peres, Barack Obama, y Juan Manuel Santos entre otros. En este último caso, el cálculo político llegó a tal nivel que incluso contrariando la propia práctica del Premio, no se le entregó a las dos partes negociadoras, sino solo a una de ellas. Sólo la degradación de Noruega puede hacer posible tal despropósito.
Hay que recordar que en este ámbito el testamento de Alfred Nobel estableció que se debía constituir “…un fondo cuyo interés se distribuirá cada año en forma de premios entre aquellos que durante el año precedente hayan trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y para la celebración o promoción de procesos de paz”. El premio se le debería entregar solo a aquellos que se han consagrado siempre a favor de la promoción de la paz, no a los que hacen la guerra y cuando son derrotados o no logran vencer al enemigo, se ven obligados a la negociación como consecuencia del repudio que sus acciones imponen a la mayor parte de los habitantes del planeta.
La razón por la cual Noruega y la Fundación Nobel han transformado el premio en un instrumento político tal vez venga dada por la venta de sus activos al sector petrolero, según fue anunciado por el nuevo director de la organización con sede en Estocolmo, Vidar Helgesen en una entrevista con la radio sueca SR. Con esta decisión, la Fundación Nobel continúa “vendiéndole su alma al diablo” toda vez que desde hace varios años mantiene de forma indirecta participaciones en la industria armamentista, la del tabaco y la de energías no renovables, contraviniendo el propio testamento de Nobel y el espíritu del Premio.
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Como expresión prístina de su voluntad guerrerista, Noruega ha enviado a Jens Stoltenberg a asumir la secretaría General de la OTAN, la organización terrorista más grande del mundo. En la preparación del actual conflicto político, militar, económico y diplomático que la OTAN ha desatado en Europa, Stoltenberg ha llevado la voz cantante desde su propia gestación.
Ya en junio del año pasado en una entrevista para el periódico dominical alemán Welt am Sonntag, azuzando el conflicto global, Stoltenberg anunciaba que veía en la cooperación entre China y Rusia una amenaza para Occidente y un serio desafío para la OTAN. Ante ello, la respuesta del noruego iba encaminada a fortalecer la cooperación con los países de la región del Pacífico, agregando que el ascenso de China representa “un cambio fundamental en el equilibrio de poder global”. En tal sentido, adelantaba que en relación a Rusia, la OTAN se proponía continuar con su estrategia de “contención y diálogo”. ¡Vaya diálogo!
Esta decisión hace evidente la disposición de la OTAN de expandirse en todo el mundo, en primera instancia acercándose amenazadoramente a las fronteras rusas pero también extendiendo su presencia en otras regiones del planeta como el Asia-Pacífico y América Latina y el Caribe.
En este ámbito, en diciembre de 2021 durante una visita del presidente de Ucrania Vladímir Zelenski a Bruselas, Stoltenberg afirmó que la Organización del Tratado del Atlántico Norte continuaría su expansión hacia el este, pese a las protestas de Rusia, recordando además que esa Alianza había invitado a Macedonia del Norte y Montenegro a formar parte de la organización.
En la misma lógica, el 5 de abril pasado, el noruego, durante una conferencia de prensa reclamó a la Alianza la necesidad de ampliar la cooperación con sus socios de la región Asia-Pacífico, bajo el argumento de que China no había condenado la operación militar de Rusia en Ucrania.
De la misma manera, la OTAN hizo presencia en América Latina y el Caribe, ya no solo a través de la ocupación ilegal de las islas Malvinas donde ha introducido armamento nuclear, también a través de la designación de Colombia, primero como socio extra continental de la Alianza en 2017 y más recientemente desde diciembre de 2021 como socio global lo que le concede al gobierno del país latinoamericano un aval para seguir violando los derechos humanos, mantener la impunidad respecto de los asesinatos y masacres cotidianas contra líderes sociales, promotores de derechos humanos y ex combatientes acogidos al acuerdo de paz; así como también hacer un trabajo de zapa para destruir la integración latinoamericana y caribeña violando el acuerdo tomado en enero de 2014 en la II Cumbre de la CELAC en La Habana en la que se declara a América Latina y el Caribe como zona de paz. Igualmente, en tal condición, el gobierno colombiano lanzando mensajes a sus amos del norte, ha derrochado todo tipo de retórica anti rusa a fin de “buscar un rinconcito en sus altares” como dice Silvio.
Esta decisión es expresión clara de la doblez y falsedad noruega que, por un lado actuó como “facilitador” de las conversaciones entre el gobierno de ese país y la guerrilla de las FARC, al mismo tiempo que le concede una fianza a esa misma administración a fin de que Colombia se transforme en el principal instrumento para desatar agresiones militares y generar conflictos regionales de acuerdo a los intereses de Estados Unidos y la OTAN. De esta manera se sigue la tradición iniciada por Juan Manuel Santos quien como ministro de defensa ordenó una invasión militar a Ecuador en 2008 para después recibir el Premio Nobel de la Paz en 2016, como presidente.
En una reciente entrevista Stoltenberg afirmó que la OTAN nunca había hecho una promesa de expansión hacia el este. Pero la revista alemana Der Spiegel en su edición del pasado 18 de febrero dio a conocer un documento confidencial que confirma que la OTAN incumplió las promesas de no expandirse. La revista calificó como “cuestionable” la versión de Stoltenberg.
En el documento hallado en los Archivos Nacionales Británicos por el politólogo estadounidense Joshua Shifrinson se dan detalles de la reunión mantenida entre los cancilleres de Alemania, Estados Unidos, Reino Unido y Francia en la ciudad alemana de Bonn el 6 de marzo de 1991 en la que se trataron cuestiones de la seguridad de Polonia y otros países de Europa del Este. En el escrito se señala que hubo unanimidad en acordar que la pertenencia a la OTAN de los países europeos del este era “inaceptable”
En otra reunión anterior, celebrada en 1990 en la que participaron la República Federal de Alemania (RFA), la República Democrática Alemana (RDA), Francia, la Unión Soviética, el Reino Unido y Estados Unidos a fin de debatir el acuerdo final con respecto al futuro de Alemania, que fue firmado en Moscú a finales de ese año, las partes expresaron que la expansión de la coalición debía ser limitada.
Por su parte, el gobierno alemán fue explícito al explicarle a la Unión Soviética que la OTAN no se extendería “ni formal ni informalmente hacia el este”, según palabras del representante de Estados Unidos en el cónclave, Raymond Seitz, según cita el documento dado a conocer por Der Spiegel.
La información se agrega a la obtenida de otros archivos clasificados en las que se asegura que el entonces Secretario de Estado estadounidense, James Baker, dio a su homólogo soviético, Eduard Shevardnadze, “garantías firmes” de que “la jurisdicción o fuerzas de la OTAN no se moverían hacia el este”. En una visita a Moscú en febrero de 1990, Baker fue aún más explicito al afirmar que la alianza no se movería “ni una pulgada hacia el este”. Un día después, el 10 de febrero, el propio Helmut Kohl, canciller federal de Alemania, repitió la misma promesa a Gorbachov al afirmar que: “Creemos que la OTAN no debería expandir la esfera de su actividad. Tenemos que encontrar una solución razonable. Entiendo correctamente los intereses de seguridad de la Unión Soviética”.
De todo lo anterior se desprende que el funcionario noruego ha mentido impunemente a fin de desarrollar la política agresiva y expansiva que caracteriza la OTAN y que ha sido la causante directa del actual conflicto en Ucrania.
El apoyo de la OTAN a Ucrania a fin de provocar a Rusia y desatar una guerra a la que Moscú se adelantó, viene desde hace tiempo. El mismo Stoltenberg, durante una rueda de prensa un día antes de la reunión de los jefes de Estado de la alianza belicista reconoció que: “Los aliados de la OTAN han entrenado a decenas de miles de tropas ucranianas desde 2014”. Así mismo para que no hubiera dudas de su proyecto expansionista e intervencionista durante su intervención en la Conferencia de Seguridad de Múnich en febrero de este año, en un burdo intento de amedrentar a Rusia y al mundo, aseguró que el presupuesto de la Alianza Atlántica aumentó en 270.000 millones de dólares desde ese mismo año 2014, casualmente cuando se concretó el golpe de Estado occidental en Ucrania.
Mientras engaña con una supuesta vocación pacifista, de la mano de la OTAN Noruega se prepara cotidianamente para jugar un rol protagónico en las guerras que la Alianza prepara en todo el planeta, sobre todo asumiendo su misión como flanco meridional de la OTAN y país europeo con mayor cantidad de kilómetros de frontera con Rusia.
En este marco, esa alianza está dislocando blindados, artillería y equipo logístico dentro de las cuevas de Noruega, según informó el coronel William Bentley, de la Marina estadounidense quien afirmó que: “Cualquier equipo desplegado con anticipación reduce costos y a su vez acelera nuestra capacidad para apoyar las operaciones en momentos de crisis, por lo que podemos empezar a prepararnos para usar el equipo, que ya está listo, y responder a cualquier crisis que pudiera existir”. Este complejo de cuevas que la OTAN utiliza desde 1981 está compuesto de 100 empleados noruegos y estadounidenses, y contiene suficiente equipo para apoyar a 15.000 miembros del Cuerpo de Marines, según Magnus Nordenman, director de la Iniciativa de Seguridad Trasatlántica del Consejo del Atlántico en Washington.
En la continuación de su actividad guerrerista, Noruega envió 4.000 misiles antitanque y varios tipos de equipos de protección y otros equipos militares a Ucrania. De la misma manera el pasado miércoles 20 de abril, el propio ministro de Defensa de Noruega, Bjorn Arild Gram anunció la decisión de su gobierno de proporcionar a Ucrania el sistema de defensa aérea Mistral. En un comunicado de ese despacho se informó que cerca de 100 misiles ya han sido enviados a Kiev.
He aquí la perla que establece la calaña de estos sujetos y de ese gobierno: en el comunicado, el despacho de defensa hace saber que: las Fuerzas Armadas de Noruega planean reemplazar este tipo de defensa aérea, y por lo tanto, su suministro a Ucrania “no tendrá un impacto importante en la capacidad operativa nacional”. El “regalo” de Noruega a Ucrania se verifica porque –según el mismo comunicado: “El misil será eliminado gradualmente por las Fuerzas Armadas de Noruega, pero sigue siendo un arma moderna y eficaz que será de gran beneficio para Ucrania”. Es decir que envían a Ucrania un armamento que ya no usan y que están desechando.
En otro ámbito, en la expansión del área de conflicto, el 23 de abril la fragata Fridtjof Nansen de la armada noruega arribó al puerto de Trieste en Italia formando parte del grupo de ataque de la Marina estadounidense liderado por el portaviones de propulsión nuclear Harry S. Truman, después de realizar maniobras navales en la zona norte del mar Adriático
Resulta curioso este desenfrenado despliegue de recursos de las fuerzas armadas noruegas, cuando solo hace cuatro meses atrás, en enero de este año el ejército de ese país comenzó a obligar a su personal, tanto hombres como mujeres, a devolver la ropa interior usada cuando terminan su servicio militar, según informó la Corporación de radiodifusión estatal noruega (NRK, por sus siglas en noruego). De esta manera, el Alto Mando de esa institución le pidió a los militares que, una vez finalizado su servicio, devolvieran —además del equipo— los calzoncillos, pantaletas, sostenes y calcetines proporcionados para que sean lavados y reutilizados por los nuevos reclutas. He aquí la actitud miserable de un gobierno y unas fuerzas armadas que impone restricciones absurdas a sus soldados mientras derrocha miles de millones de dólares en armas haciendo guerras por todo el mundo a la cola de Estados Unidos. Eso no lo hace ni las fuerzas armadas del país más pobre del mundo, por elemental respeto a la dignidad humana.
Pero, como era de esperar, todo lacayo tiene su premio. El gobierno de Noruega ha decidido designar a Stoltenberg para el cargo de gobernador de la Junta Ejecutiva del banco central del país, encargo que asumirá al finalizar su mandato en la Alianza Atlántica el próximo 30 de septiembre. ¡Sálvese quien pueda!
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