Redacción Canal Abierto | La potencia de la vida frente a la producción de muerte. El proyecto neoliberal y las resistencias indaga en las raíces ideológicas y en la implementación de un modelo necrófilo que se expande por el mundo.
Editado por Batalla de Ideas, el Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe (IEALC) y el Instituto de Investigaciones Gino Germani, el libro coordinado por José Seoane y Susana Murillo reúne contribuciones de investigadores e investigadoras que analizan el proyecto neoliberal en sus múltiples dimensiones, pero también en las prácticas de resistencia impulsadas en distintas situaciones y territorios de Nuestra América.
Seoane, investigador del IEALC y del Instituto Tricontinental de Investigación Social, estuvo en la Feria del Libro y fue entrevistado por Canal Abierto.
¿Cómo surgió la idea de hacer este libro y cuál es el contenido principal?
—Es una obra colectiva de un proyecto de investigación de la Universidad de Buenos Aires donde abordamos las diferentes dimensiones y características de lo que se conoce como neoliberalismo, entendiéndolo como el nombre provisorio de una etapa del capitalismo que se abre a nivel internacional en los años 70 pero que tiene toda una historia en términos de ideas muy anterior, que se remonta al siglo XIX. El libro examina un poco todas esas dimensiones y la racionalidad neoliberal y también da cuenta de las resistencias sociales que aparecen particularmente en América Latina.
Podemos decir que después de la pandemia recrudecieron estas racionalidades del neoliberalismo…
—Sí, totalmente. Incluso el libro estaba casi terminado antes de la pandemia y ya señalábamos esta característica tan particular del neoliberalismo, tanto en términos de las transformaciones multidimensionales de la vida social como en qué medida estas estrategias de mercantilización y de despojo implican un procesos de destrucción de las condiciones de vida de grandes grupos sociales y de poblaciones a nivel global y de América Latina. También de la destrucción y el deterioro de la naturaleza y del ambiente. Por eso ya señalábamos al neoliberalismo como una estrategia de muerte, como la gestión de la muerte y de la crisis.
La pandemia en primer lugar y la guerra en Ucrania y sus efectos en términos de la vida de las poblaciones trágicamente no han hecho más que afirmar esta idea de que las transformaciones neoliberales no son contrarias a la crisis sino que el neoliberalismo implica esta crisis multidimensional y su gestión. Lo que se ve es un crecimiento de la desigualdad, de la polarización social, de la pobreza, de la hambruna a nivel global.
Pero ustedes también hablan de la organización de los y las trabajadoras y de las organizaciones sociales frente a toda esta destrucción y muerte.
—Sí, el libro trabaja sobre esta dialéctica entre las transformaciones sociales y las resistencias, incluso hay varios artículos que refieren especialmente a eso y uno en particular que habla de las transformaciones en América Latina en las últimas décadas y la emergencia de movimientos populares que han opuesto resistencias efectivas y abierto procesos de cambio y que están de alguna manera retornando. Porque si uno analiza, de 2019 en adelante con las insurrecciones en Ecuador, en Chile, en Colombia, reaparecen estos sujetos populares no sólo resistiendo sino reafirmando los horizontes emancipatorios. El libro los entiende también como potencia de la vida frente a la producción de muerte del neoliberalismo, en el sentido de capacidad de creación y defensa de la vida de los colectivos.
Durante toda la pandemia fueron las mujeres las que organizaron las ollas populares y garantizaron la vida…
—El papel de las mujeres como sostenedoras de la reproducción social fue clave. La alimentación, la salud, la educación… y hay que destacar también el rol de las mujeres en toda América Latina contra el extractivismo, este proceso de apropiación transnacional de los bienes comunes naturales que implica la destrucción de las condiciones de vida y de los territorios.
¿Hay una relación entre extractivismo y coronavirus o pandemia?
—Sí, porque el COVID-19 es el más conocido, el que afectó por un tiempo más largo y con una extensión geográfica mayor, pero virus similares han venido apareciendo en las últimas décadas y están vinculados a un doble proceso: por un lado, a la destrucción de los ecosistemas naturales que fuerza el contacto de los animales con las poblaciones humanas y la transmisión de los virus zoonóticos; y por otro lado, la producción de alimentos vinculada a la cría de animales intensiva que también son espacios y formas de producción que incentivan la aparición de los virus. También tienen que ver la deforestación y la ampliación de los cultivos de la soja transgénica y de otros cultivos vinculados a los transgénicos. Y hay muchos autores que afirman que éste no será el último virus que padezcamos.
Nosotros señalamos que nos encontramos en el modo catastrófico de la crisis civilizatoria, propia de las transformaciones neoliberales. No es un exceso, forma parte inevitable del neoliberalismo. El neoliberalismo desarrolla una forma de gobierno de las crisis y de las poblaciones que están afectadas por la crisis, en el libro se examinan los neofascismos en América Latina como el caso de (el presidente de Brasil, Jair) Bolsonaro.
Estaba pensando justamente en los totalitarismos en Europa que aparecen luego de la crisis del 29, ¿qué paralelismo podríamos hacer con lo que pasa hoy?
—Tanto el fascismo en Italia como el nazismo en Alemania surgen como una respuesta al poder que tenía el movimiento obrero organizado y los actuales tienen la misma raíz: es el intento de no resolver la polarización social sino usarla para potenciar las transformaciones neoliberales en un sentido fascista, violento. El escenario es muy complejo pero también habla de movimientos populares y de amplias franjas de la población en búsqueda de una alternativa que no sea ni la guerra ni la miseria ni la destrucción medioambiental, que es lo que produce el neoliberalismo, que no resuelve ninguno de los problemas que crea, al contrario, los potencia.
Hablabas antes de la importancia de los feminismos, ¿creés que en los últimos años hubo una unidad entre ellos y los demás movimientos populares en América Latina?
—Sí, con la emergencia del feminismo popular también, vinculado a las necesidades, los derechos y las urgencias de las mujeres y las diversidades de los sectores populares y esto está entroncado en otros movimientos como las resistencias a los extractivismos. Acaba de suceder una represión terrible en Andalgalá que resiste una nueva megaminera en el territorio de Catamarca. Hace un tiempo tuvimos el Chubutazo, el Mendozaso, el Atlanticazo y en todos estos movimientos hay una gran presencia de mujeres. En los años 70, el movimiento de mujeres decía que lo personal es político y reaparece esta idea porque asegurar la vida siempre fue un lugar reservado a la mujer en el sistema de dominación patriarcal y hoy toma una dimensión radicalmente política y emancipatoria porque esas vidas y esas relaciones son las que están amenazadas por estas transformaciones neoliberales. Hay que asegurar la vida desde el sector público estatal también.
Entrevistadora: Inés Hayes